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Portada del disco Unreal de Legss.

La fabrica del FOMO

La vida es lo que sucede mientras uno está sentado en una banca mirando cómo triunfan los demás. O por lo menos esa es la sensación que deja un ratito de scroll en cualquier sitio lleno de fotos y videos que unas caras flotantes y siempre perfectamente sonrientes quieren hacerte creer.

Los otros tienen parejas, hacen viajes espectaculares, los invitan a fiestas, conocen los mejores bares, van a los mejores conciertos con los mejores boletos y uno acá sentado leyendo reseñas de discos intercaladas con un dumpsito del mes perfectamente curado con fotos de archivo de un viaje a Japón. Leve.

La vida de los demás pasa a una velocidad incalculable, y la propia es más estática que el pene de Rasputín que se conserva en un frasco en formol. No me lo inventé, está exhibido en el museo de San Petersburgo, si no me crees, pregúntale a Chat GPT, que parece saberlo todo en estos días. 

No importa quién seas y qué tan perfecta sea tu salud mental, hay un poco de esta sensación de estar viviendo una vida de espectador que no termina de arrancar, mientras todas las demás son una aventura más descabellada que la Iliada. Nunca he leído la Ilíada y no tengo intención de hacerlo, pero es larga, ajetreada y me hace parecer intelectual, cosa que en este mundo de apariencias es importantísimo, así que me quedo con esa referencia aunque las únicas aventuras que haya leído en mi vida, sean el resumen de Sharkboy y Lavagirl en Tik Tok. 

Nada de lo que estoy diciendo es verdad, excepto lo del pene de Rasputín, pero esa noción de no haber logrado nada en la vida en comparación a los testigos que otros suben a las redes sociales sin piedad, queda perfectamente representada en muchos de los discos de esta semana, porque aparentemente, la vida se experimenta online, y la bolsa de carne que vive afuera del internet solo sirve para posar en las fotos que alimentan la fábrica del fomo global.

Raquel

 

Songs for Other People’s Weddings – Jens Lekman
Tania

 

Portada del disco Songs for Other People’s Weddings de Jens Lekman.

Tengo 21 años, no tengo trabajo ni prospectos, soy una carga para mi madre y tengo miedo. No puedo cambiar lo de ser carga ni lo del miedo, pero lo del amor -en teoría- podría arreglarlo. Quizás no tengo prospectos porque soy theatre kid, o porque en realidad no me interesa buscar nada… hasta que no arregle mis mommy issues. 

Ahí entra Songs for Other People’s Weddings. Desde la primera canción me transporta a un musical de hora y media con J, un cantante de bodas que escribe canciones para parejas felices mientras su propia relación a distancia se desmorona en Nueva York. Un male yearner certificado, que se pregunta si algún día alguien lo va a amar con la misma intensidad con la que él se inspira para plasmar historias de amor ajenas en melodías.

Confesiones que parecen diálogos cantados, emociones que se despliegan como coreografías invisibles. Hamilton sin rap. La escena de la boda en Glee. 27 Dresses, pero en vez de ser dama de honor, eres el cantante de fondo que añora verse deslizándose en la pista de baile en su primer vals. The Wedding Singer pero sin Adam Sandler. 

Es la antítesis de Bad Bunny en “no me quiero casar”. Todo porque hace veinte años Jens Lekman sacó una canción en la que se ofrecía a cantar en bodas, alguien lo tomó en serio y se convirtió en su segundo trabajo. Seguramente más redituable que el primero. Fueron tantas sus experiencias extrañas que buscó al novelista David Levithan para darle una narración mucho más profunda, acompañado de diez canciones, una por capítulo. 

El resultado… un híbrido extraño: novela, disco y, para mí, un musical off-Broadway de bolsillo. Lo escucho en medio de mi propio miedo a asumirme “quedada” a los 25, y pienso que Lekman y yo compartimos la misma condena: siempre observadores, nunca protagonistas.

 



Verses GT – Verses GT (Nosaj Thing, Jacques Greene)
Silvia


Portada del disco Verses GT de Verses GT (Nosaj Thing, Jacques Greene).

 

Este disco no es para bailar en Tik Tok. Es para desaparecer. Para derretirte en una esquina de la pista a las cinco de la mañana sin hablar con nadie. O para caminar como si tu vida tuviera dirección aunque no sepas bien hacia dónde.

Verses GT suena como si Jacques Greene y Nosaj Thing se hubieran escapado de sus propios estilos para construir algo más raro, más lento, más elegante. Aquí no hay bangers. Hay texturas. Hay voces que entran como fantasmas y se van sin avisar. Hay beats que no suben, pero tampoco se caen.

