#PasaporteAdidas Bitácora Día 6

Desde Fortaleza, Ceará El Sol quema. Estamos tan cerca del Ecuador que los inviernos son cálidos. El bloqueador solar es un artículo de primera necesidad, tanto como un aire acondicionado.

Hoy despertamos muy temprano. Varias habitaciones del piso de nuestro hotel están en construcción y los trabajadores taladraron desde que emergieron los primeros rayos solares. Este hotel, ubicado en Beira Mar, la principal avenida costera de Fortaleza, no estuvo listo para la Copa Confederaciones, que ha sido un detonador turístico para la región.

Tras el desayuno, nos advirtieron: ¡cuidado con sus objetos personales! Sin joyería, sin relojes, sin muchos reales. Los delincuentes circulan con normalidad por estas calles y los turistas son carnada para ellos.

Con el cuidado recomendado, abandonamos nuestro lugar de hospedaje y ¡Cucurrucucú Paloma! ¿Mero gusto exótico de los brasileños? Caminamos unos metros y ¡Cuando calienta el sol, aquí en la playa! Acá también se escucha Luis Miguel. Nos detuvimos en un puesto de periódicos y varios pósters de RBD, como telenovela de moda. ¡Faltaba más! En el taxi, ¡Maná! Que las letras sean en español, poco importa a los brasileños. Traen arraigados los ritmos mexicanos.

Fortaleza es la tercera ciudad con más favelas en Brasil, por detrás de Sao Paulo y Río. Favela es el término para nombrar a colonias formadas de manera irregular y en completa pobreza, el origen de su nombre se le atribuye a una especie de planta que se ubicó en uno de los primeros asentamientos de este tipo.

Se asumió esta realidad social ineludible y decidimos visitar una de ellas. El taxista nos hizo las recomendaciones de rigor cuando la seguridad no es una garantía. Las puertas de las casas son angostas, los colores saltan a la vista y la pobreza dilata nuestras pupilas. Las condiciones sociales no son barreras para la práctica del fútbol. Una amplia extensión de terreno está llena de porterías. Ahí, el deporte cobra sentido. Ahí no hay viviendas. Se respeta el campo lúdico del barrio.

En los modestos restaurantes playeros, donde cocinan camarones y pescados, se reúnen turistas, vendedores y los mismos meseros a ver el fútbol. La Copa Confederaciones atrapa la atención.

Al menos tres personas distintas nos ofrecieron langostas. Acá no es un lujo. Cada una cuesta 5 reales (unos 30 pesos)

Aquí en la playa, no todo es diversión, salvo cuando el fútbol se encuentra presente.

 

PLAYLIST POCAJÚ PRESENTA 21 de JUNIO

Sigue siendo el Rey