“La Iglesia se ha quedado atrás 200 años. ¿Cómo no vamos a agitarnos? ¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de valor?” Quien pronunció esta frase fue el Cardenal carlo María Martini Arzobispo de Milán poco antes de su muerte acaecida el 31 de agosto en la residencia jesuita de Gallarate en Varese Italia. El Cardenal Martini nació en Orbassano Turín el 15 de febrero de 1927 e ingrasó a la Compañía de Jesús en 1944. Se doctró en teología fundamental y en Sagrada escritura en la Universidad Gregoriana y el Pontificio Instituto Bíblico respectivamente. Llevo a cabo una fulgurante carrera académica y cuando había sido propuesto como candidato a rector de la misma Universidad Gregoriana fue nombrado Arzobispo de Milán por Juan Pablo II. Esa arquidiócesis, es una de las más grandes de Italia y al tiempo de su nombramiento una de las más complejas y problemáticas. A su muerte la situación había cambiado significativamente.
En una entrevista concedida al sacerdote jesuita Georg Sporschill poco antes de su muerte y relatada posteriormente en el diario Corriere della Sera expresó que “la Iglesia está cansada, en Europa y en América. Nuestras grandes iglesias y nuestros conventos están vacios y la burocracia romana aumenta. Nuestros rituales y nuestra ropa son pomposos. ¿Expresan estas cosas lo que somos hoy día?”. Señaló que se requería una profunda conversión que, como lo hizo el concilio vaticano II, devolviera la Biblia a los católicos. Sólo la persona que percibe en su corazón esta palabra puede ser parte de los que ayudan a la renovación que le urge a la Iglesia y podrá responder a las preguntas fundamentales personales de manera acertada. Ni el clero ni el derecho canónico pueden sustituir a la conciencia interior del hombre. Las reglas externas, leyes, dogmas etc. son elementos para aclarar la voz interior y el discernimiento espiritual no son una herramienta para disciplinar. Así creía y pensaba este hombre de iglesia que pudo ser Papa pero la enfermedad se lo impidió.
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