Por Alberto BenitezFotos por Cecilia Villaverde

En el 2012, Patti Smith fue parte del Festival de México y la elección para el venue fue el museo Diego Rivera Anahualcalli . Una noche que como única queja por mi parte (si es que se vale ser tan moñudo) fue la eternal fila para conseguir una cerveza.

Durante aquel 5 de mayo de 2012 permeaba una vibra tranquilizante con altas posibilidades encantadoras. Habían varios factores en juego que provocaron la magia: una combinación de luz de luna llena, la pirámide de fondo a la banda y el hecho de que fuera la primera visita de la poetiza contracultural en el país.

370 días después regresa a la ciudad, ahora en el Plaza Condesa, aunque la coincidencia se rompe con el lugar y la dinámica. Es inevitable hacer una comparación y creo que los que hayan asistido a los dos conciertos comprenderán por qué: es una cuestión de evaluación posterior a una experiencia memorable.

Aún con la misma elección de integrantes que la vez pasada y con un setlist bastante similar en ambos, queda claro cómo el elemento del espacio causa un cambio significativo en la manifestación del contenido y la energía.

Ayer fue una noche más de canción-saludo que de sonido-reflexión, Patti tenía a los espectadores cautivados y serenos. Complació a varios de nosotros con la elección de canciones clásicas y amistosas para los oídos.

Ante un Plaza Condesa concentrado en la pista y casi tan alivianado como el rostro de Lenny Kaye, se llevó a cabo el recorrido de memoria para un público de distintas edades y con gran porcentaje de mujeres presentes.

Evidentemente la Patti soltó una referencia y comentario hacia las mamás y hasta a Guadalupe, algo que no se debe pasar por alto en un país donde la madre y la virgen (tanto como mujer-rol-persona y símbolo) adquieren una presencia importante en la cultura (además de que ella es mamá y tiene a su hijo en la banda).

Un momento clave de la noche fue cuando ella recitó “Birdland” con un sutil acompañamiento de teclado y guitarra. Justo ahí reflejó el aspecto artístico pesado que posee la doctora Smith. Egresada del Pratt Institute en Nueva York y con reconocimientos notables como el Polar Music Prize (premio internacional de gran prestigio otorgado a individuos como Sir Paul McCartney y Quincy Jones), ella ha incursionado una trayectoria larga al arte constantemente siendo fiel a su discurso (de hecho hasta viviéndolo).

Hemos tenido la fortuna de tener a la embajadora de la palabra ya en dos ocasiones (y consecutivas) transmitiéndonos cariño y música espiritual. Queda una sonrisa y belleza emocional post-Patti, espero que a los que hayan ido ayer compartan la sensación.

Ah, y recuerden lo lo que dice Patti “¡Viva la vida!”