Cuando pensamos en los espectros tonales que caracterizan las fiestas, indudablemente nuestra mente nos remite a colores vivos: Verdes, morados, amarillos, naranjas, azules claros, turquesas o rosas neón. Para terminar pronto, pensamos en todos los tonos que un sable jedi pueda ostentar. No obstante, en el País Vasco la celebración parece empezar con otros tonos.
Zestoa es un municipio pequeño. Figura mundialmente por la Cueva de Ekain, un lugar casi sagrado para los estudiosos de la era prehistórica, pues posee importantes pinturas rupestres. Si bien hay pocos habitantes, en propias palabras de la banda : “hay mucha afición musical”. Amigos desde una temprana edad, tocando desde pequeños, la experimentación con los sonidos digitales se fue formalizando hasta que en el 2009 deciden llamarse Grises y empezar la escalada. Con influencias como Foals, Glasvegas, Arctic Monkeys o Arcade Fire, la banda sintetiza muy bien la energía electrónica. En “Wendy”, —y en general en todo el disco No se alarme señora, soy soviético—, los sintetizadores saben a fiesta, a saltos por las pistas, a puños en los aires moviéndose a ritmo de los beats. Cuatro chicos y una chica se quieren adueñar de los bailes, en donde el pop electrónico los dejará paladeando un sabroso caramelo musical que de gris no tiene nada.