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Hearts of Iron 4, un videojuego con suscripción.

No tendrás nada y serás feliz

En las vacaciones, como cualquier estudiante, tengo algo de tiempo libre. A veces lo uso (o lo desperdicio) scrolleando en redes sociales o sumergido en la nunca satisfactoria selección de las  plataformas de streaming. La otra gran actividad que hago es jugar videojuegos en la computadora. 

Antes lo hacía más. Mis juegos con más horas alcanzan las 400. Uno de ellos es Hearts of Iron 4, un juego de la compañía sueca Paradox Interactive que se ha actualizado constantemente desde su lanzamiento, en 2016. El gameplay es fácil de describir y difícil de llevar a cabo. La idea central del videojuego es tomar control de algún país durante la época de la Segunda Guerra Mundial y ganarla. 

Literalmente puedes elegir a cualquier país que existía en la época y llevarlo a formar alianzas y ganar la guerra. Tiene un appeal a una comunidad específica: la de los juegos de estrategia, que se ha visto opacada por los juegos AAA, categoría que se le da a videojuegos con alto costo de desarrollo comprados masivamente. 

En realidad tengo un problema grande con este videojuego… para jugarlo con todas sus características tendría que desembolsar más de 3,500 pesos. 

Sí, en un solo videojuego. Y este no es un caso aislado, la misma desarrolladora  tiene otro juego de simulación de civilización y conquista espacial, que tiene más de 30 DLC (contenido descargable por sus siglas en inglés), normalmente con costo extra. Para disfrutar del juego completo deberías de gastar un aproximado de 5,000 pesos. 

Pero no te preocupes, dice Paradox, porque por la módica cantidad mensual de 122 pesos para Hearts of Iron y 153 pesos para Stellaris puedes acceder a todo su contenido. Todo mientras pagues tu subscripción.

¿A esto es a lo que hemos llegado? ¿A tener que pagar una subscripción por cosas que antes te ofrecían completas cuando comprabas un producto?

Para ser totalmente justo, muchos equipos de desarrolladores usan la excusa del DLC para poder seguir desarrollando el videojuego con inyecciones un poco más estables de capital. Obviamente, totalmente a costa del grueso de los jugadores que tienen que pagar exorbitantes cantidades al mes o exhibiciones periódicas para acceder al contenido completo.

Y esto no solo pasa con los videojuegos. Es algo que va a seguir ocurriendo en otras industrias con otros productos. En este caso es una compañía aprovechándose del nicho de jugadores que ha cultivado durante la última década, pero pueden ser otros servicios.

Lo anterior recuerda al primer episodio de la temporada más reciente de Black Mirror. Este episodio se llamó “Gente común”. Trata sobre cómo una mujer tiene un accidente y su única opción para sobrevivir es una operación experimental que le instala un chip en su cerebro. Este chip viene con un costo operativo mensual; una subscripción, vaya. La mujer y su pareja tienen que ver de dónde sacan el dinero para pagar los crecientes costos de su vida. 

Es obviamente una exageración de la situación actual. Hoy todo tiene una subscripción, no somos dueños de nada y así la vida es más sencilla. ¿Quieres escuchar música sin límites? Suscríbete a Spotify o a Apple Music. ¿Quieres ver películas ilimitadas? Descarga Netflix y las otras 9 plataformas principales de streaming. ¿Quieres leer las noticias y lo más importante de actualidad? Paga por El País, El Universal, El Reforma, El New York Times… Mi punto queda claro.

Parece ser que la vida es una gran subscripción que pagamos mes a mes. Y lo que no pagamos (las redes sociales o páginas web) nos bombardea con anuncios que alimentan el consumismo rampante en la actualidad. 

¿Cuándo será suficiente? No sé si algún día nos sentiremos satisfechos con pagar más cosas mes a mes, sangrando dinero por cada una de las plataformas que usamos. Pareciera que se encontró el sistema más lucrativo, pero ¿será otra burbuja?

En 2016, casualmente el mismo año que salió a la venta Hearts of Iron 4, la política danesa Ida Auken escribió un artículo titulado “Bienvenido a 2030. No tengo nada, no tengo privacidad y la vida nunca ha sido mejor.” En este escrito, la autora esboza su visión para el 2030 con un toque de ingenuidad y optimismo. Espera que, para 2030, se haya creado una especie de tecno-utopía parecida al socialismo ideal. Es decir, que gracias a la automatización se libere el tiempo de los seres humanos para ser, construir comunidad y para disfrutar de la vida. 

Este mismo artículo fue tomado como inspiración para la frase “no tendrás nada y serás feliz”. Una versión un poco más adecuada a la realidad de ahora, que indica que la tecno-distopía está aquí para quedarse, con castigos para quien nada tiene, y privilegios infinitos para quien ya lo tiene todo.

La felicidad descrita vendrá de la supresión de lo cotidiano y el abrazo a lo artificial, las necesidades empezarán a brotar gracias a mercadólogos voraces que nos harán comprometer más de nuestros ingresos al mes. Seremos felices, pero también estaremos dormidos ante el trabajo que se hace para manipular la psique humana.

Seguiré jugando, pero también seguiré observando. Porque lo que hoy parece una decisión de ocio, mañana puede ser una estructura inevitable. La trampa ya no está en el juego. Está en el modelo.