Ésta no es una historia de personas, sino de personajes.
Porque los personajes son seres muy distintos a los cotidianos. Son extravagantes. Atrevidos. Geniales. Poseen el maravilloso y misterioso velo de la farsa, y como todo velo, éste sirve como una especie de protección. Los personajes están en otro plano, habitan un limbo extraño entre la verdad y la mentira, entre la pretensión y autenticidad, y ahí, en las aguas que navegan, las cosas se vuelven sencillas. Mucho más sencillas.
Love of Lesbian no es una banda cualquiera. Y aunque una oración tan banalizada pueda parecer un cliché, es un buen punto de partida, por ello que sea tan recurrente. No son una banda cualquiera por muchas razones. Comenzaron bien y mal: una dicotomía de apreciación. Por un lado, algunos se enfocaban en la calidad de la banda, una agrupación que logró abrirle a The Cure y que, de hecho, en la mayoría de los textos superficiales regados por ahí, ese sigue siendo su highlight profesional. No obstante eso, además de evidenciar un periodismo perezoso, es una afirmación categóricamente injusta.
John Boy, el telépata de Dublín, aquel personaje que con su mirada universal conquistaba desde Lima hasta Reikiavik, se transformó en Santi Balmes en algún momento entre el 2009 y el 2011. O viceversa.
Con su voz como guía, hordas de escuchas se sintieron identificados con esa obra conceptual que comenzaba con una rememoración. El encuentro de alguien de dos iniciales escritas con compás, que lo transportaban diez años atrás, a las risas, los incendios de nieve, y las ventanas rotas de una relación tortuosa. Un disco como 1999 (O cómo generar incendios de nieve con una lupa enfocando a la Luna) no se supera fácilmente. Los reconocimientos llegaron. Conquistaron España. Aquella banda que cantaba en un inglés precario, ahora se erigía como el mejor cuentacuentos en castellano. Como las buenas historias, el encanto se propagó y de alguna forma u otra, llegó a México…
La historia, ahora, va en fastforward. Una presentación en el Centro Cultural de España. Un Caradura. Dos Lunarios. Un Foro Indie Rocks! Un Metropólitan. Dos Vive Latino. A Love of Lesbian le faltaba abarrotar el Plaza Condesa.
Después de 1999, con las masas en la mano, John Boy (o Santi Balmes, como se prefiera) tenía una encrucijada. ¿Cómo mantener lo que habían conseguido? ¿Cómo superar un disco perfecto? la respuesta era escribir, componer, y nutrirse de más música. Con el eterno aliado Julián Saldarriaga como mente maestra detrás de las armonías, Love of Lesbian manufacturó un disco contrastante, íntimo y multitudinario. Justo el material perfecto para las presentaciones en festivales. Lo volvió a hacer, maldito cabrón de John Boy.
Sin embargo, no todo puede transcurrir sobre las nubes. Algunas voces empezaron a especular. “Se vendieron”, “Hemos perdido a los viejos Love of Lesbian”. ¿Dónde quedaba “La parábola del tonto” o “Universos infinitos”, frente monstruos carnavalescos como “Toros en la Wii (Fantástico)” o “Si tú me dices Ben (Yo digo Aflleck)”, o frente a anuncios de cerveza que bombardeaban los ojos una y otra vez en España?
Había un truco bajo la manga. El surgimiento de un nuevo personaje. Un disfraz impoluto y nunca antes visto. Se simplifican las cosas y sí, las máscaras son de gran ayuda. Así es como nace Halley Star. El planeador, mago y poeta. Una personalidad a la que no le importa que las canciones duren casi 10 minutos si es lo que deben durar. Que lo mismo canta sobre odio o sustancias químicas, sobre la moral y los males pasajeros.
El Poeta Halley es un disco críptico, de letras profundas, reflexivas y penetrantes. Se tiene que darle más de una vuelta para adoptarlo, pero cuando se logra, cuando ese clic se produce, ya no se le quiere dejar ir. Dicen por ahí, que el mejor disco en la carrera de Love of Lesbian ha llegado. Lo podemos tener en las manos, en los oídos y ahora, era momento de presentarlo.
El Plaza es un escenario ideal. De buen tamaño, de buen sonido, de buena ubicación. El resto lo hace el público. Y cualquiera que se haya dado la vuelta a alguna presentación de Love of Lesbian, sabrá que gran parte del encanto de los muchachos, viene respaldado de una banda especial, 200 (o más) sonámbulos que silban, pero no de miedo sino de emoción. Porque aquellos catalanes sobre el escenario te hacen evocar una marea de sentimientos: risas y llanto, manos al aire, gritos y aplausos. El escenario ideal se complementó del aforo ideal que a semanas del lanzamiento del disco, ya corea las canciones.
El verso animal de John Boy mutó en uno mucho más racional, el de Halley Star.
Meditativo, pero igual de efectivo. Love of Lesbian se despidió. Pero como hemos aprendido con la experiencia, estamos seguros que volverán. De hecho, en noviembre ya está pactada otra fecha más para cantar.
El disfraz de Halley está a punto de recorrer escenarios, quizá para cuando nos volvamos a ver, ya esté más curtido, con más trucos bajo la manga, con la edad, las canciones, la energía, los versos y las artimañas necesarias para que, como él mismo clama, ni el mismo Diablo lo haga mejor.