Por: Miranda Cervantes (@mirandacerflo)
Hace 5 décadas, la resiliencia pura se encontró dentro de un género musical un tanto apartado dentro de la cultura pop: el jazz. Fue en este que John William Coltrane y la trascendencia musical de su propia adversidad dieron como resultado el pináculo de su carrera como saxofonista, un álbum titulado A Love Supreme. Dividido en cuatro partes, “Acknowledgement”, “Resolution”, “Pursuance” y “Psalm”, fue concebido como una representación espiritual, una búsqueda personal de la pureza por parte de Coltrane.
El álbum, grabado en 1964, fue dado a conocer un año después por el vanguardista cuarteto de Coltrane, conformado por él mismo con su inseparable saxofón tenor, McCoy Tyner en el piano, Jimmy Garrison en el contrabajo y Elvin Jones como baterista. A Love Supreme rompió con cualquier esquema establecido hasta ese momento dentro de la carrera de Coltrane, donde una afición a los estilos de jazz posteriores al bop surgió, como el free jazz, hard bop y jazz modal.
Siete años antes, en la primavera de 1957, Coltrane se encontraba frente a frente, o soplido a soplido, con el genio musical y trompetista, Miles Davis. La grave dependencia al alcohol y la heroína del tenor finalmente ocasionó su partida del grupo de Davis, mientras se encontraban de gira. El comportamiento errático del saxofonista plantó la semilla de su obra maestra, donde Coltrane se resolvió a limpiar lo que había causado. Fue hasta 1964, el año cuando A Love Supreme fue grabado, que Coltrane escribió unas notas anexas a su creación: “En el año de 1957 experimenté, por la gracia del Señor, un nacimiento espiritual. El cual me ha dirigido hacia una vida más rica, llena, y sobre todo, productiva”.
Debido a su temprana relación con el góspel, Coltrane le impregnó al álbum un sello profundamente característico: su acercamiento a la espiritualidad y a Dios a través de una construcción musical, que es a la vez tenue y perceptible. Desde el estridente comienzo del gong y el soplido aterciopelado del saxofón tenor, una línea de cuatro acordes en el bajo empieza a crecer. Este simple riff se convierte en la base estructural de la obra de Coltrane, que alienta sus corpóreas y enérgicas improvisaciones, hasta alcanzar el epítome de un viaje musical de aproximadamente unos 33 minutos.
Hoy en día no está claro si a Coltrane le hubiera gustado ser adorado, cuestionado o desafiado por su manifestación artística; lo que queda claro es que vio en el álbum algo más que otra grabación, tenía un control absoluto en cada detalle del álbum. John, como la boquilla en el saxofón, expulsó sus ideas a través del cuerpo, el cual se manifestó como A Love Supreme y resonó por la campana en cada oído de aquellos que no solo escucharon, sino que absorbieron esa materia etérea que mandó a volar lo establecido dentro del género.
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