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Portada del disco Woman Of Faces de Celeste.

Cosas rotas

Tal vez sea la biología. Tal vez es la cantidad ridícula de café que estoy tomando. Algo anda mal.

No tengo mucho ánimo de hacer cosas que me entusiasman normalmente. Las personas que más quiero ni siquiera me enternecen. Las ardillas en el parque conspiran en mi contra. ¡Las vi, hijas de su roedora madre! Chillando y corriendo entre ramas y cables, hablando mal de mí, planeando quiénsabequé. No hay que ser un genio para darse cuenta de que son ratas venidas a más.

No es motivo para echarme montón. Hay un rincón oscuro de mi cerebro que reúne todos los objetos que he perdido en mi vida. Junto a esa colección de decepciones, está otra, con todas las cosas rotas que pienso arreglar algún día, pero todavía no me decido a hacerlo. Ya son tantas cosas rotas, que si decidiera arreglar una, no terminaría con el resto. Esa fuente inagotable de autodesprecio, llena de amuletos mentales para la autorepugnancia, se mantiene inactiva, pero latente durante meses.

Cuando mi química cerebral está un poco vulnerable, libera su veneno en pequeñas dósis. Solo basta empezar a sentir un poquito de síndrome del impostor, para que en mi memoria empiecen a aparecer las imágenes de cada tacita despostillada, cada cuadro con el vidrio estrellado, cada tapete mordido por el perro, todas las chamarras perdidas, los calcetines sin par, las camisas sin botón, los lápices que olvidé, los libros que presté, mi teléfono con la pantalla en pedazos, mi bici rayada, mi bolsa descosida.

Esas imágenes no me provocan nada trascendental. Son una versión deforme de mi propio ser, que como dice el personaje de Michael Keaton en Birdman, “just keeps following me around, hitting me in the balls with a tiny little hammer”. No es esa la causa de mi nube mental, pero estoy segura de que lo de las cosas rotas tiene mucho que ver. Eso, y el exceso de humo.

Raquel

 

 

Echo45 Sound System – Nightmares On Wax
Xavi

 

Portada del disco Echo45 Sound System de Nightmares On Wax.

Echo45 Soundsystem es un disco que está atrapado en el tiempo, en una época en el que los sistemas de sonido callejeros se escuchaban en cada calle que pisabas, cuando la que la violencia era el pan de cada día y predominaba la música gótica y post punk como voceros principales de la contracultura. 

Nightmares On Wax nos transporta a una Inglaterra en el que la música era símbolo de resistencia y la explosión intercultural en la región estaba más fuerte que nunca; gracias al auge de migración del Caribe en la década de los 70, en las calles se escuchaba, a través de los soundsystems, reggae, soul y hip hop. Se creó una contracultura dentro de la contracultura. Y es dentro de este contexto que Nightmares On Wax crea su más reciente álbum de estudio Echo45 Soundsystem.

Este “mixtape”, como él mismo lo nombra, es una amalgama de múltiples géneros que se escuchaban en las calles de Leeds en Inglaterra, donde él creció. Por un lado tiene este estilo hiphopero tan característico de la época con ritmos que obligan a tu cuerpo a mover la cabeza al ritmo de la canción; por otro lado, baja el ritmo para convertirse en un reggae con un poco de acidez al estilo de Yellowman y por otro se convierte en soul introduciendo voces suaves e hipnóticas como la de Sadie Walker

Echo45 es un disco nostálgico y personal del artista en el que nos muestra el lugar espiritual donde creció y explora versiones incluso primitivas de géneros que actualmente están en un lugar mucho más alto. Te lo recomiendo totalmente si te late la onda de la cultura afro europea, jamaiquina y, en general, contracultural suburbana; pero si no te gusta o no estás acostumbradx a un lado más alternativo de la música, probablemente no sea tanto de tu agrado.

Sea como sea, no te creas todo lo que lees en internet; mejor escúchalo y me cuentas qué te parece.


 

Electric Hour – Sword Il
Regina

 

Portada del disco Electric Hour de Sword Il.

Me gusta escuchar música nueva, me gusta descubrir nuevas bandas, pero a veces soy floja o cuadrada; quizá me quedo en mis favoritos y repito sin darle oportunidad a nuevas propuestas. Pero bueno, aquí estamos escuchando música nueva y descubriendo bandas que entrarán a esa rotación constante y que quizá se vuelvan parte de este loop que, irónicamente, me hará no descubrir nuevos artistas.

