[RESEÑA]: LOLLAPALOOZA 2013

por Anna Stephens, Davo Peñaloza y Martha Pallares. Terminó uno de los más grandes festivales musicales del año. Lollapalooza Chicago 2013 ofreció como cada año una desbordante lluvia de propuestas musicales ubicadas en ocho escenarios distintos desplegados a lo largo de Grant Park. Si bien el cartel de festival ha sido catalogado como el mas "flojo" de toda su historia, no aminoró las ganas de los asistentes por ver a su grupo favorito, descubrir buena música y pasar un excelente fin de semana. Tres días en los que los boletos estaban totalmente agotados y en la reventa alrededor del parque podías adquirir un brazalete para los tres días en 250USD en promedio.

La lluvia que caracterizó el primer día del festival, no fue sino un motivo más para divertirse en el lodo en The Grove. Un escenario mediano que albergó aquel día al popular dueto: Disclosure, quienes sin duda fueron de las grandes sorpresas en vivo al tocar percusiones, guitarras y bajos con su propuesta house. Queens of the Stone Age estuvieron en el Bud Light tocando tanto sus grandes sencillos como canciones del nuevo álbum, el cual presentarán también en el Corona Capital. QOTSA dejó el escenario calientito para Nine Inch Nails. Trent Reznor continua con su tradicional apuesta audiovisual minimalista, fría y oscura. NIN dejaron en claro por qué cerraron el escenario principal de Lolla el viernes por la noche: abarrotado, excelente sonido y una variada selección musical para gustar a todos.

El sábado fue un día que quedará marcado como la fecha en la que cancelaron bandas. Primero Death Grips y un problema en un bar en donde iban a tocar la noche anterior, luego la dolorosa declinación de Azaelia Banks y para acabar la falla en el sonido que a la postre obligó a la cancelación de Supreme Cuts. Fuera de eso, Kendrick Lamar, The Postal Service y Mumford & Sons, se llevaron los grandes actos para cerrar el segundo día de actividades en Lollapalooza 2013. El sol mordía aún más fuerte que el día anterior, señal de que unos brasileños serían los primeros en tomar las riendas del escenario Bud Light de Lollapalooza. Y no fue al ritmo de samba o tropical, sino al mero estilo del Hip-Hop a base de guitarras pesadas; era planet Hemp, oriundos de Río de Janeiro y consagrados durante la década de los noventa cuando Marcelo D2 comenzaba. La pequeña comunidad brasileña en el público sacó sus banderas y sus playeras de Neymar para rappear en portugués y mover mucho la cabeza. Reignwolf le siguió en el escenario Petrillo, él es un guitarrista/baterista que cada que podía tocaba de todo un poco. Su estilo era muy parecido al de Jack White influenciado en el R&B clásico.

Sin embargo, a lo lejos se escuchaba un Folk bonito repleto de sintetizadores; se trataba de St. Lucia y su música ideal para que las chicas con sus florecitas bailaran y brincaran. En el escenario The Grove, Unknown Mortal Orchestra mostró canciones de su nuevo álbum II, con el que regresaron este año tras su exitoso debut homónimo. Pudimos escuchar versiones extendidas y con largos solos de canciones como “Ffunny Ffriends”, “Swim and Sleep (Like a Shark)” y “How Can You Love Me”.

