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Portada del disco hooke’s law de keiyaA.

Cómete estas anchoas

Hoy no puedo hacer otra cosa que pensar en anchoas. En inmensos bancos plateados de anchoas que nadan juntas en el norte del Pacífico sin la sospecha de que en cualquier momento, una manada de orcas va a venir a botanear con ellas antes de ir detrás de los leones marinos, que dan más lata.

Anchoas en una pizza napolitana con salsa de tomate y orégano. Anchoas en una latita. Anchoas molidas en un aderezo. Anchoas ahumadas. Anchoas frescas. Anchoas en una tapa con pan de masa madre y mantequilla. Anchoas en un plato de papitas fritas. Anchoas en un pan tomate.

A mucha gente no le gustan las anchoas, principalmente porque tienen un espectro de apertura limitado y no pueden concebir la idea de disfrutar de un sabor tan fuerte. Es un comportamiento infantil que seguramente tiene que ver con que su mamá les ponía Coca – Cola en el biberón cuando eran bebés.

Están entrenados desde el nacimiento para comer azúcar refinada y glutamato monosódico, y pensar que eso es comer rico. Pero en realidad, comer rico es comer anchoas. Quiero unas anchoas en una ensalada de jitomate, cebolla morada, albahaca y una vinagreta con limón amarillo. Tengo hambre de anchoas. Casi todos estos discos son anchoas. Todos cuestan trabajo, y si expandes tus limitaciones de niño mimado, vas a entender algo que no habías imaginado antes.

Si no quieres darle Coca-Cola en biberón a tu bebé, escúchate estas anchoas y conviértete en un engendro del demonio babeando sobre el teclado pensando en anchoas a media noche en un miércoles de luna llena. ¡Auuuu!

Raquel

 

 

Tremor – Daniel Avery
Xavi

Portada del disco Tremor de Daniel Avery.

 

Imagina un mundo completamente digital, tanto orgánico como electrónico. Piensa en una selva completamente electrónica con hojas luminiscentes que brillan bajo la luz de la luna, cables que cuelgan de los árboles reemplazando a las lianas y serpientes con piel metálica que relucen su color plateado cromado.

La principal diferencia entre este universo y el nuestro, además de la fusión entre lo orgánico y lo artificial. Es que todo parece estar hecho de pequeñas basuras, que por sí solo podría parecer que no tienen un valor significativo, pero al juntarlas tan minuciosamente conseguimos un resultado que habla por sí mismo; que no depende del humano para vivir y es imperfectamente bello. 

Esto es lo que se siente escuchar Tremor de Daniel Avery, una odisea que por si sola tiene el poder de hacerte tener una catarsis si te dejas llevar por sus corrientes que fluyen como un caudal. A través de su estado cambiante, diversificándose entre el techno, ambient, rock y R&B, te hará saber que no eres tú quien lleva el control y no está dispuesto a cederlo. Sin embargo, no te arrebata este “control” a través del caos o con agresividad. Te convence a entregárselo como si fuera una sirena que te seduce para que caigas ante sus cantos. 

El factor más fuerte de Tremor es el hecho de que nunca sabrás que va a venir después, ya que es una amalgama de géneros, instrumentos y sonidos que te hará sentir una especie de incertidumbre mezclada con entusiasmo por saber qué canción sonará después.

Comienza con una canción ambient que incluso se siente nostálgica para presentar el disco, continua con un R&B al estilo de Labyrinth y luego viene algo más punk con un guitarrazo que te hará mover la cabeza. Sin embargo, todo parece tener las mismas bases, las cuales son súper estables; se nota que vienen de años de experimentar con diferentes géneros y de la mente de un productor con mucho talento y más de 15 años produciendo como lo es Daniel Avery. 

En este disco no se puede evitar sentir un poco de experimentación que probablemente fueron fruto de improvisaciones en el estudio, pero no se siente como un álbum pretencioso. Tremor sabe lo que es y lo es todo, es relajación, es nostalgia, es amor, es temor, es ira y es una explosión controlada que te hará sentir que estás escuchando algo fresco, incluso después de la segunda escucha.

