Un registro sonoro del peso de una vida: sobre Lives Outgrown de Beth Gibbons

Un registro sonoro del peso de una vida: sobre Lives Outgrown de Beth Gibbons

En el condado de Somerset, a 15 km de Bristol, Inglaterra, se encuentra Portishead, lugar donde la gente llega para morirse. Al menos así lo describió Geoff Barrow, multi-instrumentista y fundador de una banda que comparte ese mismo nombre. Pero esto no es sobre Geoff Barrow, ni tampoco sobre Portishead, sino acerca de la enigmática y emotiva voz del grupo que marcó los 90s y sembró inspiración para las décadas venideras: Beth Gibbons.

Un estéreo es un buen punto de partida para una historia. Beth nació en la zona rural de Exeter, Inglaterra, donde dedicaba sus días al trabajo agrícola y a escuchar música en el estéreo familiar. A sus 22 años, se mudó a Bristol para convertirse en cantante. En ese entonces, aunque no a través del reproductor de música doméstico, escuchaba a Nina Simone, Otis Redding y U2, mientras cantaba covers de Janis Joplin en pubs.

Durante ese periodo de su vida, entró a la iniciativa Enterprise Allowance Scheme, establecida por el gobierno de Margaret Thatcher, que ofrecía 40 libras semanales a los desempleados que crearan su propia empresa. Ahí, conocería a un baterista y fanático de MC Shan, que había conseguido su primer trabajo en una disquera, llamado Geoff Barrow. Así pues, una Beth de 26 años y un Geoff de 19 hacían demos en los estudios Coach House, aquí es donde entra también a la ecuación el guitarrista Adrian Utley.

El resto es y sigue haciendo historia. Entre el energético y vibrante britpop de los 90, se inmiscuyó una banda de aura misteriosa que revolucionó la cultura del sampleo DIY, la música de Bristol y, próximamente, del Reino Unido. Grupos como Radiohead encontraron inspiración en este trío (por ejemplo, en “Talk Show Host”) y cantantes como Amy Lee de Evanescence, pondrían como compás el estilo vocal de Beth.

De esta manera, la música de Portishead y las letras emotivas y honestas de Beth Gibbons sigue sonando no sólo a través de sus discos, sino de las bandas y artistas que siguieron su paso, estableciéndose así como uno de los grupos claves para quien quiera echarse un clavado al gigantesco mundo de la música .

“No quiero ser una estrella de pop. No quiero que las personas piensen que soy algo que no. No quiero que me tomen por alguien misteriosa o interesante. Sólo soy exactamente igual a como son ellos”, exclamó Beth Gibbons en el documental Welcome to Portishead! (Signolet, 1998)

A pesar de venir de uno de los grupos más importantes de la historia de la música, Beth Gibbons siempre ha valorado su privacidad. La razón de esto no tiene que ver con antipatía o introversión, sino por la latente preocupación de Beth respecto a cómo los seres humanos somos brillantes en aparentar ser distintos a como somos.

Así pues, a pesar de dos entrevistas, una interpretación junto con la Orquesta Sinfónica de la Radio Nacional Polaca la Symphony No. 3 (Symphony Of Sorrowful Songs) y el disco Out of Season en colaboración con Paul Webb de Talk Talk, Beth ha permanecido fuera del radar mediático. Si bien en el 2013 anunció que haría un trabajo como solista con Domino Records, no fue sino hasta este 2024 que un 1ero de febrero, a través de una carta escrita a mano, nos compartió la noticia de que en mayo lanzaría su álbum debut como solista y se llamaría Lives Outgrown.

Los fans se emocionaron, algunos por la misma Beth, otros por tener una pizca de algo nuevo relacionado con un miembro de esta banda. En lo personal, por descubrir qué nos traería, en 10 años de trabajo, una cantante conocida por siempre intentar plasmar fielmente algo tan abstracto como las emociones en algo tan limitado como lo es el lenguaje escrito.

Ahora, tenemos a una Beth Gibbons cruzando por la segunda mitad de su vida y que nos comparte las reflexiones que ha sostenido sobre la muerte, la vejez, la maternidad y la menopausia, durante esa transición. En Welcome To Portishead! (1998), Geoff y Adrian expresan cómo nunca han logrado terminar de comprender a Beth debido a su identidad mutable. Por esa personalidad cambiante y honesta, Lives Outgrown, como álbum debut, es la oportunidad de sumergirnos en emociones profundas y transformativas, y qué mejor guía que una chica de Exeter que nunca quiso ser una estrella de pop, sino sólo compartir con quien quisiera escuchar.

El paso del tiempo se dibuja distinto en cada cuerpo. Lo único idéntico en toda experiencia es que, inevitablemente, crecer y envejecer, es transformarse. Es casi un oxímoron: lo único que permanece, es el cambio y el cambio es lo que permanece.

Algunas mujeres en sus treintas le dicen a las que están en sus veintes que fue hasta que llegaron a esa edad que notaron cambios significativos en su cuerpo. Algunas mujeres en sus cuarentas le dicen a las de los treintas que jamás se sintieron tan bien como ahora. En Lives Outgrown Beth Gibbons nos dice, tanto en sus letras como en la música, lo que es ser mujer y cumplir los 50 años.