Sword II es una banda de indie rock experimental de Atlanta, Georgia, lugar del nacimiento del trap. De esa ciudad han surgido proyectos de infinita variedad, desde OutKast, hasta Deerhunter o Faye Webster. La portada del disco me remitió directamente a From the Prye, el disco más reciente de The Last Dinner Party. Un lugar en donde están pasando millones de cosas a la vez, todo sobre una especie de jardín. Me atrapó desde la portada.

En su Perfect 10 de Pitchfork, una serie en la que los artistas eligen un álbum al que le pondrían un 10 cerrado, nombran el homónimo de Judee Sill de 1971 y el Delaware de los Drop Nineteens de 1992. Y sí, creo que si esos dos discos se mezclaran saldría algo como Electric Hour: una mezcla de tristeza, guitarrazos, nostalgia y enojo. 

En 2023, la legendaria NME sacó un artículo en el que un periodista cuenta que en el verano de ese año, llegó en Uber a una zona de Atlanta donde incluso los conductores de taxi no querían entrar. El chofer le preguntó si estaba seguro de que esa era la dirección correcta.

Era un lugar con negocios tapiados, terrenos vacíos y perros sueltos. Un barrio más adecuado para montar una trap house que para armar una tocada a donde mandarían a un periodista de NME. Pero el rock no nació en los barrios altos, y contra toda alerta de supervivencia citadina, ahí era el lanzamiento del primer disco de Sword II, en su cuarto de ensayo.

Los tres integrantes, Travis Arnold, Certain Zuko y Mari González, lo transformaron en un espacio DIY: ellos mismos montaron el sonido, sirvieron bebidas y crearon un ambiente íntimo, una reunión en donde estaban invitando a la gente a entrar en su mundo. Y suenan justo a eso: como escuchar a un grupo de adolescentes que organizaron un show en casa de sus papás.

Al inicio juzgas, pero conforme avanza te sorprendes con el sonido, la habilidad para tocar y el mundo que están creando. Entran a tu playlist y se quedan ahí, en un loop constante del que nunca saldrás.


 

CHROMA 000 – BICEP
Dany A

 

Portada del disco CHROMA 000 de BICEP.

 

Por más que descubras música nueva, todos los caminos parecen llevar inevitablemente a la escena electrónica británica. 

Inglaterra es un lugar donde el color no es especialmente brillante, los cielos se manejan en escala de grises, la comida es bastante insípida, y si tu mayor entretenimiento es el cricket y la taza de té de medio día, no eres una sociedad con mucho sabor que digamos. Pero en la música pareciera haber una excepción. Supongo que quienes viven en esta ciudad de grises tienen que colorearla con sus rolas. 

La palabra Chroma viene del término griego Khrômq, que significa color. El término se empezó a usar en el vocabulario cotidiano a finales del siglo XIX para referirse a la vitalidad del mismo.

La música me llevó a imaginar paredes de concreto con un montón de gente en el centro y lásers de diferentes colores que estaban listos para descomponer la cámara de mi teléfono si no ponía atención. La batería no es constante. A veces four on the floor, a veces beats de jungle y drum and bass, pero no deja de sonar.

Las melodías que están en el fondo son ambientes sintéticos que no quieren ser protagonistas, pero llenan el espacio negativo lo suficiente para que otras cosas brillen. Mi parte favorita son los arpegios de sintetizador que están al frente en tracks como el “005” y el “010“.

Son de esos que si probablemente escucharas de fiesta o en un DJ Set en vivo, te harán pensar que estás viviendo un momento que te generará nostalgia recordar después. Recuerda no sacar tu teléfono para “guardarlo para siempre”, solo te verás ridículo grabando por más de 30 segundos y, pasada una semana, nunca vas volver a ver ese video. Nadie los ve.

 


Woman Of Faces – Celeste
Tania

 

Portada del disco Woman Of Faces de Celeste.

Tengo un llavero lleno de llaveros. No tiene ninguna llave, no abre puertas. Al contrario, es un constante recordatorio de todas las que se han cerrado: Mi amiga de la primaria con la que no hablo hace 10 años, aquel amor de verano que recuerdo con alegría aunque me rompió el corazón, ese otro amor que me dejó con más lecciones de las que yo quería aprender, o el familiar a quien le guardamos una silla en Navidad aunque ya no está. 