 



Iconoclasts – Anna von Hausswolff
Luisa


Portada del disco Iconoclasts de Anna von Hausswolff.

 

Después de que la acusaran de crear “música satánica” y se le impidiera presentarse en varios recintos religiosos en 2020, la compositora sueca regresa con su nuevo disco Iconoclasts. Su título no es casual: un iconoclasta es quien se opone a creencias establecidas o a la veneración ciega de símbolos. Y von Hausswolff lo hace no destruyendo, sino reconstruyendo un sonido más espiritual, calmado y hasta protector del aura.

Conocida por su estética gótica, solemne y repleta del sonido monumental de su destacable órgano de tubos, aquí expande su lenguaje musical. Iconoclasts es acompañado por un uso expresivo de cuerdas, maderas e instrumentación más amplia. Es también más melódico y accesible que sus trabajos previos, sin que eso signifique renunciar a la densidad emocional que la caracteriza. Como oyente, fue muy fácil imaginar escenarios cinemáticos que serían muy interesantes de un día poder hacer realidad y darle vida a su música. 

La voz de Anna sigue siendo un eco sereno que puede llegar a ser gigante e intenso, pero también llega a ser reconfortante y sincero. Uno de los grandes protagonistas inesperados del álbum es el saxofón de Otis Sandsjö. Él, junto a su saxo, introduce una calidez y una intensidad que forma narrativas complementarias a los cantos de Von Hausswolff. Sus intervenciones pueden ser crudas o rítmicamente hipnóticas, como en “Struggle With the Beast“, cuyo groove de casi nueve minutos no perdió mi atención jamás. Aun así, su aportación nunca eclipsa al resto: hay demasiado ocurriendo, y todo se acompaña sin lucha de egos.

Lo que en All Thoughts Fly era “satánico”, aquí se vuelve una conversación viva entre órganos y saxofón, arropada por arreglos orquestales épicos, baterías que retumban en el pecho y guitarras distorsionadas que surgen como sombras. El álbum es una respuesta espiritual, una luz recién caída a la tierra, que recuerda que la música puede ser un refugio.

 

 

1979 – µ-Ziq
Igna

 

Portada del disco 1979 de µ-Ziq.

Tengo la ligera sospecha de que en 2000 años, cuando ya no quede nada de nosotros más que nuestras ruinas, así es como van a sonar.

Decadente, juguetón y en partes casi melancólico, 1979 es un álbum que sabe muy bien lo que quiere decir, desde un principio.

Majadahonda at Dawn” te recibe en una atmósfera pesada con una pista sombría casi que embrujada por unas vocales distorsionadas que cuentan de lugares perdidos y sueños que nunca serán. Poco a poco se abren paso los sintetizadores que hablan de algo más grande, como si estas ruinas empezaran a asomar su antigua grandeza.

Tracks como “Clari 1” o ”Radox” son respiros periódicos con sonidos más amenos y alegres que no desentonan con este ambiente, como plantas creciendo sobre escombros, y permiten apreciar mucho más canciones como “Floatation” o “Holmbush”, composiciones que en otros lanzamientos pasarían desapercibidas, y que destacan muy agradablemente, gracias a una producción más compleja que nunca se siente excesiva como esas únicas torres que siguen en pie en una ciudad que de otra forma ya yace en ruinas.

El resultado de estas decisiones es una atmósfera impecable que se mantiene coherente más no repetitiva. Todo está tan bien pulido que, al igual que un buen sitio arqueológico, parece simple en la superficie, pero solo basta escarbar un poco para encontrar una genialidad sutil que requiere años práctica y ensayo. 

Con este disco, µ-Ziq demuestra de nuevo porque su proyecto no es una electrónica más del montón sino una gema oculta entre la maleza esperando pacientemente a ser descubierta por quien tenga el tiempo de encontrar un mundo extinto, que aun así tiene mucho por descubrir.


 

Is This a Queue – Alpha Maid
Valentina

 

Portada del disco Is This a Queue de Alpha Maid.