El disco inicia con el rasgueo de una guitarra acústica y unas percusiones que acompañarán a todo el disco, mientras Beth canta con una voz más baja y grave a la que un fanático de Portishead podría estár acostumbrado: “I could change the way I feel / I can make my body heal / Free from all I hear inside”, evocando ese miedo y preocupación que nos llega en aquellas noches sin poder dormir.

Continúa con el primer sencillo “Floating In A Moment”, con un bajo exquisito seguido por suspiros, los tambores acercándose poco a poco, mientras la voz de Beth se asoma. Los instrumentos, aunque yuxtapuestos, tienen una sutileza y precisión que les destaca: nunca están de más y siempre aparecen en el momento correcto para enfatizar las letras de las canciones. En “Rewind”, una canción que expresa la desesperación de llegar a un punto de no retorno, Beth canta “Demasiado lejos” e inmediatamente siguen un bajo y percusiones veloces que simulan el discurrir del tiempo, para así terminar con un “Demasiado lejos para rebobinar”.

Esta sutileza en los instrumentos cobra sentido en cuanto volteamos la mirada a cómo fue el proceso de composición del álbum. Para Mojo Music, el percusionista Lee Harris comentó que al inicio todo fue exploratorio: usaron una caja de cartón llena de cortinas como bombo, las cuerdas de guitarra antiguas, y tocaban las cuerdas del piano con cucharas. De esta manera, la aproximación a la melodía fue escuchar los sonidos que podían proporcionar diversos instrumentos y así ir formando una paleta sonora que se acoplara con las emociones que Beth Gibbons buscaba transmitir.

No es de sorprender que alguien como Beth, siempre buscando ser precisa con sus emociones y con el reto personal de encapsular una experiencia o un sentimiento de la manera más cuidadosa posible, haya optado por un enfoque así.

Cuando compartió con el mundo la llegada de Lives Outgrown, explicó que prefirió irse por timbres más acústicos, fuera del breakbeat. Y es que sólo el dramatismo del raspar de un violín (interpretado por el sobrino de Kate Bush, Raven), el profundo retumbar de las percusiones, la tensión del bajo, la violencia de un chello, podrían acompañar esas letras que reflexionan sobre la muerte y cómo, quizás, sólo hay que aceptarla sin motivos ulteriores, sin historias que nos reconfortan, como es el caso de “Burden of Life”.

También está el coro infantil, donde podemos encontrar a los hijos de la misma Beth repitiendo “Todo va a ninguna parte”, mientras ella canta que todo lo que tenemos, es el aquí y el ahora. Cuando una es joven, todo parece catastrófico o urgente y Beth nos recuerda, a manera de himno, pausar y recordar que, en realidad, muy pocas cosas lo son.

Después tenemos la bella y conmovedora “Lost Changes”, acompañada de un violín que esta vez no es violento, sino mecedor, mientras las voces que arropan el canto de Beth silban y la percusión es más tenue. Esto es particularmente emotivo, considerando que es el track que habla sobre notar los cambios en tu cuerpo con la edad, específicamente la menopausia. Es en el cuerpo donde se traza el complejo aprendizaje de aceptar aquello que no podemos cambiar porque, en primera instancia, no lo podemos ni siquiera controlar. Y está bien.

De esta manera, se vuelve comprensible la elección de hacer un álbum sin sintetizadores, sin breakbeats. Lives Outgrown viene de un lugar real y honesto, alejado de las fantasías y las apariencias, sino de tomar las cosas como son, de utilizar los instrumentos al desnudo.

Finalmente, el disco cierra con “Whispering Love”, una canción reminiscente a los últimos minutos de un atardecer gracias al sonido de las aves, los instrumentos de viento y las percusiones que, esta vez, en vez de causar tensión, la sueltan. “Oh whispering love, blow through my heart”, canta Beth Gibbons. Las despedidas, el cambio y concientizarte como alguien a merced del tiempo y las circunstancias, es complejo y doloroso, pero abordarlo sin esperanza, peligroso.

Maya Angelou (2008) en Letter To My Daughter escribió:

“Estoy convencida de que la mayoría de la gente no crece. Encontramos plazas de aparcamiento y honramos nuestras tarjetas de crédito. Nos casamos y nos atrevemos a tener hijos y a eso le llamamos crecer. Creo que lo que hacemos sobre todo es envejecer. Llevamos la acumulación de años en el cuerpo y en la cara, pero por lo general nuestro verdadero yo, los niños que llevamos dentro, siguen siendo inocentes y tímidos como magnolias”. 

Creo que Lives Outgrown es eso. Darte cuenta que en ese momento de la adultez donde creías saberlo todo, en realidad no sabías nada y que la angustia del cambio, puede convertirse en la exploración, casi infantil, de una nueva etapa, pero de una manera un poco más honesta y aceptante. Como Beth Gibbons buscando nuevos instrumentos, otros sonidos e incluso con el interés de apartar el estudio más meses, señalando la posibilidad de otro álbum.

Un agradecimiento especial a Raquel Miserachi y a mi mamá, Nina Chavolla por guiarme con este texto.

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