UN RITUAL DE LUZ NEGRA Un escenario apocalíptico nos recibió a los pocos pero enfurecidos fans de Zola Jesus, quién se presentó por segunda vez en México el viernes 14 de septiembre. Lluvia, caos vial y ambiente desquiciado acompañaron a los fervientes seguidores en su travesía hacia el evento.
El Plaza Condesa no era un recinto cualquiera; se había convertido en una enorme catedral de luces fluorescentes con un altar de las artes negras como escenario. Los vasos de cervezas eran griales celestiales con líquido dorado que se paseaban entre el público como una especie de preparación para el ritual. En cuestión de segundos las luces cambiaron de color. Un humo rojo inundó el escenario, acompañado por el eco de la voz de Nika; la catedral calló, la ceremonia estaba por comenzar.
El ritual empezó con “Avalanche” y “Hikikomori”, extractos del último álbum, Conatus: odas a la angustia y desamor, apoyadas por la potencia denotada en la adición de un baterista a su espectáculo; producto del fanatismo de Nika Roza Danilova a Swans, el cual dio más poder a sus canciones y más presencia a la impactante voz de la líder de la banda.
Conforme avanzaba la noche, la sombra sonora de Zola Jesus creció hasta envolver a todo el foro en un trance cuyo clímax se presentaró durante “Stridulum”, “Trust Me”, “Night” y un acercamiento de Nika a sus feligreses, que consistió en brincar, bailar y cantar mientras se movía entre su público; sin duda lo mejor de la noche.
Por último, después de tocar “Ixode” y de un breve descanso, el grupo regresó al escenario para tocar “Vessel”, su última canción: un momento hipnótico que nos llevó a todos los presentes a un paseo imaginario por el río Nilo, sobre una enorme embarcación con detalles en oro y colores neón, que navegó tranquilamente hasta el final del ritual. De pronto las luces se prendieron; estábamos de regreso en el mundo real. Pudimos ir en paz, “la misa había terminado."