[Reseña] Dënver - Fuera de campo

Por: Alan Luna (@AlanisMoon)

Nunca he estado en el Valle del Aconcagua. Y la ignorancia, a veces, puede dar pie a la imaginación. Entonces, como no conozco la región, puedo jugarle al constructor de mundos. Es tiempo de comenzar a imaginar.

El Valle del Aconcagua es verde. Muy verde. El aire se siente puro. Las maravillas naturales que ofrece son embelesantes. Un paraíso de menta, escondido como un último vestigio de lo que alguna vez fue el planeta que traje a tu puerta. Y ahí, entre el follaje de varios frondosos árboles, en medio de un largo césped cubierto por algunas flores amarillas y azules, existe un lugar especial. Es una pequeña cabaña en medio de la nada. La puerta es de una antigua madera, muy rara de encontrar hoy en día. Al abrir, las bisagras oxidadas por la intemperie, hacen ruido. Pero no es ruido común. No es el chirrido que esperas escuchar al abrir una vieja puerta. Parece hecho de sintetizadores. El primer encuentro con lo que te espera cruzar el umbral. No hay vestíbulo que te reciba, por el contrario, una alfombra roja te conduce a lo que debiera de ser la sala, en donde hay una pista de baile. Una pista disco. Con luces de colores en el suelo. Rojo. Azul. Verde. Blanco. Amarillo. En las paredes, hay leotardos, hay aros, hay listones, hay medallas. La evidencia de que en algún momento, alguien fue excelso en la gimnasia. También hay fotos de adolescentes, de motociclistas, de litorales, de alguna actriz en ropa interior. Como música de fondo, suena Stevie Wonder, suena Michael Jackson, suena Diana Ross. ¿En dónde estamos? Al fondo de la pista, hay otra puerta. Otra habitación. La manija se mueve de repente y salen dos figuras esbeltas. Una masculina, otra femenina. Entonces comienza la magia.

Dos dobles emes. Milton Mahan. Mariana Montenegro. Y viceversa. Los genios detrás de Dënver. Las mentes que han forjado canciones como “Los turistas”, “Diane Keaton” o “Lo que quieras”. El dúo chileno parece de otra época y parecer de otra época, en nuestra época, es mucha cosa. Es el retro modernizado. El vintage tumblreano. Dënver es una máquina de éxitos, de himnos. Música, gramática, gimnasia (2011) es un disco perfecto. De principio a fin, parece ideado por las mejores mentes del pop. Ahora se entiende lo de MJ, Ross y Wonder. Y después de semejante bestialidad sonora, la vara estaba alta. Pero los expertos gimnastas son como Nadia Comăneci... o mejores. De un diez perfecto.

Fuera de campo es el nuevo paseo. La nueva grabación que ya suena en la cabaña del Valle del Aconcagua. En “Las fuerzas” nos recibe Mariana. Su voz tersa. Las letras bien pensadas, a veces irónicas, a veces legendarias. La perfecta artesanía de una canción pop. Pero no es el mismo pop disco anterior. Al menos no en todo el elepé. La siguiente canción pinta para sencillo del año. “Revista de gimnasia” es exacta. Es agresiva y es alegre. Habla de muerte, de la muerte de la gimnasta que un disco anterior tanto había deleitado, pero es a la vez, es melódicamente adherible y feliz. Se puede escuchar 10 ó 100 veces sin cansar. ¿Recuerdan la habitación al final de la pista de baile de donde salieron Mariana y Milton? Ahí no había medallas. No había leotardos. Era una habitación melancólica. El cuarto de la reflexión post-fiesta. Los Dënver se arropan con una orquesta. Con vientos y cuerdas que le dan el toque épico a la nostalgia. “Profundidad de campo” y “Tu peor rival” dan contraste a las voces de los dos chilenos. Dos voces que se compaginan, que se complementan y que le dan otra portentosidad a la obra. Pero a veces, es bueno incorporar un elemento nuevo. Sorpresivo.

“Concentración de campos” es, como se podrá adivinar, un juego de palabras con los infames campos de concentración. No es Milton quien abre las vocales, tampoco Mariana. El culpable de uno de los mejores discos debut de latinoamérica, se une a los maestros del pop. Cristóbal Briceño es también vocalista de Ases Falsos. La canción es serena. Es balada. El aura nevada que produce es el clima de aquella habitación de reflexión. Ahí hay fotos de trincheras, epitafios sobre las paredes, casquillos usados. Indiferencia mundial. El sufrimiento y la esperanza que se funde en un abrazo y en un sueño que culmina con un acompañante. No obstante, todo pantano de nostalgia tiene una salida. Y qué salida. “El Árbol Magnético ataca por sorpresa” son un poco más de siete minutos de éxtasis. ¿Noise, kraut, pop, electro? ¿Por qué no todo eso? Cuando se tiene un cóctel, se lo pasa bien. Se habla de traficar drogas. De explosivos. De fiestas. Es Dënver, y ya sabes de lo que va. En esta habitación, cuando se apagan las luces, también hay espacio para el descontrol. Para la diversión... es como estar en medio de una fiesta.

“Medio mal” vuelve a las baladas. Pero la letra es otra cosa. No es un lamento, es una advertencia. Una femme fatale declarando su poder. Otro instante cadencioso. “Mejor más allá” sigue el con el ritmo pausado. Unas cuerdas que entran al compás de los tambores y la inconfundible voz de Milton. Las referencias a canchas de tenis. Las cuerdas y trompetas que brindan progresiones que erizan la piel hasta llegar a un final entrañable. Pero de repente, afuera, Milton —que parece haberse teletransportado— ya te espera en la pista multicromática. Prepara una declaración. Otro resquicio para el baile. Otro nicho para una enorme canción. “Torneo local” es para imitar los pasos de Travolta a solas frente al espejo. Es un grito de inseguridad, de las inseguridades por las que todos han pasado alguna vez cuando se trata de invitar a aquél que nos alborota las hormonas. Poco a poco, la fiesta, reunión o lo que sea que se celebre en la cabaña, llega a su fin. Mariana sale entre el humo del hielo seco de la habitación. Se para justo en el umbral. Y le canta a alguien. Canta de pulsiones corporales, de deseos irreprimibles, sin razones y espontáneos. El canto se llama "Medio loca (Hasta el bikini me estorba)" Y así, mientras observas hipnotizado “como un cadáver que flota”, ya no estás en la cabaña. Estás fuera de campo. En la intemperie. Perdido... como los turistas. Alguien te recoge y te lleva hasta el andén 6 con destino a Cartagena. Ya en el transporte, piensas que los últimos veranos han sido raros. Hoy te tocó venir al Valle del Aconcagua —¿imaginaria o realmente?—, a una cabaña entre el follaje de la que nunca te olvidarás y en la que pudiste disfrutar de Fuera de campo —la continuación de un disco perfecto (Música, gramática, gimnasia)—, y al que, mientras más tiempo lo paladees, más le agarrarás sabor, cariño, adicción o lo que sea que se le agarre a los discos de 10 perfecto... o a los discos de Dënver, el sinónimo que se prefiera usar, está bien.

Red Bull Panamérika No. 252 – Conchas y birotes

Ni como pararlos