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Esta es la portada del disco Llamas Llamas Llamas de Belafonte Sensacional.

Esta ciudad está en LLAMAS LLAMAS LLAMAS

Un barrio de la Ciudad de México huele a tres cosas completamente contrastantes al mismo tiempo. En menos de una cuadra puedes inhalar con los ojitos cerrados y la nostalgia en la punta de la nariz el olor de una panadería de barrio. En esa misma inhalación, se atraviesa el tufo al escape de una carcacha ruidosa, llena de personas que huelen a vaho y a champú, llamada transporte público, que avanza a la misma velocidad ochentera que tus piernas sobre la banqueta.

Unos metros más adelante, huele al jabón con el que el dueño del puesto de tacos friega el piso cuando termina la jornada. Ese eco a grasa de taquitos cortado con jabón Roma y vinagre, es reemplazado por el olor a pañal que solo despide esta ciudad cuando está a punto de llover.

Los sentidos se desquician en cada kilómetro recorrido. Los ojos se llenan de virgencitas en altares rodeadas de flores de plástico, niños jugando en la calle con balones pelados, el tráfico degenerado, el chiflido del carrito de camotes que atraviesa la cabeza y las paredes como taladro, el hombre que grita “arreglo cortinas” como llamado a la oración de la tarde en un altavoz afuera de una capilla, los tenis colgados de los cables de luz, la campana de la basura, las aguas a diez y el súbale-súbale con un reggaetón distante pero presente.

Esta es la imagen que se pinta en Llamas Rexio, el primer track, una asomadita por la ventana al LLAMAS LLAMAS LLAMAS, tercer disco del Belafonte Sensacional. Acérquese alrededor del fuego, que lo que no se baila en círculo se llora solo en la barra de una cantina pegajosa y desgraciadamente horizontal.

A algunos nuevos rancios les molesta que diga que Belafonte Sensacional fundó el sonido del nuevo rock de esta ciudad. Pero también les molesta que diga que Black Country, New Road sin Isaac Wood es una banda de puras Lisas Simpson que muy pronto se van a jalar de los pelos por el primer lugar en la feria de ciencias de su primaria, así que no me importa si se enojan.

Pueden ir a endiosar el disco herniado en el esqueleto del cantante de Fontaines D.C, que para seguir con el remojón, llegaron una más de una década tarde al revival emo.

No se puede contar la historia de esta ciudad sin sus trovadores, sus merolicos, sus teporochos, sus vendedores ambulantes, sus rateros y sus poetas.

A bordo del Belafonte viene una tripulación que construye el tejido de lo último que queda del rock local. No son ocho ni nueve ni diez, yo creo que es más bien una idea, foquito arriba de la tatema, agüebo, y también una pregunta, signo de interrogación, ¿pus qué hago aquí?

En palabras del mismísimo Bela, Israel Ramirez Reyes, nacido en las peñas de Iztapalapa, hijo de Jovita Reyes, maestra en educación, y el maestro albañil, Luis Ramirez, un poco como un Rubén Albarrán en Chilanga Banda, pero del siglo XXI y mucho más trú, más consciente desde la herida de la condición humana, y no tanto desde el acercamiento new age ochentero a la espiritualidad y a los indigenismos. Belafonte es es casa, es refugio, es shelter from the storm, casita en la colina, medallas de oro, campeón, y hasta se contradice, reina del sabor, país tropical y mucho amor. Sobre todo amor, mi amistad.

 

 

En diciembre de 2022, Belafonte grabó un pequeño cortometraje en el Salón Los Ángeles, un recinto histórico en la cultura de la vida nocturna y el baile en esta ciudad, hasta sale en la película esa de Iñárritu, así de icónico es.

El título del documental, LET ME TELL YOU ABOUT OUR BOAT, es una referencia a Life Aquatic with Steve Zissou de Wes Anderson (2004). Está grabado en 8 mm y dirigido por Emilio Guerrero, el baterista de la banda, que desde hace unos años se encarga de la parte audiovisual de Belafonte.

En la película, en la que el personaje de Steve Zissou, interpretado por Bill Murray, dice esta línea, “Let me tell you about my boat,” durante un segmento estilizado como documental, da un tour por su barco imposiblemente fantástico, el Belafonte. Un tratamiento de importancia y formalidad a algo que a nadie le importa, en realidad. En el cortometraje hay una alusión a esa descripción del barco, que en este caso, es más una idea que un vehículo flotante. Una posibilidad de imaginar que todo cabe en una banda de punk contemporánea.

 

El espíritu de Belafonte es un punk rampante, pero desde que la cosa se puso rara, Cristian Castro tiene una banda de metal, Belinda canta tumbados y Bad Bunny es el nuevo Tito Puente.

Ya nadie se abraza de un sonido para aventarse del castillo de Chapultepec por lo que representa. ​​Belafonte es cumbia, salsa, reggaetón y los Rolling Stones. “Lo hice por el punk” es la primera escritura de la banda tallada con tinta en la piel de los emos trasnochados en 2014.

El punk como un estilo de vida reinterpretado quinientas veces, digerido por unos piratas de esta ciudad en crisis permanente, y servido en un plato de plástico tan gastado que no es de ningún color, con copia y jardín. Un punk hecho a la medida para quien creció en donde primero rechazaban a los skatos, luego a los emos, luego a los reguetoneros y ahora a los tumbados.

