Suprimiendo la distancia del Canal de la Mancha, Laetitia Sadier (Saeye para los amigos) ha unido con inmejorables resultados lo mejor de dos tradiciones musicales en sus vertientes más experimentales y arriesgadas. Esta itinerante, quien deja atrás dos de los proyectos más influyentes para la escena indie de un lado y al otro de este cuerpo de agua, Stereolab y Monade, presentó en Madrid el pasado 7 de julio su nuevo material en la incombostuble Sala Siroco, acompañada por Ibon Errazkin y Teresa Iturrioz en su nueva encarnación, Single. Además de la primicia de su placa, editada a finales del mes pasado, la Sadier ejerció de DJ haciéndose con el cetro soberano de la pista de baile con una selección que permitía intuir tanto su envidiable discernimiento musical como su maestría en albañilería sonora. Si algún rasgo define a esta artista, a la cual el mero calificativo de intérprete le queda corto, es su construcción de sofisticados muros acústicos cuya argamasa es siempre su inquietante voz.
Para su segundo esfuerzo solista, vuelve a colaborar con su ex-compañero sentimental Tim Gaine y, como sucede siempre que estos dos se ponen detrás de la consola, la producción de Silencio es, sin duda, impecable. El tema que abre el LP, Auscultation to the nation podría sonar prima facie como un orondo corte de Stereolab, pero no hay autocomplacencia alguna en ese corte ni en los siguientes. El pop melódico que Laetitia Sadier ha deconstruido y reconstruido tanto por cuenta propia como en aquellos ya legendarios contrapuntos con la fallecida Mary Hansen ocupa aquí un lugar privilegiado. Sin embargo, las guitarras surf imprimen una limpieza a este mourceaux que no escuchamos en ninguno de sus proyectos anteriores y recuerdan la majestuosidad orquestal de su colaboración, también de este año, con Benjamin Schoos en el tema Je ne vois que vous. Los cortes Invitation au silence y Merci de m’avoir donné la vie constituyen el corazón reflexivo de este álbum que abunda en influencias explícitas e implícitas. El funk de Chemical chords, uno de los vinilos menos conocidos de Stereolab, se deja sentir en varios de los temas y el carácter cinematográfico de la suma total de los temas evoca las bandas sonoras conceptuales del cine francés de los 70, especialmente las François de Roubaix. Moi sans Zach nos regala una indagación casi hablada, a la manera de Brigitte Fontaine, sobre los sinsabores y libertades de la ausencia y Fragment pour le futur de l’homme nos recuerda sus filiaciones políticas; no por nada esta mujer intituló al primer LP de Monade, Socialisme ou barbarie, como el famoso grupo intelectual francés de Léfort y Lyotard.
Sin ser un totum revolutum, Silencio es un disco cuajado de múltiples y exquisitas referencias cuya coherencia es digna de sesudos cursos de producción musical y cuya originalidad, avasalla como un mare magnum sonoro surgido del cruce de un modesto canal. Chapeau! para Madame Sadier y su navegación audaz hacia el silencio…