En medio del mar hay un oasis tropical con árboles, panteras y casitas de madera que se esconden debajo de techos maltratados por los violentos rayos del sol. Ahí, el tiempo parece transcurrir tan lento que sería posible detenerse a verlo fragmentarse en slowmo, para luego perderse entre la sucesión de sombras que trae el amanecer y las camisas de colores que traen puestas los lugareños.
Es cierto que el escenario anterior suena más a la vida en algún pueblo de Jamaica o Suid-Afrika que en una ciudad estadounidense; pero no todo es lo que parece. Los creadores y habitantes de esa isla son Wild Belle, un par de hermanos –Elliot y Natalie Bergman– salidos de Chicago. Aunque conservan influencias del Motown pop que probablemente los marcó de chicos, parecen haberlo fusionado con un elegante jazz, ritmos caribeños y beats del ska. Los Bergman no intentan imitar a nadie ni sonar como alguno de sus contemporáneos, sino que buscan en los archivos de lo viejo y lo recomponen a su manera en un indie reggae como híbrido de Marley y Grizzly Bear.
A pesar de tener sólo algunos sencillos y EP’s, Wild Belle ha crecido considerablemente desde su aparición en 2011, y de hecho se presentará en el Coachella 2013. Los hermanos Bergman ya firmaron con Columbia Records y se espera que su álbum debut, Isles, sea lanzado antes del verano. Acerca del nombre del disco, Natalie explicó en una entrevista con Interview Magazine que pensaron en ponerle así porque cada canción es una isla, y cada una tiene su propia historia.
Con tracks que parecen más viajes que canciones, podría decirse que Wild Belle es como el hijo prodigio y vestido en Burberry de un Wes Anderson con bolsillos rotos y una Lana del Rey “gone reggae”. Como los anglosajones que deciden irse de la ciudad y vivir en pueblitos estilo San Miguel de Allende –posiblemente por la parsimonia que invade esos ambientes– Elliot y Natalie se refugian en islas sonoras milenarias y ahí construyen lo que les da la gana; volviéndose auténticos dueños de su propio sonido.