Manual de celebración en caso de sobrevivir a los IMAS

Por: Manuel Vélez

Después de lo que para unos habrían sido las horas más largas de su vida, —pero para otros apenas una milésima de segundo—, algún renombrado DJ comienza a servir cachetadas en forma de ritmos, y los meseros —ansiosos de propina— destapan una, a veces insuficiente, cantidad de botellas con una precisión similar a la experiencia de aquél popular juego de McDonald’s en el que uno debía de proporcionar de ricas hamburguesas a un, —irónicamente—, cada vez más desproporcionado número de clientes.

Sin oponer resistencia, una desproporcionada masa de fenómenos de todo tipo, se abalanzan sobre aquellos contenedores llenos de humedad, con el fin de refrescar su cuerpo y mente, para comenzar a superar la indiscriminada (o nula) ametrallamiento de emociones. Una vez calmadas las urgentes necesidades de hidratación, la mencionada turba procede a sumergirse en un extraño ritual de socialización. Discos, voces y tarjetas se intercambian. Personas pelean contra sí mismos en la batalla de recordar nombres, y otros simplemente continúan perplejos porque el Warpig llegó a platicar en donde se encontraban.

De nuevo, más allá de lo absolutamente necesario para hidratar el cuerpo, los premios se usan a manera de embudos, químicas corporales se ajustan en conjunto y los menos experimentados en esta sarta de procesos y formas se ven envenenados por la ponzoña del “neceo” y, es en un cuadro pintado con esos elementos desplazándose a millones de kilómetros por hora, que se prenden las luces y —cual venados sorprendidos por un auto en la carretera— se congelan para posteriormente buscar refugio.

Sin embargo, más allá del manifiesto fatídico redactado en las líneas anteriores, este carnaval de sudor y miradas es mucho más que eso. Es la oportunidad para celebrar una loca, disparatada, única, emocionante y explosiva escena musical independiente. Un lugar en el que la, a veces, abotargada masa de fenomenales, puede relacionarse con personas unidas por un mismo interés: la música... bueno también el varo, pero más que nada, ¡la música!, ¿no?.

La música es la excusa principal para que cientos de personas congregadas en un espacio cerrado, interactúen, formen nexos, se rían y aprovechen para nerdear sobre temas como el fanatismo desproporcionado a la música de Captain Beefheart, su conocida obsesión por la música de Disney o como construir un theremin con materiales caseros. Es también una oportunidad (y de cierta manera, también el propósito mismo del convivio) para actualizarse, dar a conocer proyectos, interesar a terceros en las actividades propias y, en general: lograr una sinergia de ideas y emociones que nutran a esta singular escena musical con el fin de hacerla más diversa, proactiva, entusiasta y grande.

@Wachadafunk

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