La realidad nos golpea: géneros, museos, arte y educación
¿Qué es un museo? ¿Un lugar de entretenimiento, de discusión, un espacio solemne o uno dinámico? Definitivamente tendríamos que plantearnos cuál museo y en qué momento para responder a dichas preguntas.
En México hay una diversidad de museos. Los dependientes del Estado, los privados y los que son una combinación de ambos tipos de administración. Lo que sí, es que hay algo de especial en un museo, tenemos la percepción generalizada de que guarda, crea, investiga o promueve la cultura y/o el arte, lo cual nos pone en un aprieto también bastante grande:
¿Qué cultura y que tipo de arte se promueven en los museos?
En sus orígenes, los museos como invento europeo, se plantearon como recintos arquitectónicos que resguardaban y enseñaban objetos dignos representantes de la creación o el conocimiento humano, y bueno, en esa intención todo el esplendor colonialista de Europa se desplegaba al mostrar como “curiosidades” no sólo a animales y plantas de los territorios de las colonias sino incluso a personas.
En la actualidad, normalmente los museos en nuestro país poseen o se hacen de un cierto acervo con el que crean exposiciones permanentes o temporales en los que plantean discursos que provienen de las mentes de las curadoras o curadores, museógrafas o museógrafos y por supuesto, de un planteamiento de misión, visión y objetivos de la institución.
En ese sentido, pareciera muy inocente y en un plano casi romántico el museo, como espacio formador de investigación y divulgador a la sociedad, sin embargo, habríamos de preguntarnos ¿hay neutralidad en los discursos de los profesionales de los museos? La respuesta es no, como en toda construcción de discurso o conocimiento, hay una gama de presupuestos y valores que sostienen aquellas palabras curatoriales, aquellos acomodos museográficos y sobre todo, esas elecciones de objetos que algo nos enuncian como “dignos de prestarle atención”.
Sobre la línea de aquellas preguntas y pensamientos, el departamento de educación del Museo Nacional de Arte perteneciente al INBAL (MUNAL) y con el apoyo del Centro Cultural España (CCE) se embarcaron a la tarea de organizar el Primer Congreso Géneros, Museos, Arte y Educación, el cual se llevó a cabo los días 15 y 16 de julio del 2019, con una serie de actividades dirigidas a profesionales de los museos y a interesados, que buscaban incentivar la reflexión de la responsabilidad social de los museos sobre sus propios contenidos y la forma en cómo los lleva a sus públicos.
Mayela Flores, investigadora y curadora de arte virreinal y del S. XIX quien impartió una conferencia sobre lo que era considerado “artes mujeriles” y la implicación de estas categorías de cierta manera persistentes, explica: “Es importante, este tipo de iniciativas, porque inciden directamente en los planes de trabajo de estos espacios, ya que generan compromisos de trabajo de incluir estos temas que no forzosamente formaban parte de la misión y visión de los diversos espacios museísticos y por otro lado, generan una reflexión y evidencian faltas, debilidades, áreas de oportunidad, progresos y casos ejemplares. Yo creo, que los museos son un ámbito relacionado entre ellos, y generar comunidad de esta manera ayuda a compartir este tipo de experiencias y por lo tanto, propicia que cada institución lo asimile”
Durante el Congreso se trabajó en diversos formatos, sobre todo se promovía la discusión en mesas de trabajo donde diferentes profesionales pudieran dar sus perspectivas y experiencias, el ánimo de compartir y la genuina preocupación de cómo llevar estas visiones a instituciones burocráticas y rígidas se hizo presente por la mayoría de los asistentes. También, existían las dudas y preguntas sobre que acciones podrían incluir la perspectiva de género en los museos.
Karen Cordero, actual curadora independiente, quien ha tenido una larga trayectoria de trabajar los conceptos feministas para aplicarlos en la Historia del arte, curaduría y museografía, dio varias rutas:
· Uso del espacio tomando en cuenta el cuerpo como productor de conocimiento. Así la museografía tendría que estar pensando en las distintas corporalidades, así como tener un diálogo activo con el mensaje de la exposición
· Cuestionar al canón y la autoría. El canón es, los fundamentos que sostiene que algo es digno de verse y admirarse, habría que preguntarse ¿Quiénes hicieron ese tipo de objetos? ¿Hay implicaciones de género en quiénes podían producirlos y cómo abordan los temas? En cuanto la autoría, ¿Por qué ciertas obras son anónimas? ¿Hay una cuestión de género, clase social, étnica implicada en ello? Por tanto, la responsabilidad del Museo sería discutir estos fenómenos y crear nuevos discursos sobre la presentación de los objetos que expone.