Después del rock buena ondita psicodélico de UMO, era momento de despedir al sol que se ocultaba tras los rascacielos de Chicago acompañados de un buen baile con los Foals. Como es común en sus canciones, de pronto eran lentos, pero de un instante a otro metían el clutch y rápidamente la velocidad musical cambiaba para en instantes todos brincaran y bailaran. Bien es sabido del gusto de los mexicanos por Foals, situación que se reflejó con muchas banderas verde, blanco y rojo ondeando. Ya con la tarde noche entrada, era momento de comprobar si el hype de Kendrick Lamar era válido. Parecía que los norteamericanos tenían a un dios frente a ellos, ya que se sabían todas las canciones de memoria, además de tener pasitos especiales para rappear las lujosas rimas de este californiano. Así como en México tenemos raíces cumbiancheras o saleras o de ritmos tropicales, los gringos tienen lo mismo pero con el Country y el Folk. Mumford & Sons apenas tiene 2 discos y son todo un fenómeno en Estados Unidos. Gente de todo tipo de gustos musicales se dieron cita en el escenario Red Bull Sound Select para bailar al ritmo de los banjos de esta banda londinense. Ya para cerrar la noche, el escenario principal de Lollapalooza estuvo hasta el tope de asistencia ya que muchos de los ahí presentes esperaron hasta 10 años para poder presenciar de nuevo un acto de The Postal Service. La emoción de verlos por primera vez en la vida para la mayoría de los asistentes se podía respirar, sobre todo cuando tocaron su corto set que incluyó cada una de las canciones de su único álbum Give Up y las nuevas canciones “Turn Around” y “A Tattered Line of String”.

Diademas de flores en el pelo, playeras de equipos de béisbol, gorras volteadas, faldas con flecos: los iconos de moda a lo largo de todo este Lollapalooza se hicieron aún más presentes en su jornada de clausura, con un cartel que bajó la media de edad de la audiencia y supo aunar objetos de deseo de la hipsteriza adolescente con viejas glorias escénicas que nunca morirán. O si lo hacen, será con las botas puestas y guitarra en mano.

La jornada empezó marcando la que sería la tendencia del día, con unos Palma Violets cargados de insolencia y de las canciones de pegada instantánea editadas en su recientísimo 180. Auspiciados por Rough Trade, congregaron una sorpresiva (por lo numerosa) audiencia ávida de surf, garaje y de reminiscencias tanto a los Stooges como a unos The Vaccines que actuarían sólo unas horas más tarde en el escenario contiguo, cabe reseñar. Canciones como “Best Of Friends” sonaron tan canónicas a su género como lo hizo Jack Bugg  al suyo a continuación; emulando un Bob Dylan criado en el siglo XXI, demostró como ya lo hicieran otras bandas en jornadas anteriores que el country y la americana de raíz siguen teniendo seguidores fieles entre el público indie. Extrañamente melodiosa, su voz nasal casa a la perfección con las gruesas líneas de bajo y las guitarras herederas del Delta típicas del estilo, como si Folsom Prison fuera una novedad en cualquier plataforma de streaming.

Mucho más ruidosos y sin concesiones al público se presentaron Baroness, cabecillas de una nueva tendencia que confirma que las sonoridades más pesadas tienen cabida en los festivales alternativos. Tras una década en activo, la banda ha visto todos los colores (y nunca mejor dicho) sobre los escenarios, y ahora los que presenta son Yellow & Green; su más reciente trabajo sigue bebiendo de la herencia del sludge metal, a caballo entre las atmósferas melódicas y el hardcore. Quizá no sean para todos los públicos, pero definitivamente sí todos deberían ver en acción a este potro desbocado como mínimo en una vez en la vida.

