Texto por Marta Pallarès y Uriel Waizel, incluído en el cancionero Venga a nosotros Mi Reyna.
El amor es exponencial. Y en los 1,92 metros de Fernando Llanos hay para dar y regalar, y por eso no lo centra ni en un solo proyecto ni en una sola persona. Se le podría tachar de promiscuo, pero preferimos tildarle de generoso porque la música no es sólo tener a tres amigos con quien formar una banda, grabar algunos álbumes, girar, separarte, sacar solistas, reunirte para pagar la renta y morir. Sí, la culpa la tienen los Beatles.
Pero en Mi Reyna la cosa va distinto. Es un juego. Un juego en que Llanos hace lo que se le da “la pinche regalada gana”, en una construcción colectiva en la que todos los invitados pueden meter mano. Esa es la partida de Mi Reyna: aunque Fernando tenga la baraja, siempre reparte las mejores cartas. La premisa es divertirse y contar con el máximo número posible de jugadores: el proyecto puede exportarse en su sencillez a cualquier ámbito, por íntimo que sea. Y así nos llega, incluso a la primera escucha.
La culpa la tuvieron los Beatles. O quizá fue la Velvet Underground. En las Estrategias Oblicuas de Brian Eno hay una carta que apuesta por la “unqualified people” para echar a andar una obra. Así llegó Nico. Así llegó la primera reina, Regina. Y luego llega la cellista, María. Todas llegaron aparentemente con la única baza de su belleza, pero esa mano escondía un talento que llevó a Llanos a aprender a la fuerza que La realeza se mama (2010).
Pues si Enrique VIII cambió la iglesia anglicana para poder casarse con muchas reinas, ¿qué hacer si Regina estaba en el exilio? A reina muerta, reina puesta, llegaron Estefanía y Marcia... ¿porqué seguimos hablando de monarquías europeas, si aquí las guerras las libró Pancho Villa con sus dos viejas a la orilla? En este reino, la tierra es de quien la canta y las pistolas las disparan tanto él, como ellas y ellos: Chac, Fernando y Marco, tres charros más para la bola. El feo, las buenas y los malos de este narco-western chilango.
Dicen por ahí que “si no se puede bailar, no es nuestra revolución”. Luchemos por las cosas bonitas, que lo son de porque sí, porque lo son y punto. Sin más pretensión. [La música de Mi Reyna] tiene entrada instantánea y nos pone una sonrisa en los labios, las canciones mismas son las que lanzan los piropos; son ellas quienes se sienten reinas sin necesidad de mirreyes.
Y es que tan intrusivo es un chiflido mal lanzado como una rola desconocida; y aunque Llanos nunca haya mostrado pudor en revelar su verdad en ciertas piezas, no interfiere en la nuestra cuando acompaña la intimidad como un “Sunday Morning”, en boxers y camiseta. La de Mi Reyna es una música de andar por casa, donde se está cómodo yendo descalzo: un hauskonzert apiñado en los tres metros cuadrados de tu terraza.
Pero hay que salir de casa... y en la Ciudad de México, cada primavera se alfombra de jacarandas. A eso huele Mi Reyna, bien perfumada y acompañada de Chamaco, un chihuahueño que alberga en sus 3.60 kilos la esencia del mismo Llanos. En simbiosis disímbola, amo y can son igual de encimosos e intensos cuando están en brama, persiguiendo cosas imposibles.
El celo lleva a la búsqueda, impregna el trayecto. Demasiado romántica para conformarse con medias tintas, la música describe a la mujer que hay en todas las mujeres: cada historia conduce a un final, pero nos deja una canción. Mi Reyna lanza un avión de papel a la estratósfera, esperando que alguien –aunque sea pleyadiano– sepa interpretarnos. Y si nos perdemos en el camino, la querencia nos sabrá devolver entre nuestras sábanas de lino, aunque haya que recorrer de Satélite a Insurgentes.
Y es que para un insistente optimista, la gravedad no existe: Llanos le da rienda suelta a cualquier impulso que lo acerque a sentirse vivo, porque sabe que todo lo que queda en el tintero nos aboca al tánatos. Hagámonos pues, adictos al eros y llevemos nuestras filias al extremo de la pasión, cantemos canciones de amor que no por sencillas son bobas. Cocinemos a muchas manos para que al final quede algo rico. Disfrutemos el día, y hagamos caso a Goran Bregović cuando dijo que "la música, como el sexo y la comida, no se puede dejar sólo en manos de profesionales."
***Mi Reyna presentará su álbum este sábado 24 de agosto a las 22:00hrs en el Cine Tonalá, México DF. Entrada: $100 y $150 con disco.