· Privilegiar el proceso más que la producción. Es decir, no sólo fijarnos en los objetos de acuerdo a su visualidad sino hablar y enunciar las formas en que fueron producidos, bajo que restricciones, objetivos y cuales cuestiones políticas, económicas y culturales sustentaban su realización
· Sitio multivocal considerando relación en términos afectivos y vida cotidiana. Al decir multivocal, es la inclusión de diferentes perspectivas y experiencias enunciando sus diferencias de privilegios y circunstancias. Por lo que, los términos afectivos vendrían a ser un paliativo que primigenia la vinculación social a través de la preocupación por el otro y no por la competencia. Por ello, cuando se introducen elementos de vida cotidiana, podemos crear lazos relacionales que nos permitan ver una gama más amplia de la experiencia social y que no sólo ciertos personajes como políticos o guerreros monopolicen la representación.
Karen Cordero junto con otras mujeres artistas, investigadoras y curadoras forman parte del proyecto Museo de Mujeres (MUMA) un espacio virtual expositivo que, en la elección de las obras así como los textos de investigación que las acompañan , se disponen a conformar una mirada crítica feminista sobre el arte. Además, Liz Misterio y Benjamín Martínez del Instituto de Investigaciones Noa Noa con actual residencia en el Centro Cultural Border, dieron cátedra de cómo los movimientos autogestivos pueden presentarse como una propuesta más libre en cuanto las temáticas y críticas, donde han trazado el feminismo con la pospornografía o el activismo de corporalidades gordas.
No sólo se trata sobre los discursos que se plantean a los usuarios sino con las relaciones internas de trabajo, así como las relaciones con los públicos que asisten a los museos. Fue una de las conclusiones a las que se llegó en múltiples mesas de trabajo y conversatorios que hubo durante el Congreso. Debe mirarse cuántas mujeres hay en puestos de decisión, así como las relaciones internas de trabajo y sus dinámicas en cuanto al género y otros aspectos, como la clase social. ¿Se pueden promover los procesos democráticos para los públicos cuando internamente hay un entendimiento del poder de forma jerárquica y vertical?, ¿Hay posibilidad de ejercer mayores programas inclusivos cuándo cada vez es más irrisorio el presupuesto al sector Cultura?, ¿Cómo se relaciona el Museo como un espacio seguro en un panorama social violento y misógino como el actual en México?, fueron algunas de tantas preguntas que se planteaban los asistentes al congreso.
Golpes en la cara
De la manera menos esperada y cayendo la ironía cruelmente frente a nosotras y nosotros, los asistentes al congreso, se dió una situación de acoso afuera de las puertas del MUNAL el primer día del congreso. Dos de las chicas asistentes al evento, entre ellas, Luisa Almaguer quien es una artista trans de la Ciudad de México y era invitada como participante de un conversatorio, así como otra asistente, la cual lamentablemente no pude ya contactar para pedirle su nombre o referencia, estaban esperando afuera de las puertas del Museo durante la hora que se dio para comida. Un hombre las acosó al masturbarse enfrente de ellas, por lo que, pidieron a uno de los guardias si podía dejarlas entrar debido a la situación que se estaba dando, el guardia negó la posibilidad y ellas optaron por moverse hacia la sombra de la estatua conocida como El caballito, de Manuel Tolsá para huir del sujeto que las acosaba.
El acosador no se detuvo y optó por irlas a perseguir continuando con su masturbación. Ellas, nuevamente, fueron a la puerta del MUNAL, la cual tendría que abrirse aproximadamente en unos 15 minutos para la continuación del congreso, y le explicaron de nueva cuenta al guardia de seguridad la situación, pidiéndole que las dejará entrar para poder huir del sujeto en cuestión. El guardia de seguridad, al parecer informó la situación por radio, probablemente a su superior y negó nuevamente la petición de las dos mujeres. Otras asistentes presenciaron la escena y decidieron quedarse juntas para apoyar a Luisa y la otra chica, sin embargo, el hombre que las acosó jamás se fue hasta que nuevamente fueron abiertas las puertas del museo.
