
Las cosas que se quedan: los objetos de Rosario Castellanos
No es la imagen habitual: no vemos a una joven de falda a cuadros en un parque, ni a una mujer con peinado de época desafiando al lente de la cámara. Aquí es una niña, posada con gracia en una silla, manos en la cintura y un sombrero que parece sacado de un payaso de los años 20. Es una fotografía que retrata a Rosario Castellanos, que seguramente le perteneció más a sus padres, Adriana Figueroa y César Castellanos, que a la propia Rosario.
La exposición Rosario Castellanos: Un cielo sin fronteras, concebida por el Colegio de San Ildefonso, te recibe con una ampliación de esta fotografía. Yuxtapuesta con la máquina de escribir que la acompañaría en su adultez. Desde el inicio, el montaje desmantela la imagen colectiva de la intelectual mexicana “hecha y derecha”.
La muestra es, en esencia, una reconstrucción de la vida de Castellanos a partir de las memorias impregnadas en sus objetos personales. Tal como sucede con la vida misma, hay significados que sólo cobran sentido al recorrer el álbum completo.
Ese sombrero de payaso que se repite en varias fotos. Tal vez, el elemento de un disfraz que Rosario se ponía para salir a jugar al jardín. También, es testigo material del innegable parecido en la niñez entre Gabriel Guerra Castellanos, su hijo, y Benjamín Castellanos, su hermano. Son solo algunos de los elementos que recontextualizan el entorno de la escritora.A través de presentarnos el vínculo recíproco con las personas que la rodeaban.

Entre los elementos esperados están sus manuscritos. El paso del tiempo ha vuelto transparente el papel, otorgándole una cualidad etérea que, paradójicamente, los hace aún más ilegibles. La letra de Castellanos, un espiral continuo y lleno de recovecos, carece de símbolos claros. A 57 años de su fallecimiento, esa caligrafía se sigue leyendo como un acto de rebeldía deliberada.
Los objetos, por su naturaleza, sobreviven a sus propietarios. Pero desprovistos del contexto de la vida diaria, “las cosas personales” quedan huérfanas de un testimonio que, tras la muerte, pocas veces puede reconocerse.
La exposición rescata el archivo inédito de Rosario Castellanos: notas, papeles, fotografías, cartas… Retrata su historia desde los lentes de lo cotidiano, revelando las memorias escondidas detrás de sus palabras atemporales.
Puedes visitar esta exposición hasta el 24 de agosto en el Colegio de San Ildelfonso.