No es noticia que el paso del tiempo es inevitable. Algunos intentan –sin éxito– vivir en una fantasía estilo Peter Pan y no envejecer jamás. Por otra parte, los que crecen demasiado rápido lo toman con filosofía. Estos últimos, perfectamente conscientes de que nada es eterno, le sonríen al futuro que se aproxima y caminan hacia adelante sin temor. Yo La Tengo es una banda de New Jersey que con una trayectoria de más de 27 años, no lucha en contra de la época en turno, sino que se transforma con ésta y por eso mismo logra hacer musicalmente lo que quiere y se sale con la suya cada que lanza algún material nuevo.
Con un perfil bajo, la pareja de Georgia Hubley e Ira Kaplan, junto con James McNew, han logrado algo que ningún otro engendro del college rock ha podido hacer de manera tan exitosa: mientras muchos de sus contemporáneos han tenido sus quince minutos de fama o han sido “one hit wonders”, Yo La Tengo se ha mantenido relativamente estable y libre de caos a lo largo de su existencia. Con más de diez álbumes de estudio bajo el sello Matador, son Sonic Youth sin lo “art school hype”, B-52’s sin su fiesta quirky de luces, los Beastie Boys sin lo gangsta’.
Yo La Tengo es a grandes rasgos como aquel primogénito del rey que sabe que tiene el poder y al que el pueblo adora; pero un día decide que mejor quiere ser pintor y renuncia a su trono. Claro, de a ratos ese príncipe “artistoide” se aparece por la corte y alecciona sin querer a todos sobre cómo deben hacerse las cosas. Lo mismo pasa con Yo La Tengo, que este 2013 regresó con Fade, un álbum maduro y elegante que dignifica la edad de sus integrantes, quienes ya rondan los cincuenta y tantos años.
La esencia lírica del álbum: melancólica, dócil y de emociones conflictivas pero que se simplifican rápido. Es como si fuera la vida privada de Georgia Hubley e Ira Kaplan –que este año celebrarán sus bodas de plata– asomándose entre las canciones. La frase “We try not to lose our hearts/ Not to lose our minds”, del primer track “Ohm”, que es el sonido creador en la tradición budista, marca un aquí y ahora; y justo así arranca el álbum. La letra de esa canción parece emotiva y problemática; pero la “situación” no tarda en simplificarse, pues momentos después llega en la voz de Ira una resolución: “lose no more time resisting the flow”.
http://youtu.be/BauiMlA0VVo
Ese es precisamente el punto de Fade; escucharlo varias veces hasta llegar a un nivel de madurez suficiente para poder flotar y dejarse llevar por la corriente del álbum; como tomar consejo de las palabras escritas por Milan Kundera en La insoportable levedad del ser: “quién busque el infinito, que cierre los ojos.”
Este nuevo material es álbum hermano de Summer Suns (2003), en el sentido que también es fino y de experimentación sonora. Detallitos análogos –que si de repente llegan a sonar vintage, es porque probablemente lo son– constantemente se funden con voces templadas que parecen cantar desde alguna terraza y con un té en la mano. En “Paddle Forward”, guitarras más pesadas y con una forma à la kraut, toman el control. El disco avanza, y hacia el final, momentos sinfónicos se mezclan con “jammeos” eléctricos; como en “Before We Run”, la última melodía.
Sí, Fade intercala géneros y estilos, pero hay una constante que se mantiene: el ambiente de paz y sabiduría que se hace notar con sonidos eternos que parecen susurros en el fondo de cada track. Para reforzar ese estado sereno, un cover art precioso e iluminado muestra a los miembros de Yo La Tengo pequeñísimos, debajo de la enorme corona de un árbol en el Portland’s Overlook Park. No es coincidencia, pues detrás del telón está John McEntire, quien produjo este álbum; miembro de bandas míticas e intelectuales del sello Thrill Jockey a las que les corre rápido el cerebro pero lento la sangre (Tortoise, The Sea and Cake), le contagió algo de su parsimonia a los miembros de Yo La Tengo.
Con este refinamiento en su sonido, el trío añadió una pieza clave al rompecabezas de su discografía: Fade, es como una cadena de frecuencias y ruidos disonantes con ocasionales saltos agudos en los decibeles; que desconciertan a los sentidos a un modo muy psicodélico. Eso, sin perder la atmósfera de tranquilidad que al parecer sólo llega con la edad y el paso del tiempo en sí. Fade es sin duda, consecuencia de la madurez misma que ha alcanzado Yo La Tengo; donde se han dado cuenta que forman parte de algo mucho más grande y que son sólo una partícula más en el mundo y el universo.