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Esta es la portada del disco caroline 2 de caroline.

La realidad es ciega, pero la música está viva

Anoche visité a mi maestro. No es un maestro de artes marciales como el señor Miyagi de Karate Kid, o Pai Mei de Kill Bill o Splinter de las Tortugas Ninja.

Tampoco es el personaje que hace Robin Williams en Dead Poets Society ni un Jack Black en School of Rock. No sabría en dónde ponerlo. Es un David Bowie con la sensibilidad de San Juan de la Cruz y la urgencia de Leo DiCaprio en Romeo + Juliet.

Hablamos toda la noche sobre lo decepcionante que es este momento donde la ideología y la moral pesan más que la vida, el sexo está tan desgastado que es una mera transacción, ya no es nada excepcional, la experiencia humana está reducida a la comida a domicilio y lo que sea que vea uno en Tik Tok, la reproducción no tiene sentido, la vida no es un milagro que hay que saborear a cada minuto y toda existencia se categoriza en los márgenes de una identidad a la que hay que alinearse. ¿Dónde diablos quedó la libertad de ser? Ser nomás.

Atravesé la noche caminando hacia mi casa y mi maestro se quedó en la suya, sus palabras resonando en mi cabeza: “No sé por qué dicen que el siglo XX fue el siglo de la imagen, si fue el siglo del oído. Solo la música logró ser un agente de cambio, de movilización, de revolución. Desde los cincuenta hasta hoy. Pasamos más tiempo escuchando que cualquier otra cosa. La gente anda en la calle con audífonos, no con visores”.

Esta selección de discos tiene algo de toda esta realidad ciega contemporánea, pero también señala ese mundo vivo que se terminó con la pandemia y nos quedamos con el puro cascarón. La inteligencia artificial no tiene una opinión, no tiene ideas originales ni pensamiento propio, pero es complaciente. Igual que nosotros. Creo que estos discos están muy vivos, y que la música es una de las pocas herramientas que tenemos para acceder a lo verdaderamente humano, lo extraordinario.

Raquel

 

 

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Rainy Money Dogs – Miynt
Nat Z

Portada del disco Rainy Money Dogs de Miynt.

 

Vivimos en una era dominada por la inmediatez, donde la búsqueda constante de estímulos se ha vuelto casi instintiva. Queremos escapar -aunque sea por un momento- de esos espacios físicos y mentales que nos incomodan. En medio de ese ruido ensordecedor, Rain Money Dogs de Myint es una invitación a hacer lo contrario: observar sin intervenir, sentir sin la necesidad de entender. 

Grabado desde un rincón remoto en el norte de Suecia, el disco captura esa sensación de irte de una fiesta, no porque odies a quienes están ahí -al menos no conscientemente-, sino porque algo dentro de ti pide silencio. La banda te sobreestimuló, las conversaciones se convirtieron en un bucle interminable, las luces eran demasiado brillantes y los graves de las bocinas te daban ganas de vomitar. Eliges alejarte de la tormenta, no como un acto de huida, sino como un gesto delicado para regresar a ti. 

Miynt construye un universo donde todo pasa sin atropellarte: las emociones no estallan, flotan; las palabras no empujan, susurran. Su propuesta es una declaración de ternura radical, una voluntad de romantizar lo mundano, de encontrar belleza en lo que sucede cuando nadie está mirando. 

A través de una atmósfera onírica que mezcla psicodelia, trip hop y shoegaze, Miynt nos sumerge en un sueño del que no queremos despertar. Uno en el que la lógica se evapora y hasta lo más insignificante se vuelve digno de admiración.

 

 

Birthing – Swans
Tello 

Esta es la portada del disco Birthing de Swans.

Claro que me iba a tocar escribir sobre el álbum de cien horas de la banda de culto neoyorkina de los ochenta. La gente suele recomendar discos, escribir tweets y subir reseñas de letterboxd sin siquiera haber visto y escuchado en su totalidad la obra en cuestión.

