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Portada del disco WE WERE JUST HERE de Just Mustard.

Dice Just Mustard: “WE WERE JUST HERE”

Vas en el carro, pasando por un túnel con la cabeza asomada por la ventana. El viento te pega en la cara, las luces parpadean: luz, sombra, luz otra vez. Todo se mueve lento y rápido al mismo tiempo, y por un segundo parece que el mundo se detiene. No estás soñando, pero tampoco estás del todo en la realidad. Solo estás ahí, dejando que el ruido te atraviese mientras ves la cotidianidad pasar por la ventana.

Así suena WE WERE JUST HERE de Just Mustard.

Desde Dundalk, Irlanda, el grupo formado por Katie Ball, David Noonan, Mete Kalyoncuoglu, Rob Clarke y Shane Maguire lleva años puliendo un sonido que no busca gustar, sino quedarse contigo. Su mezcla de post-punk con toques de noise rock no sigue fórmulas; se siente más como una experiencia que como un género concreto. Es una especie de neblina emocional donde la distorsión se vuelve humana.

Las primeras canciones del álbum, “Pollyanna” y “Endless Deathless“, son la entrada al túnel. La guitarra suena como el aire que corta la velocidad, mientras la voz de Katie Ball flota en el fondo, casi como un pensamiento que se repite. Es un inicio que te jala sin avisar, envolvente, directo, de esos que te hacen subirle un poco más al volumen solo para ver hasta dónde llega.

 A mitad del tunel, “Somewhere” y “Dandelion” bajan el pulso, pero suben la emoción. Todo se vuelve más íntimo, más introspectivo, como si el viaje pasara del desborde al interior de tu cabeza. La producción y mezcla, hecha junto a David Wrench, encuentra ese punto exacto entre la calma y el colapso. Nada sobra, nada está de más. Cada eco, cada textura, parece pensada para quedarse rebotando un rato.

 WE WERE JUST HERE no intenta explicarse. Simplemente pasa, como ese tunel que se siente eterno aunque dure unos minutos.

Es un álbum para manejar sin destino, con las ventanas abajo y el volumen hasta arriba. Para perderte, para pensar en nada y en todo al mismo tiempo. Y cuando termina, te deja con esa sensación rara pero bonita de haber estado en otro lugar, en otro momento. Como si por un instante, ese viaje, tomara otro rumbo.