Por: Roy Martínez
En la parte occidental del desierto del Sahara, la gente ha estado utilizando sus celulares como dispositivos multimedia, más que a manera de computadora personalizada con internet ilimitado. Durante un tiempo, la música que ellos escuchaban no saldría de esa región, ya que había sido hecha por, y para los usuarios de celulares en el desierto. Una red, que aquí conoceríamos como escena musical, se creó en torno al compartimiento de mp3s entre personas, vía Bluetooth, o USB. Sin recursos, y sin acceso a internet, los pueblos del norte de Malí, la gente de Algeria, Niger o Chad, entre otros, habrían de recurrir a hacer música en casa y después compartirla en alguna plataforma capaz de alcanzar a un gran número de personas. El internet por allá es una persona con pies descalzos, quien lleva un celular viejo y empolvado en la mano.
Aquí entra Christopher Kirkley, la mente detrás de la disquera estadounidense, Sahel Sounds. Lo que comenzó como un blog que exploraba la cultura local africana y su relación con influencias globales, fue creciendo hasta convertirse en una disquera que difunde toda esta música que de otra manera no escuchariamos. Él se encarga de rastrear a los artistas del noroeste africano quienes tienen un impacto en la comunidad local, y recopila su música en discos titulados Music From Saharan Cellphones. Absolutamente intrigados por esto, el Instituto de Culturas Amigas del Pocajú se ha dado a la tarea de incluir esta interesante música a la fonoteca del palacio del Marajá.
El primer volumen de los dos que han publicado (Music From Saharan Cellphones, Sahel Sounds, 2010), reúne una rica variedad de sonidos africanos, árabes, digitales, y regionales. Predomina el uso de guitarras, ritmos secuenciados, y voces alegres, típicas de África. Encontramos temas como “Tinariwen” de Group Anmataff, quienes han mezclado un ritmo en la guitarra, típico de la música Tuareg (cultura nómada del norte de Mali), con una máquina de ritmos, creando una propuesta como nada que hemos escuchado. Este ritmo también es explorado en “Alghafiat” de Amanar, con el uso de la guitarra eléctrica, la cual canta junto con la voz en un estilo que nos remite al sonido de la banda Tinariwen, quienes también son Tuareg. Algo completamente nuevo en la región también resultó ser el uso de autotune en “Tahoultine”, de Mdou Moctar. Esta canción, como explicó Kirkley en una entrevista, tuvo un alcance impresionante, ya que fue grabada en Níger, y fue un gran éxito en la capital de Mauritania. Todo gracias a la red de celulares. Por otro lado, el disco también incluye pop de la región francesa, como Algeria. “Faroter” de Joskar et Flamzy es una canción destinada a los antros africanos, ya que incluye un ritmo que bien podría ser el ancestro sabio del reggaeton, y voces ultra melódicas que invitan al escucha a bailar y saltar. Hablando de pop bailable, no podía faltar el kuduro. Este ritmo que viaja a más de 140 beats por minuto, se presenta con “Moribiyassa” de Kaba Blon. Era de esperarse que un estilo sumamente popular entre la juventud africana se escuchara en la mayoría de los celulares desérticos.
Desde la isla de Pocajú mandamos un enorme y resonante “¡Aloha!” a la gente de Sahel Sounds quienes, en oposición a los extremistas islámicos que han prohibido la difusión musical a través de celulares, ayudan a mantener una cultura musical viva.
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