El disco fue grabado en varias partes del mundo -Los Ángeles, Montreal, Nueva York, Toronto- y se nota. Cada rola parece haber absorbido algo del lugar donde nació. “Persistent Peace” es calma en forma de canción. “Closer” suena a una despedida sin palabras. “Silhouettes” hace honor a su nombre: todo está medio visible, medio borroso, pero igual te mueve.

No es un disco de fiesta, pero se puede poner en una. No es para llorar, pero si lo haces, nadie se va a dar cuenta. Y si lo escuchas sola, con audífonos, puede que entiendas cosas que no sabías que necesitabas sentir.

Pruébalo en la noche, caminando sola, o encerrada en el coche con luces pasando rápido. Es ahí donde todo cobra más sentido. No va a sonar en todos lados. Pero si lo encuentras en el momento correcto, se te queda.



 

Unreal – Legss
Malau

 

Portada del disco Unreal de Legss.

No entiendo qué traen los malditos británicos en su sangre que les permite hacer rock como nadie en el mundo. Ya sé que sueno como tu tío chavorruco que no supera el rock ochentero y aunque eso no podría estar más alejado de quién soy yo, comparto esta idea.

Me sorprende aún más considerando que Legss es una banda joven y que vivimos en un mundo completamente globalizado, donde nada nos impide escuchar y ser influenciados por la música que suena del otro lado del charco, quizás solo el acceso al internet. A lo que voy es: este disco grita rock británico desde la primera canción. 

Unreal se balancea entre baladas, interludios y guitarrazos. Es un viaje que se ve visualmente representado en la portada. Gente bailando, leyendo libros y periódicos, colgando cuadros, llamando ambulancias, tocando la guitarra, tomándose selfies y cafés. Creo que hay una canción por cada actividad representada en la portada.

Silo” sería el wey que está con las manos en la cabeza, probablemente llorando por su ex. ”See No Evil” representa a la chica que lee un libro y al que toma café enfrente de ella. “Forgot To Answer” podría ser la persona de suéter rojo que sale borrosa y en movimiento, o la que pasea al perrito. “Bit Riot”, quizás, el de la maroma en primer plano o los juzgones del fondo. 

En fin, hay más de mil escenarios en este disco, que por un lado, tiene una secuencia perfecta y por otro, podría poner cada canción en situaciones cotidianas muy contrastantes entre sí. Escúchalo si te gusta sentir nostalgia, incertidumbre, el café negro, los Tindersticks, BCNR, o simplemente si tienes poco más de media hora para escuchar el rock en un día nublado.

 

Pain to Power – Maruja
Tello

 

Portada del disco Pain to Power de Maruja.

Ayer vi Control, la biopic de Ian Curtis en blanco y negro que, entre muchas cosas, es causa o efecto del infinito ciclo de juventudes usando playeras del Unknown Pleasures. Ya sean de una marca de fast fashion que pagó licencia o una bootleg sacada del Chopo, o cualquier bazar equivalente en otros países, el uniforme no varía en décadas.

Más recientemente, la Ciudad de México dejó de irle a los Pumas o al América, que chinguesumadre por cierto. Todxs de azul celeste Man City y bucket hat brandeado de Oasis, caminando adidas con cadencia de hooligan chilango. 

En algún momento también debió haber gente con camisas desabotonadas, ramos de flores y copetes gigantes como Morrisey, o playeras con prints a lo Pollock de los Stone Roses. “¡Pero The Cure le copió a Caifanes!”, dirán por ahí.

Imagínense, si en México hacemos cosplay de británico, en Manchester tendrían que tener caricaturas andantes como habitantes; un mural en cada calle con los rostros de todas las figuras mencionadas, bandas conformadas por miembros tatuados con las letras de los ídolos de la ciudad. Probablemente los tienen. 

¿Habrá alguna banda harta de que hasta la BBC les recuerde cada año cómo debería lucir y sonar su ciudad? ¿Qué tal una banda que le mete sax a sus rolas, rapea como Zack de la Rocha y se llaman como una bruja española? 

Maruja debuta falsamente con Pain to Power, después de una década de escribir y tachar rolas bajo la justificación de que no los representaban realmente. Efectos de guitarra abrumadores, percusión de jazzista enojado, bajos embarrados, un sax que suena a que quien lo toca no trae camisa y letras gritadas que aspiran a que el público corra despavorido en círculos y destruya el recinto como los fans de Limp Bizkit en Woodstock 99. 