 

Este disco es incómodo. La misma sensación que te da la escena de una película en la que están a punto de atrapar a alguien, o cuando el personaje abre una puerta que no tenía que abrir, es la sensación que te da escuchar la primera canción:6-9“. En cualquier momento algo puede pasar. Se siente como un montón de sonidos que están buscando ser escuchados, con urgencia. 

Escucharlo por primera vez fue tétrico. Creo que la portada te puede dar una idea de que es un disco bastante oscuro y abstracto, pero yo no me lo esperaba. Parece el soundtrack de una pesadilla, lleno de distorsiones, bajos y chillidos de los que te hacen cosquillas en todo el cuerpo. Transmite de una manera muy cruda lo que las palabras no hubieran logrado hacer. Imagina que alguien mete la mano en tu cerebro y lo rasguña. Así se escucha.

Puede que toda esta descripción te esté quitando las ganas de escucharlo, pero es una experiencia loquísima, muy diferente a la que cualquier otro disco me había dado. Me sacó de mi zona, y me desconectó totalmente de mis pensamientos por un rato. En especial “WHY WE HAVE TO MOVE“, con la baterista Valentina Magaletti (Moin, Vanishing Twin, Tomaga). Esa rola es casi ritualística. 

Alpha Maid es una productora del sur de Londres con raíces jamaicanas que, desde 2019, hace glitch y ambient electrónico. Este es su álbum debut, en el que canaliza su ansiedad y frustración, pero también la esperanza que dice que encuentra en el hecho de que el 96% del universo es desconocido para nosotros. Es un ejercicio para probar que el control es simplemente una ilusión, nunca lo tenemos. Deja que Alpha Maid te arañe las entrañas y que este disco te embarre de incomodidad.




REPULSOR – Shlohmo
Pontas


Portada del disco REPULSOR de Shlohmo.

 

¿Hace cuántos años acabó la pandemia? Parece una pregunta muy tonta, pero de verdad me lo cuestiono por lo poco que se habla sobre esa etapa hoy en día. Fue de esos eventos masivos de los que nadie se libró, a todxs nos afectó de una u otra manera. Es raro, porque nadie niega que fue una época trágica, rara, incierta y solitaria; pero aún así parece ser que decidimos en conjunto dejarlo en el olvido. Ignoramos el gran agujero que dejó en todxs nosotrxs, y en vez de sanarlo, decidimos llenarlo con mierda.

Después de tiempos llenos de incertidumbre, decidimos que era momento de volver a lograr la permanencia sea como sea, aunque eso implique alienación y monotonía. En este contexto, en el que el arte fue uno de los muchos afectados, existen casos como los de Shlohmo. Como sí de un profeta se tratara, sacó su álbum “The End” en 2019, que incluye canciones con títulos que fácilmente podrían ser descripciones de la “vida pandémica” como “Panic Attack” y “Staring at a Wall”. Pero fue hasta ahora, después de seis años de mantener un perfil bajo, que pudimos escuchar de nuevo un disco suyo.

REPULSOR es un álbum al que la modernidad le parece repulsiva. Es una patada en la entrepierna del arte limpio, perfecto y brillante. Se niega a la permanencia, a la monotonía y a volver tu experiencia cómoda en un elevador. Y esto tiene que ver con que Shlohmo, cuyo nombre real es Henry Laufer, empezó en la escena “beat” de Los Ángeles junto a artistas como Flying Lotus. A él le tocó vivir de primera mano cómo la artesanía de sus primeras producciones, por más humanas que sonaran, se fueran re-etiquetando e insertando a la epidemia de los “Lo-fi Beats”. Así que no es ninguna coincidencia su rechazo a la época contemporánea.

Es un álbum que desde el principio suena “mal”. Una voz de 8-bit te saluda con ternura seguida de un golpe de distorsión. El juego entre la nostalgia digital y la saturación es una constante en todo el disco. Abraza el “gis” de tiempos pasados, el sonido de la aguja en el vinil, la estática de la cinta y la distorsión del CD. El mismo Shlohmo, en entrevista, hace referencia a una cita de Brian Eno: “Todo aquello que ahora te parezca raro, feo, incómodo y desagradable de un nuevo medio, seguramente se convertirá en su sello distintivo.” Se trata de abrazar la anomalía y rechazar la regularidad.