Luisa Almaguer estaba sumamente furiosa por la situación, dado que, desde su activismo y experiencia cotidiana del acoso, como probablemente cualquier mujer en este país, se preguntaba y lo enunció en el conversatorio del que fue parte: “¿Qué necesita una mujer para que las puertas de hierro de un museo le sean abiertas?” Luisa, posteó e hizo presente su inconformidad en su cuenta de Instragram, donde etiquetó al MUNAL y lo tildó de una institución insensible con la situación de las mujeres.
El MUNAL respondió en la primera confrontación de Luisa por redes sociales que lamentaban mucho el episodio, aludiendo que sensibilizarían al personal de seguridad para que esa situación jamás se volviese a ocurrir, “sin embargo los protocolos de seguridad son así de estrictos debido a la valía del acervo que conservamos”. Lo que provocó una reacción por parte de la artista, donde puntualizaba que no era una cuestión burocrática sino de seguridad de las personas.
Mensajes en apoyo a Luisa se hicieron llegar a las redes sociales, y de forma lamentable, el MUNAL optó por cambiar su justificación y caer en mentiras de acuerdo a la versión de Luisa, respondiendo: “ Le pedimos una disculpa porque el museo estaba cerrado, había en ese momento sólo una persona de seguridad que físicamente no podía abrir las enormes puertas del museo y además la respuesta tan poco rápida se debió a que el personal todavía no está totalmente sensibilizado para atender estas situaciones que tanto nos preocupan. Seguimos trabajando en ello y precisamente el congreso al que Luisa asistió era para tocar ese tema y tomar cartas en el asunto[…]” De acuerdo, a Luisa y otras testigos, no sólo había un guardia de seguridad sino al menos tres y el museo “no estaba cerrado” en un sentido de que no diera servicio sino estaban cerradas sus puertas durante el horario de comida del congreso y las puertas del museo, aunque en definitiva son grandes no es un impedimento para que una persona pueda abrirlas.
Intentaré diseccionar el suceso para ver sus distintas aristas. En primer lugar, el acoso se hace presente como un mecanismo de poder sobre los cuerpos femeninos, ¿Qué significa que el hombre haya sentido toda la libertad de masturbarse y perseguir a dos mujeres a plena luz del día y frente a un museo?, ¿Acaso no es un mensaje sumamente violento sobre la supuesta “disponibilidad y sumisión” que deben tener los cuerpos femeninos como objetos de consumo de los cuerpos masculinos?, ¿Qué significa que el hombre no sólo osó masturbarse sino que permaneció ahí viéndolas durante los minutos que faltaban para que abrieran las puertas del Museo?, es una imposición y conciencia de la impunidad de su crimen, es decir, él estaba plenamente consciente que no habría consecuencias por lo hecho y disfrutaba de seguir permaneciendo como un recordatorio violento hacia las mujeres de “lo hice porque quiero y puedo”. Es un actuar perverso que, está inserto en nuestras relaciones de género y debemos revertir.
Por otra parte, el MUNAL como institución no posee la condición de decisión para determinar las acciones de los sujetos fuera de sus puertas, sin embargo, sus agentes de seguridad debieron de haber tenido la respuesta de acción de protección y salvaguarda de sus asistentas e incluso, si éstas no lo hubiesen sido. Pues el museo debería plantearse como un lugar seguro, sin embargo, y como ellos bien aceptan su personal no está totalmente capacitado para estas situaciones. En ese sentido, quisiera hacer ciertas acotaciones. No creo que la culpa deba recaer en el agente singular de seguridad que atendió personalmente a las mujeres, probablemente como enuncia Hannah Arendt, su pensamiento privilegió lo burocrático por encima de lo ético humano debido a que, ellos mismos están insertos en un sistema de trabajo punitivo que castiga la desobediencia de protocolos que no están construidos con perspectiva de género. Y tengo la teoría de que el jefe de seguridad probablemente es hombre, y nunca ha tenido una experiencia de acoso; por lo que no sabe la sensación de inseguridad, miedo y vulnerabilidad que se vive cuando se es víctima y le fue muy fácil decir que no se abrieran las puertas.