Mariana H, locutora y periodista leyenda, se puso la camisa de la vieja guardia, esa que erguía encendedores en lo alto en lugar de celulares con flash en los conciertos, que se organizaba por teléfono e imprimía flyers en fanzines cuando era el medio necesario y no solo un fetiche de diseñador nostálgico (me declaro culpable, su señoría). “La CHAVIZA debería de estar enojada y no solo escuchando hip hop de cafetería de especialidad con flautillas y samples de boy band”; no es la cita exacta, pero así lo recuerdo. 

Tal vez Maruja sea la redención antisistema a la apatía actual de la gen Z ante los ojos de la gen X. Tal vez solo sean otros Millennials que se rehúsan a ser como los otros manchesterianos (de por allá, pues) creando un nuevo arquetipo en el proceso. Incluso puede que sean un radio edit de Goodspeed You! Black Emperor con rap y notas altas en el puente, aunque igual tienen un par de rolas de diez minutos. Como sea, una rabieta punk con jazz procedente del reino posh, es irresistible para el cedemita (o cedemexa) como aquel que no soltó a los Gallagher, Curtis, Shelleys o cualquier guitarra con acento que pueda sonar en un sábado de Chopo.

P.D: fuck los gentilicios.

 



Allbarone – Baxter Dury
Bibi

 

Portada del disco Allbarone de Baxter Dury.

Este es el tipo de música que escucharías en un bar de moda, disque alternativo, como los de la Condesa o la Roma en la Ciudad de México. De esos donde la fila para entrar es interminable, los cadeneros deciden tu destino en segundos, pagas un cover absurdo y el trago te cuesta más de $250 pesos y termina siendo más hielo que líquido.

Aun así, una vez que estás adentro, la música lo vale todo: esa misma energía y sofisticación es lo que Baxter Dury captura en su nuevo álbum. En una entrevista para The Standard, Dury revela que quiso hacer un disco pop inspirado en el brat de Charli XCX y la cultura del dance para escapar de la trampa aburrida en la música de “hombre maduro”, pero lo hace desde otro ángulo: si brat es un rave sucio y descontrolado, Allbarone es su versión pulida, elegante y aspiracional.

El título hace referencia a la vida de los All Bar One, una cadena de bares británica conocida por sus after-work drinks en zonas trendy de Londres, donde todos fingen ser alguien más. Aquí se convierten en metáfora de la modernidad urbana y sus excesos.

Con la producción de Paul Epworth y sonidos que remontan a A.G. Cook y Gesaffelstein, el disco se mueve entre el hyperpop y el dance con un filo hipnótico: vibrante, sarcástico y envolvente. Cada pista parece cuidadosamente diseñada para mantenerte atrapado, con capas de sintetizadores que se entrelazan con ritmos precisos y coros etéreos que flotan a lo lejos.

Dury convierte las pistas de baile en un laboratorio social donde el hedonismo se viste de ironía y la sofisticación roza el exceso, explorando la modernidad y sus pequeñas contradicciones con humor y estilo. Las letras, cargadas de referencias culturales y un toque británico mordaz, hacen que el disco se sienta tanto íntimo como expansivo, como si cada canción fuera un momento distinto de esa misma noche que nunca quieres que termine.

Al escucharlo, uno termina rindiéndose: como esa noche que empezó con dudas y precios desorbitados, pero que acaba siendo inolvidable cuando la música te atrapa sin remedio. No es solo un disco para bailar; es un viaje sonoro donde cada detalle está pensado para seducir, provocar y fascinar al oyente.

 

 

Girl Violence – King Princess
Isabella

 

Portada del disco Girl Violence de King Princess.

King Princess suena más libre que nunca. El tercer disco de la cantante de Brooklyn trae una furia adolescente llena de crisis existenciales, corazones rotos, llantos en la cama hasta caer en un sueño inminente y todo se lleva al límite. La fuerza de sus letras viene de una pureza de mente joven que enfrenta sus primeros enredos en el amor, sus decepciones, con emociones tan intensas que poco a poco se van atenuando con el paso de los años.

Los contrastes son uno de sus puntos estructurales. Hay canciones directas y agresivas, otras más suaves y cercanas. No hace que ninguna de ellas suene repetitiva o aburrida. Definitivamente no es una artista monótona. Las letras no pretenden ser poéticas o profundas de manera forzada, simplemente cuentan experiencias reales, a veces dolorosas, a veces divertidas, con las que cualquiera puede relacionarse perfectamente.

La identidad de género y el vínculo con la comunidad queer es parte de quién es King Princess, No se guarda nada y siente todo lo que puede. Este disco no solo marca su regreso después de Hold On Baby de 2022, sino que muestra su evolución: más arriesgada, más consciente de sí misma y totalmente fiel a su estilo. Si te gusta Girl in Red, Orla Gartland o Lorde, definitivamente es un disco que no puedes dejar pasar.