Por Ana Hernández Mis papás crecieron en un ambiente absolutamente pobre en Chiapas. Trabajaron desde que tenían 5 años para poder llegar a comer aunque fuera una vez al día. Yo tuve la fortuna de poder crecer en un hogar en el que me podían dar de comer tres veces al día y en donde había una cama en mi cuarto. Pero también tuve la fortuna de ir a visitar a mis abuelos y aprender del tipo de vida que llevaban. A mi se me hacía de lo más normal. Escuchar a mis papás hablarle de usted a mis abuelos. Respetar a los mayores y convivir con todo tipo de gente. Creciendo en un ambiente así es muy difícil tener ideas en contra de lo que te rodea si te trata tan bien. No sólo por lo que aprendes a decir, sino también por lo que ves, pues mi abuelo materno es de tez morena y mi abuela es blanca; es por eso que a mi nunca me pareció algo que fuera raro o malo tener uno u otro color de piel. También, algo que yo siempre me cuestioné, era el hecho de que las escuelas en zonas rurales siempre estuvieran más descuidadas que a las que yo iba en la ciudad, y por qué la gente que vivía en los pueblos tenía casas tan desprotegidas. Incluso en la propia casa de mis abuelos, hecha de madera y los techos de lámina, en comparación con lo que veía en el pequeño departamento de mis padres de la ciudad, yo creía que todas esas diferencias eran una injusticia.
En México hay una amplia variedad de pueblos indígenas, sin embargo lo que vemos en la televisión es a lo que aspiramos ser, y esto no es lo que nos muestra. Incluso en los comerciales que nos presentan en televisión se han cometido actos de discriminación puesto que buscan a gente de tez blanca, con cabello y ojos claros, sabiendo que ellos en realidad muestran una minoría en nuestro país, pero nos indica que es a esto a lo que deberíamos aspirar a ser. Incluso -hace no mucho tiempo- hubo una polémica, gracias a que una aerolínea le negó el paso a gente indígena, por una supuesta sobreventa de boletos, sin embargo no se les respetaron sus derechos como clientes y no se les quería reponer los vuelos. Este ejemplo es uno de los muchos que hay de rechazo en nuestro país, y por tener ciertos rasgos, color de piel o en la forma que una persona se viste.
Esto también nos lleva a entender la problemática económica de nuestro país, puesto que el 80% de la población indígena vive en la pobreza, no recibe la educación necesaria y por ende no puede aspirar a una mejor calidad de vida, puesto que su autoestima se ve afectada gracias al maltrato y violencia ya sea psicológica o de cualquier otro tipo. Y esto nos lleva a una pregunta: ¿Es necesario ser pobre para poder ser indígena? ¿Es acaso la baja calidad de vida, en vez de las costumbres lo que define el ser indígenas? Cada que pensamos en indígenas lo asociamos con pobreza, ¿será todo esto gracias a la discriminación?
Prejuicios e ignorancia son las palabras clave para describir una sociedad que vive bajo la sombra de una discriminación latente y que nos limita a avanzar en conjunto. Es por eso que se debe buscar una mejor convivencia, y tal vez no será hablando con todo el que se nos atraviese en el camino, pero sí dejándonos de faltas al respeto llevadas por el prejuicio. Tratando a los demás como te gustaría ser tratado es una excelente filosofía, pues creer en una superioridad hacia otra persona basándonos en el color de su piel o por la forma en que se visten son señales de debilidad mental e ignorancia.