Mondadori (2009)
La convivencia enclaustrada entre desconocidos es, de entrada, algo interesante. La curiosidad invita. Una casa en Cuernavaca es donde cuatro sujetos, que muy pronto son bautizados como Imbéciles Anónimos, se encierran. La casa es de un amigo que los cuatro tienen en común, que como el autor, se llama José Mariano Leyva, y van ahí todos a ‘reponerse’ del fracaso que les ha representado su vida. Qué duro. Dentro de esa casa pasa algo, una cosita, que potencializa su vida depresiva y al mismo tiempo les da a los cuatro un aire de invencibles.
Imbéciles Anónimos habla de el estilo de vida de cuatro treintones, cada uno fácilmente definible: un cocainómano, un hombre obsesionado sexualmente con mujeres mayores, una DJ feminista y un homosexual intermitente. Lo que uniforma a cada uno de ellos es su pesimismo, igual a la mirada del narrador. De vez en cuando, la novela toma un tono reflexivo, que pone un alto a las mortificaciones constantes de los personajes. Cuando se ve tras las cortinas de la historia se entiende la esencia de la novela. El nihilismo que encubre a los personajes es el eje de todo el embrollo; es de lo que le gustaba hablar al autor en las presentaciones del libro.
Como historia secundaria, se habla de las diferentes realidades que ocupan a las clases sociales mexicanas. Hay ricos, intelecutaloides, zapatistas, drogadictos, policías corruptos… De cualquier manera, no se presentan estos escenarios con intereses moralistas: “Unas cuantas lecturas, algunas películas y ya formas parte de ese otro país. Del México pequeño. (…) Aunque eso no signifique mejora ni progreso. Pero ya estuvo bueno de medirnos con los parámetros del Porfiriato”. Los diferentes escenarios mexicanos son solamente un elemento más que le dan a la novela la etiqueta de Hecho en México.
En esta, su primera novela, José Mariano Leyva le reclama su forma de ser a una generación entera (a aquellos nacidos en los setenta). Les reclama su vacío, su carente interés por dejar huella, sus tempranas intenciones por tener una familia con dos hijos y un perro, y dejar que les pase el tiempo. Parece que el nihilismo en la novela viene de ahí, del cuento de siempre, de querer ser exitoso y no terminar de llenar nunca los zapatos del ideal propiamente delineado.