Entrevista con Sabina Berman

Por: J.P. Alvarez La Ciudadela poco a poco se va convirtiendo en una biblioteca de bibliotecas. Las colecciones privadas de Carlos Monsiváis, Alí Chumacero, Jaime García Terrés, Fernando Castro Leal y José Luis Martínez se congregan en el gran proyecto de la polémica presidenta de CONACULTA, Consuelo Sáizar. Tocará a otros analizar si este magno proyecto contribuyó al desarrollo cultural del país, pero, por mientras, nos reunimos ahí con la escritora Sabina Berman, para platicar de los temas que suelen rondar su obra y la importancia que, para ella, tiene la cultura y el lenguaje.

Sabina, eres dramaturga, periodista, columnista, conductora, novelista, ¿desde qué terreno de la creación te sientes más cómoda?

Soy escritora, lo único que soy es escritora. Me dedico al lenguaje, a expresar el lenguaje. Como un pintor puede pintar acuarela, óleo o de pronto hacer una escultura o un video, igual yo transito en distintas formas del lenguaje.

 

Pero abarcas los terrenos tanto de la ficción como de la no ficción, cosa que grandes autores no se animan a hacer.

Yo soy una realista a nivel de ficción.  Me gusta la realidad llevada por la imaginación hasta sus extremos, pero no me gustan los duendes, no me gustan los ángeles, no me gusta el mundo del relato antiguo dela Bibliao los diablos o todo ese mundo fantástico. Entonces soy una realista y a mí el periodismo me nutre las venas de la ficción.

 

La palabra ha sido tu principal herramienta durante tu carrera, ¿qué significa para ti el lenguaje?

Es la singularidad de los simios erectos que llamamos pensantes. Es la extensión de nuestra mente y hemos colonizado el planeta con el lenguaje y sus derivados; la arquitectura es un derivado del lenguaje, la tecnología es un derivado del lenguaje. Nuestra primera separación de nosotros mismos es el lenguaje y ahí es donde inventamos, recordamos y reconocemos. Pero es también nuestro tormento, es también lo que nos separa de la realidad; es una ventaja y una tortura y hay que aprender a usarlo solamente a nuestro favor.

 

Ya has mencionado que el periodismo nutre tu ficción pero, ¿cuál de ellos te ayuda a comprender mejor el mundo?

Los dos. El periodismo me ha disciplinado a usar a las palabras sólo para nombrar, que tenga sustancia lo que nombran. Pero en el periodismo tienes que verificar. La ficción es el lujo de volar, de adquirir alas, de adquirir aletas o lo que te imagines. Pero si tu imaginación no está nutrida de realidad entonces es una imaginación muy pobre, es una imaginación sólo derivada de otras lecturas.

 

Sueles reflexionar sobre la mujer y su rol en la sociedad, ¿por qué es importante este tema en tu obra?

Porque soy mujer y cuando vives en el 50% de la humanidad discriminada y te desentiendes del asunto eres la víctima de esa discriminación. Sólo entendiendo el relato que te discrimina y los trucos de ese relato puedes más o menos librarla. Y hay una solidaridad también con las otras primates hembras. Es natural. También tengo solidaridad con los primates machos pero cuando son misóginos me es difícil mantenerla. Es difícil amar al que te odia aunque te lo diga muy bonito. Aunque te expliquen que tu rol es en la cocina porque así Dios dijo que debía ser y que tu cuerpo no es tuyo sino de Dios. Aunque te lo digan así de bonito, así de precioso como el papa lo dice, se llama odio. Se llama sometimiento. Entonces a esos no los puedo querer.

 

En alguno de tus artículos periodísticos mencionas que la guerra emprendida por el gobierno es también una guerra contra las palabras, ¿por qué lo crees así?

Lo que recuerdo que escribí es que esta guerra significaba inundar de muerte el lenguaje; el español de México se ha inundado de muerte. Antes decíamos “asesinó”, ahora, ¿cuántas maneras distintas tenemos para decirlo de forma más específica? Ajustició, explotó, descuartizó, descabezó, degolló, encajueló, empozoló…  Todo el asunto de la muerte ha invadido nuestro lenguaje y lo ha envenenado. Nos mueve una lujuria obscena hacia la muerte, ya lo había notado en Ciudad Juárez hace 10 años pero, aún hablando de la muerte de sus seres cercanos, hay una especie de lujuria. Yo creo que porque hacemos poco el amor hacemos mucho la muerte.

 

En tu obra de teatro El narco negocia con Dios, tratas el tema de la violencia de una manera cómica o tragi-cómica, ¿es importante poder seguirnos riendo aún en estas circunstancias?

Yo en esa obra me río mucho pero me río de angustia, la risa es porque se sinceran los personajes y nos damos cuenta a qué grado estamos en desacuerdo. Ahí está la representante de la derecha clerical, ahí está el periodista intelectual (que es quien tiene más información) y ahí está el narco; cada personaje tiene sus razones y no hay un terreno común para hacer un solo relato del país. Entonces esa intensa confrontación hace que la gente se ría y yo creo que en buena medida de angustia y de reconocimiento.

 

¿El lenguaje, el arte y la cultura son vías para que México pueda salir de la situación violenta en la que se encuentra?

En su definición más clásica la cultura es el espejo donde un grupo social se mira. Se mira, se reconoce y se puede reinventar. Nosotros tenemos muy escasa cultura, si ves las cifras de la encuesta nacional de consumo alrededor del 10% de los mexicanos realmente consumen cultura mexicana anualmente. No vamos a poder reinventarnos, salir de esto, si no tenemos ese espejo. Lo supo Vasconcelos, cuando acabóla Revolución, él dijo: “A la revolución de las balas debe venir la revolución del abecedario” y se dedico a hacer un espejo donde los mexicanos por primera vez en nuestra historia se vieron como un único pueblo, con una historia común y también con un porvenir, como en los murales del hombre y la ciencia de Rivera. Nosotros debimos haber hecho un espejo grande y amplio al entrar a la democracia, todavía lo debemos hacer, los tiempos históricos no se miden en años sino en décadas. En la segunda década debemos hacerlo si es que vamos a salir de este atolladero de muerte.

26 de noviembre al 2 de diciembre

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