Todos los que estamos relacionados de una u otra manera con el mundo de las películas hemos escuchado mil veces la célebre frase que reza “El cine es una de las cosas más importantes de las menos importantes”. Ante ello, y frente a la emergencia de salud que enfrenta el mundo y que ha sacudido al calendario de eventos de este convulso 2020, sólo queda responder que las proyecciones y los festivales se cancelan o se posponen, el cine nunca.

Hace unos días, y tras resistirse a hacerlo todo el tiempo que pudo, la organización de la Edición 73 del Festival de Cine de Cannes anunciaba que el evento se posponía.

La noticia, esperada y cargada de lógica frente al oscuro panorama, sacudía desde Francia al medio cultural global haciendo tambalearse a muchos otros eventos al moverse de sus fechas originales en mayo a una tentativa re-programación a finales de junio o principios de julio. Con ello, el concurso que reparte, no sólo la prestigiosa Palma de Oro, sino también los premios de las secciones “Una cierta mirada”, “La Quincena de los realizadores” y “La Semana de la crítica”, y que se maneja con un presupuesto que supera los 30 millones de euros, tendrá que esperar más de un mes para celebrarse —eso si los días propuestos por el comité del festival son viables conforme evolucione la crisis-.

Antes de Cannes ya se habían cancelado o pospuesto citas masivas de todo tipo alrededor del mundo como SXSW, Glastonbury o Coachella, y cinematográficas como Tesalónica, Friburgo, Tribeca o Málaga. La misma suerte han corrido en nuestro país muestras y concursos como la gira de documental Ambulante, el Festival Internacional de Cine Universitario Kinoki y el FICG en Guadalajara.

La exhibición no corre una suerte distinta y, justo el 22 de marzo, día en el que se celebraban los 125 años de la primera proyección privada de una película a 10 personas en la fábrica Lumiere en Lyon, se anunció el cierre de las salas de cine en Estados Unidos. Ante este escenario, grandes jugadores del entretenimiento global como Pixar o Universal han reaccionado lanzando en línea, en la modalidad de “Premium VOD”, sus títulos recién estrenados en salas a un costo ligeramente menor a los 20 dólares. Una mecánica que, aunada a la irrupción reciente de nuevos jugadores y prácticas en la oferta de entretenimiento en casa, seguirá influyendo en la manera en la que consumimos lo audiovisual.

Paradójicamente, y justo en estos tiempos en los que el paradigma del ocio presenta una importante tendencia a las experiencias —asistir a un concierto o festival resulta más atractivo que comprar un disco o una canción, ver una cinta en un teatro IMAX llama más la atención que reproducirla en un teléfono celular—, lo que toca es guardarnos y aprovechar la creciente y amplia variedad de entretenimiento que nos ofrece el streaming.

Cuando todo esto pase, seguramente saldremos a las plazas, museos, salas de concierto o proyección y regresaremos ávidos a los espacios donde reunirse con un grupo de desconocidos y ser testigos del talento de un artista resulta imperativo.