Podría ser mucho más pretencioso y descalificar esa práctica, pero la entiendo, y más en este caso en específico. Swans es una de esas bandas que se aproximan a las letras grandes, al tono respetuoso del esnob que enuncia su nombre.

Se acercan en demasía a que veas su nombre en un cajón de viniles y que presientas un costo alto, incluso antes de comprobarlo en la pegatina de la esquina superior derecha. Sin embargo, aún no son la banda que cualquier persona identifica en la calle incluso antes de que termines el nombre, aún no hay chicxs indie de padres insufribles que se disfracen en Halloween con alguna alusión de la banda, y no los va a haber. 

En gran parte porque hacen álbumes de dos horas y canciones de más de dos minutos. Aunque sería mucho culpar solo a nuestros sistemas límbicos desbalanceados por el constante uso redes sociales y sus contenidos hedonistas relámpago.

Hay momentos en que la música se convierte en un chiste interno, cuyo contexto solo se logra accediendo a través de un agujero de conejo tan profundo y oscuro, como el tiempo libre que dispongas o la carencia de habilidades sociales que te acongoja.

Saber de gente cool haciendo cosas cool en tiempos no necesariamente cool, se vuelve una tarea engorrosa, pesada y destinada en apariencia a personas que, por la naturaleza de las tareas, no son tan cool. ¿Deberíamos preocuparnos más por la música pasada o enfocarnos en construir nuestra propia versión de clásicos futuros? 

No importa si no escuchaste los siete tracks de una sola sentada. No importa si no conoces el lore noventero de personas con outfits monocromáticos y sueños frustrados de cineastas. No importa si no te aventaste los dieciséis discos anteriores a Birthing, y no puedes rastrear la progresiva evolución sonora y el decadente tono misántropo de sus letras.

Para ser honestos, dudo que las personas de dieciséis años que se pintaron un rayo en la jeta para tu fiesta temática se hayan clavado a los veinticuatro álbumes de estudio de Bowie, quien, por cierto, es aludido a partir del minuto catorce de I am a Tower, segunda rola del disco, con guitarras y notas suspendidas que recuerdan a Heroes. Probablemente una de las interpolaciones más bizarras de una de las rolas más famosas del mundo. 

Eso es Swans. Una banda que se levanta con carácter por debajo de la alfombra percudida del mainstream.

El café local de toda la vida que sobrevive a cada sabor de temporada del Starbucks a sus espaldas. Un entorno que si te lo permites te hará sentir como en medio de una secta, que canta en medio de sus rituales cosas lo suficientemente nuevas como para interesarte, pero lo suficientemente reconocibles, como para dejarte pensando si la habías escuchado antes en el coche de tus papás, o de tu tío el raro, dejando la posibilidad de que esas personas que no consideras cool, lo hayan sido mucho antes que tú.

 



caroline 2 – caroline
Nerea


Esta es la portada del disco caroline 2 de caroline.

 

Si tener 16 años es como estar en una montaña rusa de emociones, este albúm es el soundtrack perfecto, suena en cámara lenta, como si el tiempo se estirara y encogiera, es caótico, melancólico, cálido a ratos, triste en otros, pero sobre todo muy honesto.

Lo escuché por primera vez en el bus y estaba lloviendo; fue la excusa perfecta para tener mi main character moment. caroline 2 es lo que me hubiera gustado que me acompañara en la prepa. El primer track me atrapó inmediatamente. Exactamente así se escucha y se siente ser adolescente. Tiene esa incertidumbre de no entender qué te está pasando, de sentirte solo entre mucha gente, de que todo se mueve y a la vez se queda quieto. 