A partir de aquí el domingo se bifurcaba en dos rutas paralelas; tomar el sendero de la tranquilidad y retar a algunos de los grupos más melódicos del panorama actual a que presentaran sus trabajos delicados en directo, u optar por la adrenalina teen y cargarnos de riffs soleados y baterías trotonas. El primer menú se antojó más apetecible, puesto que incluía platos condimentados con algunos de los mejores discos de la pasada temporada, a nuestro parecer. Los resultados en vivo, cabe decirlo, fueron irregulares. En la balanza de quienes perdieron la partida frente a sus grabaciones estuvieron Alt_J y Beach House, ambos perjudicados por el gigantismo de un escenario Lake Shore al que no le acompañaba la sonorización. En el primer caso, los detalles preciosistas del disco ganador del Mercury Prize se perdieron entre un aforo demasiado esparcido, y de sus arreglos a la Phil Spector sólo se salvaron unas melodías vocales que sí tuvieron suficiente fuerza para imponerse al cuchicheo de la masa. Hay algo atávico, hermosamente incomprensible en la música de Alt_J y sus ritmos rotos, en sus raras (por poco habituales) harmonías; pero esa trascendencia se perdió entre las olas del público. Algo parecido sucedió con los de Victoria Legrand y Alex Scally, quienes además practican un dulce dream pop que se escucha mejor a oscuras; paradójicamente, Beach House brillan mucho más entre sombras. Si bien es cierto que es fácil dejarse acompasar el corazón por los latidos de las baterías de canciones como “Wishes” o los teclados barrocos de “Take Care”, no emocionaron tanto como acostumbran; pero en el caso de ambas bandas, la buena noticia es que tienen oportunidad de redimirse pronto en el DF (tan pronto como este 6 y 7 de agosto en el caso de los primeros, y al cabo de un mes para los segundos). Les daremos el beneficio de sus dos maravillosos discos y de las ganas de disfrutarles en un aforo a todas luces más adecuado.

Quienes también pasaron recientemente por la Ciudad de México fueron Grizzly Bear, y ofrecieron en el Auditorio Blackberry un show tan emocionante que repetimos experiencia a pesar de tener fresco su recuerdo. En su formato de estadio, la banda encabezada por Ed Droste tiene el oficio de saber reformularse; quizá perdiendo delicadeza e intimidad, pero ganando un punch escénico que le permite no empequeñecerse ni sobre el Red Bull. Los teclados Moog le dan un cuerpo especial a la propuesta y aportan un toque psicodélico a rolas como “Yet Again”, mientras que el giro distorsionado de las guitarras suelta la furia que se contiene en el Shields editado el pasado año. El del Lollapalooza fue el concierto número 101 en esta gira, según anunció la banda; nosotros brindamos a su salud, y por muchos más.

El gran dilema de la jornada se planteó a su cierre, con la batalla entre los dos grandes cabezas de cartel: Gran Bretaña contra Francia, The Cure versus Phoenix. Finalmente, haber visto a los de Robert Smith hace sólo unos meses durante su epopeya de cuatro horas y cuarto en el Foro Sol decantó la balanza hacia la propuesta de Thomas Mars, a pesar que su reciente Bankrupt! dista mucho de ser Wolfgang Amadeus Phoenix. Esa decisión fue una de las mejores del evento, con todos los respetos a unos The Cure que se resistían a dejarnos ir: alejándonos de Beach House y hasta la altura del puesto de merchandising del festival, tuvimos tiempo de dejarnos tentar por el telón de fondo marcado por “Plain Song”, “Pictures Of You” y “Lullaby”. Eso sí son cantos de sirena. Pero como Ulises, haciendo oídos sordos, conseguimos llegar hasta un escenario Bud Light donde se viviría uno de los conciertos más memorables del festival, empezando por la entrada triunfal de los miembros de la banda a lomos de uno de los carritos de golf que surcaron el recinto durante los tres días. El show se abrió con lo que ofrecería durante algo más de hora y media, con las notas chinescas de “Entertainment”: goce estético, tanto visual como sonoro, en una propuesta que por fin sí pudo aprovecharse de la oscuridad. Los franceses dispararon “Lisztomania” a la tercera ronda y proyectaron sus figuras con telones de fondo que variaron desde el palacio de Versalles a montañas flamígeras, pasando por fondos de colores lisérgicos. Un par de gotas de lluvia amenazaron con terminar el festival como empezó, bajo una cortina de agua; pasaron de largo tan rápido como se nos fue este concierto a caballo de melodías ya tan coreables como “If I Ever Feel Better” o “1901”. Con semejante experiencia, que lo último que oyéramos en este Lollapalooza fuera la marcha clásica que cierra los conciertos de los parisinos se nos antoja un broche épico y simplemente perfecto.

La computadora táctil de escritorio todo en uno de HP

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