Sound City: El hechizo de las ruinas

La magia en la música análoga, no tiene lugar definido para surgir. Es un momento. Un instante que se posteriza para la eternidad en una cinta de grabación... incluso hecha entre escombros. Se puede pensar en Fleetwood Mac, en Neil Young, en Tom Petty, en Joe Cocker o en Johnny Cash, hasta en los Red Hot Chilli Peppers, Metallica o Nirvana. ¿Qué tienen en común? Todos ellos grabaron en el estudio Sound City de Los Ángeles, California.

Uno podría imaginar que las instalaciones de tan prestigioso recinto, contarían con todas las comodidades que una estrella de rock pudiera desear. Error. Todo lo contrario. Sound City era un basurero. Un simple cuartucho casi cayéndose. ¿De estas ruinas surgieron bandas tan imponentes? Los románticos estipulan que su hechizo radicaba en las personas laborantes, pues realmente amaban la música. Y quizá sea cierto. Pero el lugar contaba con otra arma secreta.

La consola Neve 8078 es una de esas máquinas que ahora son tan difíciles de encontrar. Confiables. Eficientes. Casi indestructibles. Y magistrales. Se podría especificar cada dato técnico de la portentosa herramienta, pero serían banalidades para lo que este texto pretende recrear. Esto es ciencia ficción. Es el hechizo de un conjunto que erigió una leyenda, y eso —por más perfecta que sea una creación tecnológica— no se logra más que con algo metafísico.

Sound City vivió una época dorada en los 70 —con los Mac como su estandarte—. De repente, todos querían grabar allí. Tenía un aura particular. Las baterías sonaban estridentes; perfectas. Las voces se acoplaban mejor. Las guitarras alucinaban con largos y míticos solos de fastuosas manufacturas, que lo único que lograban era colocar a la air guitar como práctica recurrente y obligatoria. Era un engranaje milimétrico, en donde cada pieza que integraba una grabación en Sound City, parecía encajar con sublimidad. ¿Por qué sonaba así un cuarto en ruinas? No había ninguna razón, sólo una propiedad áurea de misteriosa procedencia que era explotada de manera armónica.

Luego, en los 80, llegaron las tinieblas. El monstruoso imperio de lo digital comenzaba a despertar. Ya nadie deseaba lo análogo. Ya no necesitaban la magia. Y el estudio estuvo a punto de perderse —debido a cuestiones económicas— por primera vez. Entonces, llegaría un trío. Rock crudo. Rock rápido. Rock de garaje. Kurt, Krist y Dave eran tres tipos del noroeste de los Estados Unidos que marcarían una generación entera. Grabaron el Nevermind y el resto es historia. ¿O no han escuchado algún cover de “Smells Like Teen Spirit” por cualquier banda amateur? El estudio —como Uma Thurman en Pulp Fiction— recibió una inyección de adrenalina directo al corazón que le duraría unos cuantos años. Tanto le dio Sound City a Nirvana, que tiempo después —ya sin Cobain ni el fundador original entre los vivos, y también (casi) sin música análoga— Dave Grohl decide rescatar a la clásica Neve de la inminente bancarrota del lugar, filmar la historia del estudio y reclutar a súper estrellas para nuevas grabaciones.

Si les interesó el tema, o tienen la oportunidad y para no arruinarles (más) el espectáculo con palabras escritas, échenle un vistazo a Sound City, el documental que preparó Grohl. Ahí podrán visualizar más a fondo como la magia musical es algo incontrolable, espontáneo e inefable que —como un ave fénix— puede surgir hasta de las cenizas… o, en este caso, de los escombros.

Playlist Quirky no. 80 - Mid Century Modern Bunnies

Playlist Quirky no. 79- Jacarandoso