Tan etérea como magistral, Esperanza Spalding cierra el Oasis Jazz U

¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violentoy antiguo ser que roe los pilares de la tierra y es uno y muchos mares y abismo y resplandor y azar y viento?

El mar”, Jorge Luis Borges

Imágenes cortesía de: @davorocks (David Zuriaga) e Intervalo Comunicación

Quien lo mira lo ve por vez primera, siempre, el viejo Borges tenía razón. La magnificencia del mar Caribe es avasalladora, ante el poderío de las aguas turquesas que se mecen con gracia y fuerza, cualquiera se siente pequeño, pequeñito. Esperanza frente al mar, se sienta, contempla al monstruo, parece meditabunda, la arena blanquecina contrasta con sus gráciles y canelosas piernas, su mirada se pierde ante las majestuosas aguas. El hipnótico encanto desaparece cuando alguien se entromete dentro de la postal, la reconocen: fotografías y autógrafos, amable accede para volver a ensimismarse ante las aguas. Un grupo de turistas se encamina hacia ella, la virtuosa, la estudiosa, la ganadora del Grammy, le piden que tome la instantánea del combo, atónita accede. Acto seguido, un hombre maduro se acerca al grupo de jóvenes: los reprende por no reconocer a la diva del jazz. Los papeles se intercambian, Esperanza posa para los teléfonos inteligentes de los despistados. Vuelve a tenderse sobre la arena, el pañuelo rojo que cubre su indomable cabellera ondea juguetón, ella es pequeña, se percibe frágil y vulnerable (como todos ante el mar), más no se amedrenta frente al titán. Por la noche, en las instalaciones de la Oasis Arena, Esperanza liberará sus olas vocales a semejanza de su símil: el océano embravecido.

Imagen: "Esperanza Spalding y Justin Tyson", por Aarón Ávila

A pesar de las nubes amenazantes, el calor muerde y transmuta la piel en un amasijo pegajoso, el cielo de Cancún, Quintana Roo, regala claroscuros dignos de un encuadre de Terrence Malick. El Caribe mexicano bien podría ser una sucursal del Paraíso en la Tierra, la idílica locación es el epicentro anual que reúne a los melómanos en torno al Oasis Jazz U. La sexta edición del festival se vio engalanada con la participación de Marcus Miller y Daniel Peñalver Latin Project (20 de mayo, 2017), la clausura (27 de mayo) estuvo bajo la batuta de la diestra cantante, bajista y contrabajista, Esperanza Spalding y los aceitosos-bestiales mexicanos de Troker.

Desfachatada, fresca, jovial, poseedora de una sonrisa seductora e infantil, la oriunda de Portland se presentó ante la prensa relajada, más que una conferencia ofreció una charla tranquila y reveladora, interrumpida en ocasiones por los alaridos de un grupo de ebrios norteamericanos. Risueña y serena habló sobre la importancia del estudio y la práctica como piedra angular del talento y la técnica. Para Spalding la música es como cualquier otro empleo de jornada completa, a excepción del patrón, éste, ente temido, cede su lugar al público. Lejos de ceñirse a una tradición o influencias, la cantante e instrumentista no cree en las jerarquías o géneros, para ella sólo existe la música. Política, consciencia ambiental, perspectiva de género fueron algunos de los tópicos que Esperanza tocó ante los periodistas que embelesados y atentos escuchaban el evangelio según Spalding.

Las horas bajo el sol y el aroma a sal que emana el mar son lentas, todo se impregna de una atmósfera hipnótica, el vaivén de las olas, el canto de la fauna marina, el bullicio de los springbreakers, los bajos atronadores que incitan a movimientos cadenciosos como en una especie de ritual erótico posmodernista. Aletargados, embriagados con los exultantes paisajes marítimos, aguardamos la hora de la cita con Esperanza Spalding.

Pieles tostadas o rojas, vestidos de noche y guayaberas, el tintineo de las copas y vasos, dentro de la Oasis Arena todo se cocinaba a fuego lento. Afuera, la bandera roja ondeaba con vigor, las aguas continuaba ariscas.

Llegó la hora, luces apagadas, una mujer se encontraba suspendida en el aire luciendo la potencia de sus extremidades. Troker salió al escenario como si se tratara de un intempestivo tsunami. Samo, Frankie, Chris (el tridente principal) junto con Diego, Chay y DJ Sonicko arrasaron con el escenario, fuerza precisa, paisajes sonoros agrestes, brutos, psicodélicos llenos de virtuosismo. Maquinaria engrasada, perfecta y salvaje. Troker es un vendaval sónico.

"Troker", vía: @davorocks

La fuerza que detonó la banda mexicana precedió a las diferentes texturas que envuelven las aguas de Esperanza Spalding. la diva estuvo acompañada por el baterista Justin Tyson y Matthew Stevens en la guitarra, esta trinidad invocó a las musas quienes se posaron sobre el recinto cancunense. Ataviada con gafas, los rulos sueltos y salvajes, un ligero vestido blanco, suéter azul marino y una capa blanca, el prodigio del jazz comenzó a oficiar la eucaristía jazzística que competiría con la bravura del océano.

Como si se tratase de una de las hermosas sirenas que encantan con su voz a los navegantes, Esperanza cautivó al público con su sui generis registro vocal: terso, potente, refinado. “Crowned & Kissed” comenzó el rito, ritmos sosegados arropados por el registro vocal juguetón de la cantante. Los dedos de la contrabajista danzaban con frenesí sobre las cuerdas del contrabajo, dicho instrumento es una extensión más del cuerpo de la diva, son indivisibles. El periplo musical recorrió gran parte de la carrera discográfica de la ganadora del Grammy: “I Know you Know”, tema de Esperanza (2008), cautivó por su sensualidad y cadencia, “Nothing Like You”, del mismo álbum, se caracterizó por acentuar las cualidades de sus músicos de acompañamiento: Tyson es elegante, preciso y carga con una fuerte influencia de bebop y free jazz, por su parte, Stevens es introvertido, casi una piedra, pero su talento es arrobador, depurado y salvaje cuando es necesario.

Imagen vía: @davorocks

Posesa por el espíritu rebelde de la mar, Esperanza, cómoda y libre, se descalzó para continuar su recital, uno tras otro caían como rachas de vientos huracanados los temas: “Work of Art”, homenaje a la activista y cantante afroamericana Abbey Lincoln, “Unconditional Love”, del experimental y denostado Emily's D+Evolution (2016).

Winter Sun” y “Cinnamon Tree”, ambas composiciones contenidas en Chamber Music Society (2010); “Endangered Species” y “Black Gold” de su disco más comercial y emparentado con la radio comercial Radio Music Society (2012).

Música etérea, ensoñadora, propositiva y arriesgada que se ejecutó de una manera soberbia y magistral. Con la ejecución de “I Adore You” el público anonadado se desgañitaba en gritos eufóricos, rechiflas y andanadas de aplausos, la carismática intérprete correspondía a las diversas muestras de afecto. Esperanza no es una artista plástica de vodevil, no vende su físico como mercancía, Esperanza es una súper dotada, Esperanza se parece al mar: puede ser sosegada e imperturbable, pero también es salvaje, libre y poderosa, lo demostró en poco más de una hora con treinta minutos.

Imagen vía: @davorocks

Agradecemos de manera especial las atenciones de: Rubén Olmos, Ariadna Reyes, Óscar Adad y a todo el staff del Grand Oasis Cancún y a los miembros de la Fundación Oasis.

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