Hay quienes no pueden dejarlo. Basta escuchar una campana para que las células se agiten en respuesta. A algunos, los más, les vienen los fantasmas, otros simplemente no consiguen decir basta. Ahí está Leonard, por ejemplo: sólo un año después del desprendimiento de retina, Sugar Ray se entrenaba con la firme intención de darle la revancha a Hearns, pelear una vez más frente a Durán y hacer realidad el pleito contra Hagler. Las críticas fueron duras y unánimes: no necesitaba el dinero, no había necesidad de exponerse de aquel modo. Pero la deuda de Ray Leonard no era financiera, ni tenía tampoco otro acreedor que su propio orgullo. Venció a Marvelous a pesar de tener a las casas de apuestas 4 a 1 en contra y luego volvió a marcharse. Pero siempre había una pelea más. La última.
Hay quienes no logran llegar: Sugar Ray tuvo suerte y un juego de manos muy veloz, tal vez el más veloz que se haya visto. Ese constante claroscuro de indecisión terminó a los cuarenta: Camacho le propinó aquella paliza histórica en Atlantic City y el medallista olímpico y seis veces campeón del mundo decidió al fin colgar los guantes. Para entonces, cuando firmó esa última pelea, Sugar Ray Leonard formaba parte del Salón de la Fama y la llama se había mitigado con los años. Joe Louis tenía casi cuarenta cuando Marciano lo retiró, once de ellos como campeón absoluto de los completos.
Foreman atravesó tres décadas, Holyfield llegó al medio siglo dando batalla. Pero cuando se pierde el hambre, no hay nada que hacer. Algo le sucede a Pacquiao: entre las obligaciones del congreso filipino, su inclinación al pastoreo espiritual, los rumores sobre su vida disoluta, y ese firme trabajo de relaciones públicas que lo obliga a aparecer en toda clase de espectáculos benéficos, compromisos con patrocinadores y programas de televisión, parece que hay poco espacio para el boxeo de élite.
Timothy Bradley, a quien enfrenta este sábado por el título wélter de la OMB, luce determinado y entero. Ha tenido una preparación ejemplar. Hay mucho en juego: una derrota de Pacquiao nos dejaría sin la pelea más esperada de la última década. ¿Qué tiene en contra Bradley? Todo. Los jueces no van a permitir que un espontáneo cambie el guión de la película, y sin embargo, se alimentan las sospechas. Algo le sucede a Pacman. Tiene la cabeza en otra parte. Hay quienes no pueden dejarlo, y como en las relaciones humanas, hacen todo lo posible para que sea el otro quien los abandone. Rodrigo Márquez Tizano es escritor y editor de la revista de boxeo Esquina. En Ibero 90.9 conduce SS en Uruguay, los miércoles a las 22:00 hrs.