Por: Julio Lorea (@cdsylps)
Blackest Ever Black es una disquera con un consistente buen gusto en dos campos: firmar artistas y editar material grabado. También, es un sello que en poco tiempo (se fundó en 2010) ha logrado, más que hacerse un nombre, formar una personalidad. En tiempos en que todo ya ha sido visto, lograr ser un ente único no es poca cosa.
De las filas de B.E.B. viene el dueto de producción Raime. Ellos se dieron a conocer en el año 2010 y desde entonces han coleccionado un puñado de pocos pero excelentes lanzamientos.
Las producciones de Raime son complejas y densas sónicamente. Sentimentalmente pueden resultar violentas, taciturnas cuando no, distantes. Catalogar su trabajo es difícil, pues fácilmente lo que hacen entra en demasiados posibles géneros y subgéneros; no les importa respetar ninguna línea de estilo ni adherirse- o restringirse- a un criterio musical. Como sea, se puede decir que el left field techno y el dub son elementos centrales en todos sus tracks. Por un lado los beats (nadie nada de baile aquí) provenientes del techno, y por el otro, el sub-bass del dub; por lo regular mezclados con cierto gusto industrial y envuelto en cierto halo de pesadilla.
En su último LP, Quarter Turn Over a Living Line (Blackest Ever Black, 2012), las producciones de Raime favorecían los golpes duros en las secuencias de beats (cuando los hay) y arreglos muy crudos de instrumentación real (baterías y guitarras), evidentemente tratando cada elemento hasta conseguir un efecto de pared de sonido y un estado de meditación (a la manera de Skullflower) que conduce a la reflexión y a la introspección. Es curioso que se pueda asociar en un momento dado a Raime con actos tan, aparentemente, opuestos como Skullflower o incluso Ramleh, pero el acercamiento de Raime al noise y al drone no solo es claro es marca de la casa.
En otros lanzamientos como en el If Anywhere Were Here He Would Know Where We Are (Blackest Ever Black, 2010) o el Raime EP (Blackest Ever Black, 2010), se pueden localizar muchos otros elementos de la música electrónica contemporánea, como la influencia de Burial, o sampleos (pareciera) de free jazz o ecos de new age (que tuvo tanta aceptación en el catálogo de Not Not Fun, solo por poner un ejemplo). Estos elementos se pierden en sus producciones más recientes, pero sirven para tener una visión clara de los caminos de Raime tanto en términos de producción como de estilo. Y sirve también para saber que se está frente un live set que con un poco de atención seguro hará reflexionar, ver y encontrar la belleza en la soledad; en la máquina; en el silencio y tal vez; en el baile.
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