Por Sofia V. (@sofiavim) Niño Árbol está lleno de naturaleza. A pesar de que su música es creada por medio de una computadora, logra crear texturas llenas de vida que te envuelven. Tiene una orografía musical llena de montañas y valles, en las que en un momento está en la cúspide —provocando saltos y movimientos que sólo pocos saben hacer con gracia—, y al otro está en una sutil transición a un sonido que se podría comparar con un cuerpo de agua tranquilo y fluido.
Este joven de tan solo 18 años sacó ya su primer álbum con nada más y nada menos que 28 temas y un EP con 7 piezas. En el primero, Audiorítmico, enseña la evolución que tiene a lo largo de un año de ser Kevin Martínez para convertirse en Niño Árbol. Pasa por el jazz, el funk, el house, el techno, y sobre todo por la psicodelia en la que experimenta con la música para crear un ambiente envolvente y enseña al público su talento como DJ, cuestión que no le duró mucho por su deseo de crear su propia música.
Su EP homónimo es un giro magistral en comparación como su álbum debut. No pierde su carácter circundante, sino todo lo contrario. Los 7 tracks están llenos de elementos que pretenden mantener al escucha en alerta constante, provocando que se involucre. Representa por medio de crestas y valles energéticos los cambios de sentimientos que se tienen respecto a la música y la vida en general, pero siempre teniendo un momento de calma y de alivio al final de la lucha. Aunque pierde un poco su forma natural y orgánica, utilizando puro sonido digital, mantiene la filosofía amarrada al origen de los sentimientos.
El próximo 17 de mayo, Niño Árbol presentará sus posibilidades orográficas en el Festival Marvin 2014, envolviendo al público de su naturaleza digital.