Sor Juana estuvo aquí

Sor Juana estuvo aquí

Acercamiento al billete de 200 pesos mexicanos (anverso), hasta 2019

Acercamiento al billete de 200 pesos mexicanos (anverso), hasta 2019

Musa. La Décima de Apolo. Niña del volcán, nacida al pie, donde las cenizas besan los montes de Nepantla. Cenizas de Fénix, Fénix de América, llama trémula. Olvidada en niebla, entre retablos y claustros sepultados. Juana de Asuaje, mitificada por Nervo para renacer “de Asbaje”. Hija ilegítima, mente despierta. Cortesana y palaciega, luego jerónima. Cartógrafa de sueños lúcidos. Ya lo dirían aquellos octosílabos que le dedicó un caballero peruano: “Madre que haces chiquitos a los ingenios más grandes”, “Dulce Abeja en el panal / del Amor es vuestro pico / con vos, Ovidio y Camoes / son zánganos de Cupido”, sirves de “Fe de Erratas a los modernos y antiguos”, “un socorro de respuesta / sólo de limosna os pido”. Limosneros de su pluma, hasta “Dulcísimos cisnes” europeos, que la leyeron con el mismo o más encomio que en su tierra americana. Ni ella se lo creyó: “¿De qué estatura me hacéis? ¿Qué coloso habéis labrado?”, “¿Tanto pudo la distancia añadir a mi retrato?

Así de ardientes son y fueron las hipérboles que evocan a Sor Juana. Una monja erudita que agitó los ánimos, tanto de sus contemporáneos como de sus sucesores, como cualquier otra divinidad del Museo griego. Tres siglos tomó para que su nación (que no de ella, según muchos, por no ser México en su tiempo) le otorgara un epíteto oficial, menor a los que recibió en vida, mas no menos merecido: “mujer ilustre”. Menor, no por su hazaña, sino por su causa. Una corrección política apresurada de una administración saliente, después de centurias de olvido. Para diciembre del año pasado, el gobierno entrante la adoptó fugazmente como emblema. Pero, ¿de qué? Apareció apenas delineada en la portada de un panfleto moralígeno y luego como pendón improvisado de cara al Zócalo. Hoy la quitan del billete de 200. Una monja escritora del XVII en la moneda de un estado laico, desaparece. Mujer privilegiada de su tiempo, sin duda. Mas la ciñó el velo, la regla y la imposibilidad universitaria. Padeció los claustros de su tiempo. Pero no fue su ascendencia española ni su fe cristiana los méritos a tal honor; fue su genio incontenible, su provocativa obra, su esmerado estudio. La cornucopia de la literatura barroca novohispana. Laberinto amoroso, deducción estelar, “épica del espíritu”. 

Billete 1000 pesos mexicanos, de 1969 a 1992

Billete 1000 pesos mexicanos, de 1969 a 1992

La imagen de Sor Juana Inés de la Cruz, quien así firmaría su profesión de fe en el convento de San Jerónimo el 24 de febrero de 1669, no se imprimirá más en los billetes mexicanos. Por ahora. Primero habitó en el de mil hasta 1992, cuando “bajó de sumo a ser remiso” para ocupar el anverso del de 200. Hoy se ausenta, que “ser mujer, ni estar ausente, no es de amarte impedimento”. No más su mirada adusta, su boca de Mona Lisa, su retrato puntillista evocativo al gran óleo imaginado de Cabrera. No más la paloma de La Anunciación asomándose al margen de su silueta, estampada en su medallón de carey. No más su Primero Sueño en miniatura, ni los primeros versos de “Hombres necios” en filigrana. En el reverso, no más la Hacienda de su abuelo en Panoaya, donde los silentes libros no resolvieron, sino avivaron sus inquietas y sedientas dudas: “Ya se ve cuán duro es estudiar en aquellos caracteres sin alma, careciendo de la voz viva y explicación del maestro”.

En lugar de aquellos simulacros de papel, apenas suspiros de una historia colosal labrada en tinta, vida y obra de una de las plumas más brillantes y exquisitas de este continente (“que yo, señora, nací en la América abundante, compatriota del oro, paisana de los metales…”), los rostros de Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón ocuparán la viñeta monetaria, como espejismos de otra era, estandartes inciertos y caducos para una sociedad que ha optado por reformar los íconos anquilosados de “libertad y de justicia” tras consignas de aerosol.

Mas Sor Juana sigue viva. Siempre latente y borrascosa, como hace trescientos y tantos años. La promesa del Banco de México es que no desaparece. Baja de denominación —una vez más—, para ocupar ahora su nuevo escaparate en el billete de cien en marzo del 2020. Cum grano salis. Su nombramiento como “mujer ilustre” el 26 de noviembre de 2018 también prometió otras cosas aún sin ocurrir. Por ahora, la “mejicana musa” manoseada, disfrazada, modernizada, idealizada, televisada, santificada y hasta erotizada, abandona su resguardo fiduciario. No uno, sino dos hombres entran a escena para ocupar su puesto. Esta vez no es un sainete. Es otra corrección política, una “transformación”. Y sí, una cuarta, pues en versos de la musa, quien desdeñó la falacia de su propio retrato: “este que ves, engaño colorido… es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”.

*La opinión del autor no representa la postura de Ibero 90.9


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