Una ciudad que constantemente ha maltratado a sus jóvenes. Si no en la plaza de Tlatelolco, en la carretera en Iguala, o en una marcha del 8m. Esta ciudad ha relegado a los jóvenes a las periferias, a lo subterráneo, a lo contracultural y a la resistencia permanente. No es metralla, es una piedra (…) agarren piedras contra toda autoridad (…) genética punk, taquito campechano, putazo en la jeta (…) un kilo de cadera no es cadera. Los conciertos de rock fundaron la mala relación de los jóvenes con la ciudad en los 70, a partir del Festival de Rock y Ruedas de Avándaro, y la sellaron en los hoyos funkys, un sistema de tocadas clandestinas que obligó a los jóvenes a escuchar la música que les gustaba en lugares que operaban fuera del radar. Fuera de la ley. 

 

Belafonte Sensacional.
Foto: tomada de las redes sociales

El capitán del destroy, como le llaman ellos a la experiencia de verlos en vivo, es revolucionario por su sensibilidad para tomar el pulso de la vida que lo rodea y hacerse partícipe de todas sus escenas. Puede idear una balada romántica que podría ser de Juanga o de José José, cantada por la mismísima chelista guatemalteca Mabe Fratti, cuya letra es una carta de amor a Chris Farley, el actor de Un Ninja en Beverly Hills, que por alguna razón inexplicable en España la titularon La Salchicha Pelona.

Puede también hacer una melodía carnavalesca con trompeta norteña y aguas frescas, compartida con Julieta Venegas y luego una cumbia rebajada que parece más banda oaxaqueña funeraria que se tambalea borracha en una lluvia tóxica capitalina.

En este disco hay una ciudad que se rehúsa a cambiar de nombre, que suena a La Bamba, pero también a Laid de James. En otra canción hay una resonancia a Wild Thing de los Troggs pero con LSD comprado en la deep web. En honor a la música tropical de bocina tronada en el mercado, hay una breve confesión de puerta de baño de pulquería que reza “Manuel Te Amo Un Putero”.

Hay un homenaje al rock psicodélico y a los Stones. También hay una carta de amor a Jovita, la máma de Bela. Todo eso es la Ciudad de México. “Todavía DF”, como dice él. Y toda ella cabe en su percepción de profeta de banqueta. Entre la piedra, la mona, el reggaetón y los barecitos “acá” de la Condesa.

Pero ese DF tiene una historia de violencia con sus punks, que Bela vive todos los días de su vida. Hace un par de años, cuando caminaba por la colonia Roma con Carlos Bergen Dyck -mejor conocido como el Perritos Genéricos- hacia su frontera con un barrio de reputación más desafortunada, unos policías vestidos de civiles los madrearon y a Bela le rompieron los dientes. Tuvo que dejar de cantar por meses. La represión no se presenta en matanzas a estudiantes, se manifiesta de formas muy distintas en 2025.

El Foro Alicia, que el viernes pasado fue desalojado a medio concierto de Fermín Muguruza por elementos del ejército sin ninguna razón aparente, más que la de la provocación a un foro cultural de resistencia que pudo haber estado lleno de punketos, pero que por suerte se encontraron con puros señores rockeros, es fundamental para anudar el pasado de los hoyos funky en los 70, los escasos monumentos underground como el mítico Tutti Fruti en los 80, y el presente de Belafonte Sensacional.

Tanto el Alicia como Belafonte, no pueden explicarse uno sin el otro. En diciembre 2020, para celebrar los veinticinco años del Multiforo Alicia en plena pandemia, con jerga hundida en cloro, pistola/termómetro y cubrebocas, un difunto blog que nació y murió en menos de cinco años en la economía de la burbuja digital tardía, organizó una especie de talk show gringo con Bela como una especie de Jimmy Fallon de Iztapalapa. Belafonte abría como los Roots, con circuit bending en el Late Night Show, y también fungían como público en camuflaje pandémico. Son Rompe Pera, antes de que se volvieran ultra famosos y firmaran con ZZK Records, la hacían de presentadores con un montaje como de Between Two Ferns de Zach Galifianakis. En cada falso corte comercial se iban con un pertinente “Oh shit, oh fuck” en la marimba.

En ese especial de un cuarto de siglo del Alicia, aparece la ya mencionada Mabe Fratti como primer “número musical”, varios años antes de aparecer recurrentemente en los perfiles editoriales de Pitchfork, tocar por todo el mundo y grabar con Lucrecia Dalt. También aparece Nacho Alicia entrevistado por un Bela, como si fuera David Letterman percudido por el esmog de la gran Tenochtitlán. Otros que tocan su número musical de talk show, son los Americojones en la etapa de su primer disco, Contradicciones.

En OMI, una de las mejores canciones del LLAMAS LLAMAS LLAMAS, que sirve de crónica de la ciudad, aparece el Alicia como monumento a las profundidades de la contracultura citadina. Un reclamo de espacio en una ciudad inclemente para el punk.

Este disco es tan importante para contar la historia de esta particular masa de culeros, este DF disfrazado de CDMX, como es importante para completar la historia de esta estación de radio universitaria a medias, tú sabes de qué estoy hablando, y por qué seguimos transmitiendo lo que queda por vivir, y es el dolor del mundo, y es el destino roto que juramos destruir a través de la FM. 

No llores cumbiás, cumbias báilalas.