Sugar Candy Mountain, la sensatez de hacer música que puede volar cerebros
Fotos: David Segundo
Como en toda ciudad, después de la pandemia, se extrañaba tener conciertos que nos permitieran regresar un poco a la normalidad, sentir de nueva cuenta que estamos vivos, y que aquella emoción, vibras y convivencia con amigos sigue presente en nuestros corazones.
La tarde del 6 de noviembre marcó el regreso de uno de los festivales que sabe cómo inducir a sus escuchas a paletas sonoras increíbles. Hipnosis, en su cuarta edición, ahora llegó a un lugar dentro de la CDMX: Quarry Studios; albergó a las almas ávidas de música y a las bandas que estaban listas para hacer sonar sus notas luego de mucho tiempo de ausencia.
Uno de los headliners del festival fue Sugar Candy Mountain. Los originarios de California dieron una cátedra de psicodelia, pop, locura y buena vibra a nuestra alma. En punto de las 19 horas con 20 minutos, el primer acorde sonó y uno solo bastó para poner la piel chinita de las personas que estaban de nuevo juntas para un espectáculo.
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Luces despavoridas, electrizantes, con esos vivales que giraban sin parar para acompañar una voz tenue que simplemente se dejaba ir con la emoción del público mexicano.
Sugar Candy Mountain se dio a la tarea de relucir sus temas más actuales y también los de sus producciones anteriores, pero el momento cumbre de la noche fue, sin duda, cuando dejaron desbordar los acordes de “666”, de aquel álbum con el mismo nombre que puso a bailar a quienes se encontraban en el festival.
Como toda presentación, tenía que llegar a su fin. Sugar Candy Mountain equilibró perfecto la euforia del público para dejarlos con un gran sabor de boca; al acorde final le siguieron los coros de las y los asistentes gritando y aplaudiendo “¡Otra!, ¡Otra!”, algo que solo provocan las grandes bandas.
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