Que el fuego queme es algo que a nadie se le ocurriría poder en duda, pero a un niño por más manazos que se le den, puede que le resulte bastante atractivo el querer llevarse las flamas a la boca o tratar de sujetarlas con sus manos, esto claro hasta que lo intenta y mientras las lágrimas comienzan a correr por sus mejillas y siente todavía el ardor en la piel adquiere la noción de que el fuego quema, o en resumidas palabras, experiencia; de eso trata la recién inaugurada exposición de Paco Pepe Posadas Historias quemadas en la galería de arte contemporáneo Traeger&Pinto.

El español de 52 años, que ya había expuesto antes en nuestro país en el Museo del Chocolate con calaveras, cempasúchil y velas, en esta ocasión y fiel a su costumbre de mudar los soportes de su expresión opta por papel chamuscado, billetes (la única manera de asegurarse la cercanía de ellos es enmarcándolos dice), además de juegos de palabras con objetos varios como revistas o por ejemplo cajetillas de cigarro . Todo esto para mostrar que la vivencia que se quema deja como ceniza su lección.

Así los papeles amarillos y los desechos, que las más veces parecen estar dispuestos para el bote de la basura justifican su presencia dentro de la galería, al delatarse como narrativa de historias consumadas.

Y no crea que el español agarró un encendedor en su estudio y lo dejó hacer el arte, ya que cada quemadura que ve enmarcada está dispuesta de tal forma intencionalmente por el autor, como dice “nada es azar”. De manera que entre esos papeles y cartones ennegrecidos, huellas de la infancia y juventud de Posadas se pueden adivinar en textos a veces diminutos y en manuscrita que lo obligarán a pegarse al vidrio.

Además de tal esfuerzo para poder leerlas, lo invitarán a reflexionar, ya que no por ser sucesos personales dejan de interrogar al espectador sobre sus propios aprendizajes tras el cenizar de los años.