Lo que más me impresionó es la capacidad de la banda para construir emociones a partir de silencios dolorosos, repeticiones mínimas y decisiones rítmicas poco convencionales. Hay instantes en los que se todo va para abajo, la voz se está rompiendo y entonces la batería, el bajo y unos gritos con autotune te despiertan con un ruidero que llega en el momento perfecto, como cuando traes un montón de conflictos contenidos, te dan ganas de gritar y lo haces, porque ya nada te importa.

Me gustó que no se apura en contar nada, y que no intenta encajar en un estilo específico. Hay folk, hay rock, hay sonidos que no sé describir. No es un disco perfecto, ni busca serlo. Hay partes que se sienten largas, otras que apenas y suenan, pero todo eso le da un encanto muy particular. Como de jam en vivo en la sala de un amigo.

No quiere gustarte, quiere hacerte sentir, quiere que hagas catarsis. Y lo logra. A veces me suena a nostalgia, otras a esperanza. Me cuesta ponerle una etiqueta porque siento que cada quien puede escuchar una historia distinta ahí.

Este es un álbum melancólico más no deprimente, abstracto sin dejar de ser profundamente humano y concreto. Podría decir que incluso es existencial y así mismo, íntimo. Para mí, escucharlo fue como si alguien me dijera “sí, yo también pasé por eso y todo va a estar bien”, aunque sepamos que evidentemente este octeto londinense no pasó por lo mismo que una chica de la CDMX.

 



LLAMAS LLAMAS LLAMAS – Belafonte Sensacional
Raquel


Esta es la portada del disco Llamas Llamas Llamas de Belafonte Sensacional.

 

Israel Ramirez Reyes, nacido en las peñas de Iztapalapa, hijo de Jovita Reyes, maestra en educación, y el maestro albañil Luis Ramirez, un poco como un Rubén Albarrán en Chilanga banda, pero del siglo XXI y mucho más trú, es el capitán del destroy, como le llaman ellos a la experiencia de verlos en vivo.

Bela es revolucionario por su sensibilidad para tomar el pulso de la vida que lo rodea y hacerse partícipe de todas sus escenas. Puede idear una balada romántica que podría ser de Juanga o de José José, cantada por la mismísima chelista guatemalteca Mabe Fratti, cuya letra es una carta de amor a Chris Farley, el actor de Un Ninja en Beverly Hills, que por alguna razón inexplicable en España la titularon La Salchicha Pelona. Puede también hacer una melodía carnavalesca con trompeta norteña y aguas frescas, compartida con Julieta Venegas y luego una cumbia tan rebajada que suena más a banda oaxaqueña funeraria, que se tambalea borracha en una lluvia tóxica capitalina.

En este disco hay una ciudad que se rehúsa a cambiar de nombre, que suena a La Bamba, pero también a Laid de James. En otra canción hay una resonancia a Wild Thing de los Troggs pero con LSD comprado en la deep web.

En honor a la música tropical de bocina tronada en el mercado, hay una breve confesión de puerta de baño de pulquería que reza Manuel Te Amo Un Putero. Hay un homenaje al rock psicodélico y a los Stones.

También hay una carta de amor a su máma. Todo eso es la Ciudad de México, Todavía DF, como dice él, y toda ella cabe en su percepción de profeta de banqueta. Entre la piedra, la mona, el reggaetón y los barecitos “acá” de la Condesa. Pero ese DF tiene una historia de violencia con sus punks, que Bela vive todos los días de su vida.

Hace un par de años, cuando caminaba por la colonia Roma con Carlos Bergen Dyck -mejor conocido como el Perritos Genéricos– hacia su frontera con un barrio de reputación más desafortunada, unos policías vestidos de civiles los madrearon y a Bela le rompieron los dientes. Tuvo que dejar de cantar por meses. La represión no se presenta en matanzas a estudiantes, se manifiesta de formas muy distintas en 2025.

