Bebe @ El Plaza Condesa

Bebe, la valenciana María Nieves Rebolledo Vila se trasladó a Badajoz —provincia en el sudoeste de España, pegadita a Portugal, a partir de entonces, María siempre ha puesto su origen como pacense, gentilicio para Badajoz. Si tus padres son integrantes de un grupo de folk, lo más probable es que la música forme parte importante de tu vida, y así fue, María pronto se iniciaría como músico y, tras pasar como corista en un grupo llamado Vanagloria, estudiar arte dramático en Madrid, ganar un concurso de cantautores en Extremadura, aparecer en dos películas españolas y un capítulo de serie del mismo origen, en 2003 le proponen editar un álbum y así nace: Bebe. Encontrar lugar en la Condesa es un reto para cualquiera, no obstante, las recompensas de entretenimiento que puedes encontrar en la zona, te hace buscar con ahínco un recoveco entre tanta máquina de cuatro ruedas. Vale la pena. La cita era a las 22:00 hrs en el Plaza Condesa. Desde España, se presentaría Bebe. ¿Qué esperar? Con una historia que incluye un tema principal en una telenovela de Televisa, Bebe pasa por subestimaciones recurrentemente. “Ah, sí, la de “Malo, malo, malo”, ¿no?”, o “ah, sí, la que hizo la canción para la comedia de Televisa, ¿no?”. Mas Bebe es mucho más que dichas oraciones que, aunque para algunos suene como un currículo destacable, la verdad es que en algunos círculos —quizá elitistas— restan credibilidad.

El público congregado daba para mucho. Desde el sesentón “moderno” que bailaba y bailaba para demostrar que la vitalidad sigue siendo una de sus características, o el novio primerizo que aprovechaba la oscuridad reinante para dejar que las manos recorrieran las curvas de su acompañante, o las amigas que habían quedado para ver a su heroína española en vivo, o el godínez que después de la oficina se lanzó al Plaza y sólo alcanzó a retirar la corbata y a desabrochar los botones superiores de su camisa para estar ad hoc a la ocasión, hasta la pequeña de nueve o diez años que se la pasó en los hombros de su padre todo el concierto — y a mí, no me queda más que compadecer al pobre individuo—. Qué orgullosa debe sentirse Bebe por congregar a tanta diversidad metropolitana, misma que aguardaba paciente o impacientemente a que los acordes comenzaran.

“Me enseñaste” principió las acciones. Cuatro músicos sobre el escenario: bajista, guitarrista, baterista y Bebe —quien tenía a su disposición, además de la voz, teclado y/o guitarra. Ataviada con una chamarra de cuero y playera del “Príncipe del Pop”: Michael Jackson, la española, desde el primer momento, demostró que los escenarios son lo de ella. Cadenciosa. Serpenteante. Energetizante. Sensual. Hipnotizante. Carismática. Un combo de virtudes escénicas que se complementan con una privilegiada voz y un acento que seduce. La noche pintaba bien. “Me fui”, “Con mis manos” hicieron que los fans corearan, aplaudieran y serpentearan al mismo ritmo que Bebe. Es impresionante lo dominado que tienen la técnica, podrían haber subido y formado un coro de seseos corporales bien sincronizados. Si bien la calidad se demuestra desde la primera canción, fue en “No + llorá” que por primera vez se sintió el poder instrumental de los músicos. Con un jammeo brutal, los cuatro entes sobre el escenario demostraron que, a diferencia de muchas artistas que se encasillan en el pop, Bebe puede transcurrir por distintos estilos sin problemas. La versatilidad, por fortuna, no sólo se encontraba en los asistentes. Y así continuaron los éxitos como “Adiós” o “La Bicha”, en donde la pacense continuaba con su despliegue físico de baile y versos rápidos. Rapidez, sí. El acento de Bebe es algo digno de mencionar, es raudo y suave a la vez. Con algunas eses convirtiéndose en jotas que más bien parecen haches y algunas otras particularidades fonéticas, el entenderle a sus múltiples pláticas era un reto auditivo y cognitivo —hasta me tocó escuchar a un grupo de amiguitas que tuvieron que buscar una intérprete para interactuar más con la española.

Un Pokito de Rocanrol (EMI, 2012) es la más reciente placa de Bebe. De ahí, se desprende “Mi guapo”, un tema que, además de agradecer a los hombres por su existencia, cuenta con una línea de bajo bestial. Slaps a-lo-Flea everywhere. Portentoso derroche de talento musical. “ABC”, “Siempre me quedará”, “Me pintaré” y “Revolvió” continuaron la velada que se presentía larga y satisfaciente. Después vino otra cara. Una especie de surf-punk que haría sonrojar a cualquier grupo dominical del Chopo. Bebe se convirtió en una punketa cantante que gritaba “Qué carajo” con esa jota sutilizada a casi un suspiro. El bajista que ya había sorprendido con su slaps, portaba una máscara de luchador y la transformación se había completado. El momento más poderoso que tuvo el cuarteto sobre el escenario, sin duda. Luego, con “Compra-paga” siguió el surf western, con esas guitarras que suenan a persecuciones entre vaqueros e indios del Viejo Oeste. Un deleite.

“Escuece” retumbó en el Plaza y la coreadísima “7 horas” fue el preludio al tradicional encore. Algunos despistados se fueron y otros aguantaron estoicos; lo de siempre. Bebe regresó con su éxito “Malo”, interpretado primero con una guitarra acústica y su voz, lo que ocasionara que incluso sus fanáticas más aguerridas, en un lapsus de pobreza auditiva, se preguntaran: “¿qué canción es ésa?”. Ay Bebe, cómo engañas a tus seguidoras. “Ella”, aquella rola que musicalizó alguna producción de Televisa, sacaría muchas sonrisas y brazos al aire. “Se fue”, “K.I.E.R.E.M.E” y “Yo fumo”, culminarían con el show que muchos agradecimos. Pero faltaba algo, Bebe se tenía que despedir y “Bamboleo” de los Gypsy Kings fue el soundtrack elegido para el adiós. Bromeando sobre el escenario y con varios besos al público, Bebe se despidió de México con una sonrisa al rostro y nosotros la despedimos con la esperanza del pronto regreso, ya que verla en vivo, es una experiencia sumamente repetible y su música en general, podría empezar a apreciarse más, pues su calidad es portentosa.

 

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