Antes de Kandinsky: el caso de Hilma af Klint
El arte, a lo largo de la historia, se ha caracterizado por una brecha de género muy evidente: la disciplina estaba reservada principalmente para los hombres, mientras que las mujeres se limitaban a ser “objeto” del mismo, ya fuera como musa, símbolo o mero sujeto de contemplación. La idea del artista y su musa permeaba desde Botticelli hasta Rubens. El retrato del cuerpo humano, en su mayoría, femeninos, se hace presente durante estas épocas, pero nada más. Con la llegada de las vanguardias, la introducción de la mujer al mundo del arte fue lenta, pero imparable. Sin embargo, a la fecha, quienes reconocemos como pioneros de distintas corrientes siguen siendo varones. Tomemos el caso del abstraccionismo. El objeto de estudio deja de ser la musa, dando cabida a una corriente fresca que permitiría la participación de múltiples artistas, incluidas mujeres.
Tomando siempre como referencia a Kandinsky o Mondrian como expositores del arte abstracto, los críticos y museos se han encargado de dejar en el olvido a una precursora importante, anterior a quienes consideramos “pioneros”: la pintora sueca Hilma af Klint.
Hilma creó su primer cuadro abstracto en 1906, y Kandinsky, por ejemplo, lo hizo en 1911. Mientras que la obra de los hombres abstraccionistas se reconoce desde su surgimiento, no fue hasta sino hasta este siglo que la obra de Klint comenzó a ser visible. Ella nunca vio sus pinturas expuestas en vida e, incluso, consideró destruir toda su obra en algún punto. Terminó por exigir como última voluntad que ninguna de sus pinturas fuera expuesta hasta 20 años después de su muerte, movida por la profunda convicción de que la sociedad no estaba preparada para entender sus obras dictadas por “seres superiores” de otro plano.
“Protejan sus dibujos. Son pinturas de ondas cargadas de éter que esperan el día en el que sus ojos y oídos puedan aprehender llamamientos más elevados”.
Hilma af Klint
Hilma representaba para el mundo del arte el perfil opuesto al que buscaban: era una mujer 1.50 de estatura, vegetariana, con fuertes inclinaciones a las prácticas esotéricas, siempre vestida de negro y sin ningún pretendiente. A los 10 años, su hermana murió de gripa y este evento la orilló a adentrarse en el ocultismo. Las corrientes espiritistas ganaron una enorme popularidad en su época e Hilma lo utilizó a su favor para tomar de ahí la inspiración para sus primeras obras.
En 1892 forma, junto con otras cuatro artistas, un grupo al que llamaban las cinco, para potenciar el “conocimiento astral superior” plasmado en el arte. Ella destacó rápidamente del resto del grupo por su facilidad para entrar en “trance” y por su destreza técnica al momento de hacer lo que llamaban “dibujos automáticos”, concepto que más adelante usarían también los artistas surrealistas.
Tras dejar el grupo y continuar con su carrera artística en solitario, Hilma crearía a lo largo de su vida más de mil doscientos cuadros, 100 textos y 26 mil páginas de notas de producción propia. Muere en un trágico accidente a los 81 años, como una perfecta y total desconocida. Tanto si el motor de su arte fueron sus guías espirituales como si fueron manifestaciones de su subconsciente, la realidad es que en ellos encontró una vía de expresión inmejorable para sus creencias y su fuerza creativa.
El caso de Klint vuelve a poner en evidencia cómo el mundo del arte nunca ha sido muy grato para las mujeres, uno que constantemente minimiza su talento o abusa de ellas. Podemos tomar muchos otros casos, como el de Artemisia Gentileschi, la primera mujer en en hacerse miembro de la Accademia di Arte del Disegno de Florencia, quien fue violada por su maestro a los 18 años; o Camille Claudel, la amante y pupila de Auguste Rodin, a quien no se le dio crédito por su obra hasta después de su muerte.
Incluso a la fecha, en un mundo que parecería estar dejando atrás estas actitudes machistas, colectivos como las Guerrilla Girls hacen evidente la gran brecha de género en el arte. Ellas se encargaron de catalogar las colecciones permanentes de 18 museos de arte prominentes en los Estados Unidos y encontraron que, de más de 10,000 artistas, el 87% son hombres y el 85% son blancos. Con todo esto, se hace evidente que no necesitamos más mujeres talentosas en el mundo del arte, porque ya las hay. Necesitamos que se les reconozca por lo que son: artistas, pioneras y genios. Como Hilma af Klint.