En ese sentido, las respuestas como institución del MUNAL me parecen muy reveladoras, por un lado y de forma acertada, aceptan que su personal de seguridad “no esta sensibilizado” y que trabajarán en ello para que no se vuelva a repetir. Lo cual me parece una respuesta adecuada como institución al aceptar que han fallado y que deben tomar acciones para solventarlo, sin embargo, y ése es el problema, los sin embargos que dio la institución. El primero, interponiendo la valía de su acervo, lo cual es innegable, su acervo es patrimonio de la nación, pero, está descontextualizada la justificación. Dado que dos mujeres que sólo pasarán al área del vestíbulo no ponían en ningún sentido en riesgo el patrimonio que cuida el museo.
La segunda versión de justificaciones, fueron aludiendo a que sólo había un guardia al cual le era imposible físicamente abrir las puertas del museo. Aseveraciones que, según varias testigos y debo decir que, según mi conocimiento, eran mentira. Desconozco claramente, quién o quiénes tomaron la decisión de responder institucionalmente de esta manera, pero, debo decir que perdieron una gran oportunidad para actuar de manera en que mostrasen una conciencia y aplicación de la perspectiva de género.
No actuaron debidamente en la reparación del daño, que, en este caso, hubiera podido ser contactar a Luisa y la otra chica agredida por parte de alguien con alguna posición alta dentro del museo para expresar sus disculpas y tomar cartas en el asunto, no de forma punitiva con los agentes de seguridad sino mostrando que se desarrollaría algún tipo de programa de capacitación. Sin embargo, dejaron que fuera sólo a través de un mensaje de Instagram el acercamiento.
Por otro lado, me preguntó y planteo la cuestión: ¿Qué significa que la única forma de reaccionar ante un error sea la justificación y no la plena aceptación de culpa?, ¿Qué necesidad de mentir en la segunda justificación?, creo que lo que puede resaltarse es que, lamentablemente, las instituciones siguen percibiendo que para conservar su legitimidad como tales deben ser infalibles y sí para eso, hay que omitir o mentir, está bien. Es, a mi parecer, una cuestión sobre cómo se percibe el ejercicio del poder, donde se sigue creyendo que el poder se trata de siempre tener la razón y no, de construir y reparar.
Pareciera una inercia sobre el actuar político, que acepta parte del error, pero lo desmiente porque hay motivos para ello. Eso, es tomar responsabilidad a medias y en términos feministas, como plantea Laura Segato, hay un mandato de la política patriarcal que primigenia el resultado burocrático y no, el proceso de vínculos afectivos que crea lazos comunitarios. Esta situación es un llamado de atención para decirles a las instituciones que apreciaríamos que el espíritu crítico se sustentase primero en sí mismas y se llevase a la acción al construir puentes y no soluciones cosméticas. Por supuesto, que llevaría tiempo crear un programa de capacitación para el personal, sin embargo, la forma de respuesta demostró más interés por terminar con el asunto que por hacerse agentes activos de la solución.
Hay que decir, que hubo genuinamente experiencias significadoras durante el transcurso del congreso, las personas que acudieron estaban interesadas en llevar ideas y programas a sus respectivos lugares del trabajo. Y que el mismo departamento de educación del MUNAL, es un ejemplo de este interés al organizar y buscar la posibilidad para crear estos espacios. Sin embargo, como las y los asistentes enunciaron, un museo como institución es una sociedad en sí misma, los diversos departamentos se encuentra incomunicados y también hay distinciones entre quienes desean practicar ideas con perspectiva de género y quienes les tiene sin cuidado, sin embargo, habrá que tomar cartas en el asunto para que la perspectiva de género se incluya en todas las áreas de profesionalización.
Por cierto, el segundo día del congreso, ya no pude encontrar ni ver a la otra chica que fue agredida, quien nos compartió que dicha experiencia le recordó una muy similar que vivió siendo custodia en el Museo Anahuacalli. Me pregunto, si la horrible vivencia del día anterior la desanimó y disuadió de asistir el segundo día, y sí es así, la violencia contra las mujeres, lo hizo de nuevo, nos priva de espacios.