Como nos explicó el amable staff, cada noche de House of Vans es distinta; tres diferentes eventos con tres diferentes temáticas, decoraciones y artistas. La noche de Kiss My Vans estuvo dedicada a lo girly, pero no en el sentido de “todo es rosa y bonito”, sino en el sentido de “esta noche es para las mujeres y aquí todo es girl power”; digno concepto que va muy bien con la campaña de #HeForShe.
Musicalmente, la noche de Kiss My Vans fue una maravilla, pues igual que en la anterior, varios artistas que no parecían venir a México en al menos unos años se presentaron en el escenario del Deportivo del Estado Mayor. En fin, Kari Faux y Azealia eran artistas que nunca habían venido a la Ciudad de México, la Mala Rodríguez y Mexican Jihad eran el toque perfecto de poder hispano y Regina Puma –querida ex locutora de 90.9– hacía de las suyas entre actos con electrónica de la más alta calidad.
Además de eso, la decoración tenía colores tradicionalmente ligados a lo femenino como morado y rosa, y otros totalmente swag como dorado y plateado. En el techo metálico del venue (al menos parecía ser metálico) se veían proyecciones de Kiss My Vans. Sobra decir que el alcohol era gratis y se podían pedir “miches” de diferentes sabores en enormes “vasos de festival” de plástico decorados al estilo Vans. En cuanto a la comida, había toda una zona de food trucks en donde se podían pedir desde kebabs hasta sándwiches gourmet.
Entre todo eso, Kari Faux abrió la noche con una increíble respuesta por parte de la gente. Vestida de amarillo con un overall de jeans y acompañada por sus “bros”, ella le presentó su rap estadounidense a México y dijo estar pasándola increíble más de una vez. Ella se divirtió, y la gente igual. Después llegó la Mala Rodríguez con su hip-hop potente y sabrosón; Mala fue la sensación de la noche, la reina del Kiss My Vans. La Mala traía un atuendo muy sencillo, pero su actitud era todo lo que necesitaba; le lanzó cosas a la gente en pistolas de agua, volvió a iniciar un track porque sí y subió a un montón de chicas al escenario. Difícil de superar, sí, y en efecto ni Azealia lo logró.
Azealia Banks, de hecho, fue lo único que salió mal en toda la noche… MUY MAL. Después de tocar como 4 canciones –que ni eran parte de sus éxitos como “212” o “Ice Princess”– se bajó del escenario enojadísima porque le aventaron chela (no sabemos si era chela en realidad). Digamos que Azealia se lo tomó como un grave insulto porque estuvo hablando pestes de los inmigrantes en Twitter hace unos días y pues, al que le quede el saco, que se lo ponga. Azealia dijo algo como “oh, no no no”, tiró el micrófono y se largó para no regresar (y después de eso, su DJ todavía le gritó al público: “Do not throw shit at us! (¡No nos lancen mierda!)”... ¿De verdad? Muy diva; y totalmente exagerada.
https://www.youtube.com/watch?v=zQZbWHW1ETY
Muy mal por el que haya aventado la chela, pues ella se enojó a la primera y paró todo el show para pedir que no lo hicieran; pero como es México, obvio volvió a suceder y lo que pasó después es lo que está escrito arriba. Por otra parte, miles de personas iban a verla a ella y sólo una o dos personas le aventaron algo que de hecho, tal vez ni iba dirigido a Azealia; la chela le cayó a la rapera porque tenía unos ventiladores que apuntaban directo a su cabellera. Azealia y su crew fueron muy groseros con todos los fans sin necesidad de serlo y de hecho, vi a más de una persona llorando después de lo sucedido. Y ya, no hay que hablar más de Azealia, porque salió como 15 minutos y la verdad es que el resto del evento estuvo increíble.
Regina Puma, que tocaba electrónica fina arriba de una plataforma entre actos, fue la que salvó la noche mientras se preparaba para salir Mexican Jihad. Azealia se fue pero Puma salió inmediatamente vestida todo de negro y con un estilo y clase imponentes. Con ella al mando, casi todos siguieron con su fiesta y dejaron atrás el desagradable momento. Y después de todo el desastre, salió Mexican Jihad –Alberto Bustamante de NAAFI– a cerrar la noche con electrónica oscura que puso al Deportivo del Estado Mayor a temblar antes de que se quedara en completo silencio.
Kiss My Vans fue una gran noche y una divertidísima fiesta, llena de la intensidad propia de las mismas mujeres a las que estaba dedicado todo ahí.