Como suele suceder en estas fechas y sedes mundialistas, ocurre de todo. Caminas y te encuentras conocidos, caminas y en cualquier lado hay fiesta, caminas y te dicen que vayas a un lugar en específico, que porque “va a estar bueno”. En fin, fue un día donde reflexionamos y nos relajamos en la mañana pero que luego volvimos a repetir la dosis de Recife. Un poco de Boa Viagem para caminar y ver a la gente pasar y una ves más, vimos el letrero que advierte sobre los tiburones en el mar. Ella y yo nos pusimos a pensar por qué si existe ese riesgo, la gente sigue nadando.Luego del sobre salto en la costa de Recife, regresamos a ver el futbol. El juego entre Estados Unidos y Portugal, aunque no fue muy bueno, hubo goles y todo se decidió al final del juego. Ella estaba enojada como yo. Por el resultado que estaba consiguiendo Estados Unidos. El Fan Fest repleto de mexicanos sufríamos como si fuera México en vivo. Pero no, era Estados Unidos derrotando a Portugal y asegurando su pase a la siguiente ronda. Brazuquita y yo, a la espera de un milagro portugués, platicábamos con los que nos rodeaban en una calurosa noche en Recife. Si le sumas la multitud reunida, aquello era un horno de humedad. Los minutos transcurrían y el famoso Cristiano Ronaldo no hacía nada diferente para cambiar el rumbo de su equipo. Todo estaba perdido. Los americanos pedían el reloj y los jugadores ya estaban con una alineación plenamente defensiva. Nos imaginábamos a Costa Rica y Estados Unidos jugando los Octavos Final y a México en espera de conseguirlo. No podía ser. Era inconcebible para el orgullo del mexicano. Pero a punto de pitar el árbitro, Portugal le amargó la noche a los Estados Unidos. Con un centro perfecto de CR7 y la cabeza certera de Varela en el minuto noventa, la Brazuquita, México y yo, descansamos en paz. Es triste, pero ver la cara de los norteamericanos apagados y molestos, fue un momento de gloria para nosotros. Aunque les debemos nuestra calificación a la Copa del Mundo, estamos contentos. Luego de ello, nuevamente nos dirigimos a la reta brasileña. Como ya hemos platicado, la costa de Recife es como un club deportivo público. Tiene canchas de tenis, básquetbol, gimnasio urbano y canchas de futbol de arena y cemento. Pues de nuevo se armó el pambol. Para pasar el buen rato y distraer las piernas. Entre gente brasileña, mexicanos y uno que otro hongkonés, la pelota rodó y fue un éxito. La gente se acercó a ver, los aficionados mexicanos que pasaban y veían a los camaradas mexicas jugar con la verde puesta, lanzaban un grito de apoyo. Fue un día tranquilo, pero le sacamos mucho provecho ella y yo.