Por Salvador Nito (@nito_wong)
El siglo XX fue un periodo de inestabilidad para China. El territorio oriental era un campo de batalla, donde los diferentes grupos hegemónicos buscaban el poder definitivo. Después de una guerra civil que dividió al país en nacionalistas y comunistas; estos últimos, bajo el mando de Mao Zedong, resultaron ganadores. Sus políticas dejaron marcas que hasta el día de hoy, siguen presentes en el país asiático.
El espíritu revolucionario que llevó a la victoria comunista perdía intensidad con el paso de los años. Para Mao Zedong la extinción de flama de la rebelión era una amenaza hacia el partido al mando, al igual que para su posición como líder de la política china. Para contrarrestar este fenómeno, Mao ideó una limpieza ideológica, una revolución cultural.
En el verano de 1966, el líder comunista inició la implementación de la llamada “Revolución cultural”, también conocida como la “Gran revolución cultural proletaria”. El objetivo de este movimiento era claro, se destruirían los viejos hábitos, costumbres, tradiciones e ideas en las que China se había basado a lo largo de los siglos para resurgir a la civilización desde las cenizas. Así, Mao Zedong planeaba revivir el fuego comunista en el país y asegurar la estabilidad para el partido.
Para lograr el éxito de la revolución cultural, Mao aprovechó la energía y fuerza de los jóvenes. Grupos juveniles se formaron como organizaciones paramilitares con el nombre de “La guardia roja”. Estos grupos tenían la obligación de defender las ideologías de Mao y establecer el control en contra de los posibles opositores del movimiento. Muchos intelectuales y ancianos fueron víctimas de la guardia roja.
También se plasmaron las ideologías y políticas de Mao en el llamado “Libro rojo”, del cual se estima existen más de mil millones de copias, lo que lo convierten en uno de los libros más populares a nivel global. Durante la revolución cultural todos los ciudadanos de China tenían que tener uno en su posesión.
Muchos intelectuales y burgueses fueron enviados hacia las zonas rurales para ser reeducados en materias de agricultura. Cualquier ideología que se opusiera al estado comunista era considerada una amenaza que tenía que ser destruida. Templos antiguos, libros, películas y escuelas fueron convertidos en cenizas.
La revolución cultural llegó a su fin con la muerte de Mao Zedong en 1976. Aunque el motivo original del movimiento era la reavivación de la flama comunista, los eventos ocurridos durante esa década resultaron contraproducentes para el estado. La muerte y humillación de millones de chinos provocaron un gran disgusto de la población hacia el gobierno.
A 50 años de distancia de la Revolución Cultural China, sus marcas siguen vivas. En el día de aniversario, los medios chinos hicieron poca o casi nula mención a los eventos que ocurrieron durante el gobierno de Mao. Quizá les resulte vergonzoso, o tal vez las heridas de la revolución fueron tan dolorosas que muchos prefieren no recordarla.