Fíjense nomás en lo que pasó con el Multiforo Alicia la semana pasada. No es metralla, es una piedra (…) agarren piedras contra toda autoridad (…) genética punk, taquito campechano, putazo en la jeta (…) un kilo de cadera no es cadera. Si no en la plaza de Tlatelolco, en la carretera en Iguala, o en una marcha del 8m. Esta ciudad ha relegado a los jóvenes a las periferias, a lo subterráneo, a lo contracultural y a la resistencia permanente.

 

 

Evangelic Girl is a Gun – yeule
Valentina


Portada del disco Evangelic Girl is a Gun de Yeule.

 

Singapur es un país rarísimo. Para empezar, es solamente por una ciudad que se puede recorrer caminando en un solo día y su símbolo nacional es un león con cola de sirena que escupe agua por la boca (?). Un paraíso terrenal en donde un príncipe Malayo fundó su propia guarida de soltero y los multimillonarios chinos pusieron su centro financiero, convenientemente en un punto crucial para el comercio marítimo mundial, que conecta el Océano Índico y el Océano Pacífico.

El puerto de Singapur es uno de los más grandes del mundo en volumen de carga. Desde el avión se pueden ver puntitos sobre el mar, que son barcos de carga gigantescos retacados de contenedores que van y vienen por todo el mundo. Para entender a yeule hay que entender un poquito a singapur, si es que eso se puede.

yeule es el proyecto de Nat Ćmiel, artista no binarie de Singapur que se identifica a como entidad cyborg. Resalta la importancia de crear un espacio seguro en el arte y un sistema de apoyo entre amigues. Específicamente, partiendo desde su propia experiencia queer y asiaticx, proveniente de un lugar único en el mundo que probablemente sea una fantasía más ilusoria, mejor lograda y más torcida que Disneylandia. 

Es una experiencia bien extraña escuchar este proyecto, porque de repente tienes rolas con un tempo más tranquilo o que tienen una onda más girly pop, pero luego con otras más hiphoperas o más azotadas.

Es como cuando entras a uno de esos mercados de comida en donde hay infinidad de opciones y no sabes ni a dónde acercarte, pero todo es bueno. Exactamente así son los Hawkers, los mercados de comida de Sungapur, la epítome insignia de esta amalgama de culturas. Estos mercados de comida callejera son la epítome de su revoltijo cultural reflejado en la comida, en el sistema eficiente de sus puestos, y en su limpieza.

Esta mescolanza de géneros y componentes cambiantes, que resultan en un universo mega cute y mega dislocado, es Singapur desde la perspectiva de Ćmiel. Una mezcla entre chinos, indios, malayos y árabes en un país inventado.

En la producción hay nombres como Mura Masa y A.G. Cook, de quienes creo que el toque está claro a lo largo del disco. yeule es un jardín hermoso lleno de tecnología, donde la humedad hace que todo crezca un un tamaño desquiciado, no hay una sola hoja fuera de lugar, todo el mundo es amable y la perfección es tan rebuscada que es un delito mascar chicle.

 

 

Demise of Love (EP) – Demise of Love
Anna

 

Portada del disco Demise of Love (EP) de Demise of Love.

 

En su disco más reciente, Daniel Avery, Ghost Culture (James Greenwood) y Working Men’s Club nos otorgan una vista más amplia de los sonidos experimentales que están explorando.

Me gusta mucho que se escucha claramente la profundidad emblemática de Avery agregándole matices a su sonido. El suyo fue de los primeros proyectos que me atraparon en la música electrónica y escuchar este EP me despertó un poco de nostalgia.

Demise of Love suena a pop distorsionado y experimental que me hubiera encantado escuchar al estar navegando en Tumblr en 2013. A pesar de su sonido pop, igualmente integran matices de guitarras ruidosas y rockeras con sonidos ácidos en su canción Be a Man, es una montaña rusa auditiva.

La canción más pop del EP es Like I Love You, de las más populares. En general es un EP divertido, esotérico, ácido y hasta punk que nos lleva en un viaje sonoro y emocionados para escuchar más en el futuro de Demise of Love.