Daniel Lezama o el mito cotidiano Si el año pasado tuvieron la oportunidad de ver la exposición Pulso Alterado en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo MUAC, la colección del Museo de Arte Moderno de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad, o parte del programa conmemorativo de los 20 años del canal 22 y notaron en un momento algo como la orgía de lo cotidiano mexicano quizá estaban viendo algún lienzo de Daniel Lezama.
Ganador de la Bienal de Pintura Rufino Tamayo en el 2000 es originario del Distrito Federal.Su obra forma parte de colecciones públicas y privadas en todo el mundo, como El Museo del Barrio en N.Y., la Murderme Collection en Londres, la ya mencionada del MAM, entre otras. Y en una época donde el soporte material tiene más peso a veces que el contenido mismo de la obra, Daniel Lezama contradice tal experimentalismo.
Senos, flores, penes pintados, vientres de mujer embarazada, niños de colores, leche derramada,vulvas, cuetes, pambazos, excesos y sangre son objetos comunes en sus cuadros. En ellos gobierna un desaliño de símbolos nacionales ya que podemos encontrar como en el titulado La gran noche mexicana a Juan Gabriel y a la Virgen María compartiendo escenario. Incluso también esa otra identidad prehispánica encarnada en Tezcatlipoca y otras deidades aztecas como en Los baños de Nezahualcóyotl en convivio despreocupado con algún extranjero bebiendo coca cola.
El espectador ante sus cuadros no puede menos que sentirse en una especie de libertinaje callejero, de barrio desbordado, porque sus personajes son los que vemos todos los días rumbo al trabajo, a la escuela , en algún cruce de calles o en cualquier caminata de fin de semana. Tales símbolos y alegorías nacionales orbitan en torno al mito de la mujer como representante de la fertilidad, de la renovación de referentes, de ese México siempre interrogante a su identidad.
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