La semana pasada con la fiebre previa de béisbol y ahora con el basquetbol universitario. Sí, el March Madness nos dejó con un gran regusto tras el triunfo de los Blue Devils de Duke en las duelas de la NCAA en Indianapolis y muy parecido al “beis”, el baloncesto es una tierra fértil de Alas Cerradas para la NFL. Y como el “Garabato” de Vicente Leñero, las historias de esta élite de Tight Ends se ven enredadas una con la otra.

El primer ejemplo, y el más claro es el de quien discutiblemente posee el título de Mejor “Ala Cerrada” (Tight End) en la historia de la liga: Tony Gonzalez. Antes de verlo derrochar talento con los Chiefs o los Falcons, el número 88, brilló con los Golden Bears de Cal-Berkeley, con los que incluso llegó al Sweet Sixteen en 1995, su año de novato en la universidad. Eventualmente, prefirió el ovoide al esférico, aunque eso sí, eso de las clavadas siempre se le dio…

Tocayo de Gonzalez, e igual Ala Cerrada. Antonio Gates fue otra promesa del que desde novato se veía un futuro más allá de la instancia colegial. Con Kent State, llegó en 2002 una ronda después que Tony para el sí, jugar el quinto partido en aquel torneo jugado en Georgia Dome, último hogar, por cierto, de Gonzalez. Tras ser desechado por los buscadores de la NBA por su baja estatura, los Chargers lo convirtieron en el arma más importante de su ataque aéreo, primero de Drew Brees, luego de Philip Rivers, además de ser otro que la ha padecido desde que se prohibió el festejo de “la clavada”.

Así es, otra Ala Cerrada. Antes de ser seleccionado por los Saints después de su temporada de campeonato, Jimmy Graham sólo había pasado una temporada en el campo de fútbol americano de los Huracanes de Miami, por cuatro en sus duelas, donde llegó a la “fiebre de marzo” en 2008 y 2009. Por cierto, al igual que Gates, arma principal de Drew Brees, aunque en New Orleans. La diferencia es que a Jimmy, no le afectan los $300,000 de multa por retacar el balón entre los postes de gol.