El cine, además de un arte industrial, es también una ventana que invita a asomarse a la manera de ser de lugares distintos y lejanos. Responsable en muchos casos de la construcción de la imagen de una cultura hacia el mundo, la producción fílmica es también la oportunidad de sorprenderse y derribar prejuicios sobre muchos temas. Diversidad y tradición. Modernidad y sentido. Eso y mucho más propone el Festival Internacional de Cine Judío de la Ciudad de México en su décimo primera edición.
Como cabeza de cartel y funcionando como cinta inaugural, El hijo del otro de la realizadora francesa Lorraine Levy es una muestra clara de que el evento en cuestión busca mostrar una rica diversidad de enfoques sobre lo que significa lo judío el día de hoy.
En pantalla dos jóvenes a punto de cumplir 18 años se enteran que no son lo que les han dicho hasta ahora. Por un error en el cunero, y un desafortunado intercambio, han sido educados por parejas que no son sus padres biológicos. Si de por sí el asunto suena complejo y se traduce en una serie de dilemas éticos y morales -recordando la anécdota de la también espléndida De tal padre tal hijo de Hirokazu Kore Eda- la cosa se complica cuando sabemos que en la confusión están involucradas una familia judía y una palestina.
De golpe, todos los prejuicios, ideas preconcebidas y posiciones radicales estallan en una sala de cine en forma de risas nerviosas y silencios incómodos del espectador. Frente a ello un guión inteligente, que nunca renuncia al humor, y el espléndido trabajo de un ensamble de actores funcionan como antídoto contra la tentación de caer en lugares comunes o chantajes sentimentales. Dos brillantes y encantadores jóvenes, acompañados de dos madres entrañables y dos padres duros que se resisten al cambio, funcionan como metáfora de la realidad a las órdenes de una dirección precisa y minuciosa.
Mientras vemos avanzar las historias de Joseph y Yacine nos preguntamos cómo es que existan posiciones tan radicales frente a algo sin estar verdaderamente informados al respecto.
Así, aportando invaluables elementos de distención y acercamiento entre posiciones encontradas, el cine vuelve a convertirse en un vehículo de cambio a través de su capacidad de contar historias entrañables. Al igual que cintas como Promesas de Carlos Bolado, B. Z. Goldberg y Justine Shapiro o Cinco cámaras rotas de Emad Burnat y Guy Davidi, El hijo del otro significa una nueva oportunidad para ponerse en el lugar del otro y entender. Hay, en estas películas, más sensibilidad, sabiduría e información útil para acercarse a una realidad compleja que en años de negociaciones que sólo parecen buscar debilitar al otro.
Para eso también sirven las películas y los esfuerzos de quienes las hacen y organizan eventos buscando difundirlas.
El 11º Festival de Cine Judío ya arrancó y recorrerá varios complejos de Cinépolis y la Cineteca Nacional. Aquí los detalles de su programación: http://ficj.org
@elmoremoreno