¿Quién no quiere dejarse abraçar por este músico brasileño, responsable de haberle metido guitarra eléctrica, poesía y mensajes políticos a la música brasileña de los años sesenta?
“Abraçaço”, la canción que le da el título al nuevo disco, el tercero de la trilogía en la que colabora con Banda Cê, es justo eso, un abrazo tremendo. Luego, acompañado apenas por su guitarra y esporádicos acordes de batería interpreta “Estou Triste” y el impulso se invierte; dan ganas de correr hasta su cuarto, 'el lugar más frío de Río', a abrazarlo a él.
Ahora bien, como estamos hablando de un músico que sigue produciendo, que compone y toca rock y samba y no de un tío cercano que nos enternece a sus setenta años, la pregunta debe ir por otro lado. Y la respuesta duele un poco. Si las once canciones del álbum fuesen todo lo que tiene para dar, es probable que a Caetano Veloso no se le consideraría uno de los compositores más importantes del siglo XX, el Bob Dylan de Brasil.
El estribillo de la canción que le dedica al revolucionario brasileño Carlos Marighela, “Um Comunista”, tampoco ayuda. O, ¿será que las sutilezas de lo que está haciendo se nos escapan a quienes no hablamos portugués, como se nos escaparían quizás algunos versos de Leonard Cohen, ocultos bajo abominables arreglos de órgano? Puede ser.
En todo caso, hay otros momentos muy disfrutables en Abraçaço, como el “Funk Melódico” enterito, los guitarrazos extemporáneos de “Bossa Nova e Foda”, el ritmo y las percusiones de “Império da Lei” y, de vuelta al talante romántico -léase Caetano diciendo te amo muito você- “Gayana”, con Rogério Duarte, donde canta con la candidez de un adolescente y esa ternura de la que sólo él es capaz.
Con tantito humor, se goza también escucharlo hacer “mega boom, giga boom, tara boom” en “Parabéns”. Y, después de cuarenta y tantos discos y con su disposición para seguir proponiendo, Caetano se ha ganado mucho más que eso.