Canciones como “Resin” dan otra perspectiva de esto mismo, demostrando que lo efímero y lo espontáneo no son sinónimos. Está más cerca de lo que algunos pueden relacionar con un video de 10 horas en Youtube de lo-fi beats para estudiar, pero hay algo de la aparición esporádica de sus elementos y su tono analógico que la hacen sonar como una canción inexacta. Su contraparte puede ser “Fistful of Dirt”, una canción mucho más pesada y oscura, más cercana al metal. Su estética saturada y granulada se debe a la grabación directamente en cassette, una técnica muy utilizada en géneros como el black metal.

Sea en su faceta más pesada o más etérea, uno puede encontrar los sonidos incómodos de los que habla Eno. Shlohmo se esmera en hacer sonar las cosas como no deberían y así invitarnos a escuchar los restos que quedaron de su producción, indicios de cómo fue creada su música, no importa sí es por el sonido de una guitarra o de un sintetizador.

Bajo una industria hiper-acelerada en la que se pretende hacer de la música una fábrica, Laufer decidió que la primera toma de las dos únicas colaboraciones del disco quedarían en el producto final. Todo esto va más allá de una decisión estética o de tener flojera de grabar catorce tomas que cada vez suenan más iguales. Es tener, como él mismo dice, una “armadura” en los tiempos actuales. Donde hay cinco tips fáciles para hacerte millonario y un tutorial cómo hacer un hit musical en tres sencillos pasos, hay que contrarrestar con paciencia y búsqueda de lo auténtico, que es todo menos perfecto.

Es muy fácil intentar llenar el hoyo que nos dejó la pandemia con basura. Pero tal como se muestra en la portada del disco, tener una “armadura” no es dejarse llenar por la basura, sino adaptarse al daño que conlleva tenerla a nuestro alrededor. De nada nos va a servir ignorar lo que pasó hace unos años y seguir adelante. Hagamos discusión, analicemos, conversemos, dejemos de hacerlo un maldito tabú como si se tratara de la homosexualidad en los 50’s. Así que aceptemos que este nido de basura no es permanente (nada lo es) y uno tiene que afrontar su pasado, por más dolor que eso traiga.

Por cierto, la pandemia terminó oficialmente hace dos años.


 

hooke’s law – keiyaA
Anto

 

Portada del disco hooke’s law de keiyaA.

Aún recuerdo alguna de esas clases de física que no me salte en la prepa, y qué bueno que no lo hice porque no habría podido entender el nombre de este, el segundo álbum de keiyaA.

La ley de Hooke establece que, “La deformación de un material elástico es directamente proporcional a la fuerza aplicada, siempre y cuando no se supere el límite elástico del material”.

Si quisieras estirarte como un resorte, sabrías que en algún punto no podrías ser el mismo. Hooke’s Law de keiyaA sabe mantenerte en esa línea invisible en la que la tensión se encuentra con la ligereza, ese espacio que no se ve, pero se siente, donde uno resiste sin romperse del todo.

El álbum explora el cansancio emocional en canciones como “Until we meet again” oi h8 u”, rolas que se mueven con la elasticidad del alma. Cada sonido se estira como una emoción que busca fluir, como si respiraras cada nota y las canciones corrieran por tu cuerpo. 

Las voces de keiyaA se cruzan, se doblan, se responden. En cada tema hay una sensación de quietud tensa, de calma que late debajo de algo que podría romperse en cualquier momento. Son fragmentos de pensamientos que se escapan, como si cada palabra saliera de un punto profundo del cuerpo.

Hooke’s Law conmueve sin proponérselo. Es un álbum que se percibe más como un estado que como una historia: el punto exacto donde lo emocional y lo físico se mezclan. Al escucharlo, no sabes si te está sosteniendo o si te está dejando caer, pero en ese balance hay una verdad serena, un tipo de alivio que solo llega después del esfuerzo.