Johannesburgo no debe ser un lugar muy distinto a la Magdalena Mixhuca en un sábado por la tarde. Al exterior de la carpa Bizco Club, había un clima de calentamiento global entre el pasto semi-seco, el concreto y el exceso demográfico. En la película District 9 de Neill Blomkamp, una nave extraterrestre encalla en la periferia de la mayor urbe sudafricana: el plot de ciencia ficción –con una subtrama de xenofobia, apartheid y futurismo fallido– narra la interacción animalmente caótica entre los famélicos alienígenas y la peor faceta de una humanidad tercermundista.
Lo que a las 4:15 de la tarde surgió del backstage hacia el escenario del Bizco Club, es un acto que bien podría haber surgido del shipwreck social descrito en District 9: en pantalla, un personaje que sólo podría haber sido pensado por Chris Cunningham para los videos de Aphex Twin, observaba a la audiencia con una mirada inquisitiva: flanqueados por estertóreos cantos tibetanos, esta ceremonia sacrílega daba la bienvenida a tres personajes vestidos en anoraks anaranjados. Los logotipos de Die Antwoord proyectados contra los muros, evocaban a un culto fascista que bien podría existir en Mad Max.
Die Antwoord toma la filosofía de la moda Zef, común entre caucásicos de clases trabajadoras donde la idea es ser pobre, pero fino: con estilo. Su música, vulgar y futurista, hereda lo atascado del Dutch House y lo tropicaliza al afrikaans, con rimas sediciosas y sexosas. Ninja –el líder– es una especie mutante de hooligan y MC; un Beastie Boy que no tuvo la suerte de nacer en Nueva York, sino en un barrio malora de Jo’burg. Yo-Landi es una chica menor a 1.60, con un corte de pelo rubio post-chaka, un antifaz blanco pintado sobre ojos con pupilentes negro-alienígena: una reggaetonera demoniaca en miniatura. Menos protagónico, pero más contundente, DJ Hi-Tek soltaba una tormenta de beats como si el Bizco Club fuera una nueva ‘Cúpula del Trueno’.
Ante el constante revisionismo festivalero, en el que la nostalgia prevalece sobre la vanguardia, lo más destacado del Corona Capital (en mi opinión y la de varios colegas), no fue la esperada visita de New Order, sino el inesperado encuentro con actos que hablan sobre lo que está ocurriendo en las urbes de este planeta, en el aquí y el ahora: No fue por accidente que la combinación caótica de símbolos y signos en la música de Die Antwoord, empatizara y estremeciera a los asistentes al festival, para mostrar que la realidad sudafricana y la mexicana, no son del todo diferentes.
Cualquier día de este 2012, una nave extraterrestre podría encallar en la Magdalena Mixhuca. O quizá esto ya ocurrió el pasado 13 de octubre, y no nos dimos cuenta.
Texto originalmente escrito para Publimetro, el 19 de octubre del 2012.