Un objeto inútil que pesa al cargarlo en la mochila, así como pesan las expectativas, rupturas, silencios o, en el caso de Celeste, la presión de una disquera que quería un nuevo Not Your Muse —el disco con el que la nominaron al Mercury Prize— sin preguntar si a ella le quedaba algo por dar. Ellos querían un hit. Ella quería defender su trabajo sin sacrificarlo por el márketing. 

Woman Of Faces nace al analizar todas las facetas y contradicciones que vienen en los términos y condiciones de ser una persona. Seguir adelante, pretendiendo, aunque el cuerpo —o la vida— pida descanso, como en “On With the Show” o “Keep Smiling”. Y nos invita a dejar de cargar el peso emocional en el cuerpo y liberarlo en canciones o en un aro con llaveros que te puede apuñalar si está mal guardado en tu mochila, pero que te ayuda a hacer las paces con cargar algunos recuerdos.

 

 

A Body Like a Home – Alejandra Cardenas • Ale Hop
Silvia

 

Portada del disco A Body Like a Home de Alejandra Cardenas • Ale Hop.

No me gustó. Y no porque sea malo (no lo es), sino porque está hecho para incomodar. A Body Like a Home no quiere sonar bonito, quiere sonar profundo. Y lo logra, pero a veces a costa de alejarte. Hay discos que te invitan a entrar, este más bien te lanza fragmentos y te deja armarlos sola, si quieres.

Ale Hop mezcla electrónica abstracta, grabaciones de campo, voces desfiguradas, silencios raros, cuerdas distorsionadas y capas que a veces se sienten como niebla. Su disco anterior de este año traía experimentación con música congolesa. Gibrana Cervantes es violinista, compositora, parte de Amor Muere y fundadora del 316centro, uno de los motores de la escena emergente de la Ciudad de México. Una combinación elegante y retadora, pero lejana a la comodidad del pop. 

La escucha no es lineal: es una especie de ensayo sonoro sobre el cuerpo, el hogar y lo que duele entre uno y otro. “On Memory” abre como si alguien pensara en voz baja con una computadora. “Untamed” parece construida con restos de una tormenta. “A Body Like a Home“, la canción que le da nombre al disco, suena como si algo se derrumbara adentro.

Hay momentos brillantes, como “Glass Skin” o “When We Were Diamonds“, donde la textura del sonido logra emocionar sin gritar. Pero incluso esos picos no buscan quedarse contigo; pasan y ya.

Este disco no está hecho para ponerte de buenas ni para acompañarte mientras haces otra cosa. Está hecho para ponerte en pausa. Para sentarte a pensar. Para escuchar lo que normalmente ignoras. Lo respeto muchísimo, pero no creo que vuelva a él pronto.

Y eso también está bien.


 

Spiralic – Hank
Ana Lau

Portada del disco Spiralic de Hank.

Con voces que se reproducen entre ecos, guitarras que suenan de fondo, una batería que marca un pulso casi hipnótico, e intervenciones de bajo que producen un efecto de conciencia, el nuevo EP de Hank, una joven banda londinense enfocada en la música alternativa del Reino Unido, llega en una mezcla de shoegaze, grunge suave, dream-rock y pequeñas dosis de noise. ç

Todos estos géneros se encuentran en un mismo punto, giran sobre sí y vuelven a empezar.

Este EP podría evocar una mezcla improbable entre la melancolía envolvente de Bôa y la densidad emocional de Deftones; incluso, en ciertas piezas, podríamos distinguir guiños a los primeros discos de Slowdive o a la crudeza delicada de Soccer Mommy. Son canciones que mantienen un ritmo estable, que nos paralizan en momentos de reflexión y luego nos regresan al punto de partida con los mismos acordes iniciales, aunque ligeramente torcidos, transformados. Es ese juego circular lo que instala una sensación de trance extraño: un vaivén entre claridad y descanso con ruido blanco.

Estas cinco canciones son una combinación inesperada entre descanso y concentración. Sus acordes son lo suficientemente suaves para empujarte hacia tus propios pensamientos, pero también están lo suficientemente trabajados como para obligarte a permanecer consciente en su escucha. La voz de su vocalista, Emma Haller, funciona como una línea melódica de suspiros que no se diluyen frente al fondo instrumental.

Este disco nace del proceso íntimo de la banda tras meses de escribir en habitaciones pequeñas y estudios improvisados en Londres. Surge del deseo de capturar la vulnerabilidad que vuelve una y otra vez: un pensamiento repetido, una memoria que regresa, una emoción que ronda pero nunca se resuelve. De ahí la espiral: un movimiento que no se cansa de volver, que insiste, que te arrastra al centro.