Virtualización de las relaciones sociales, monetarización social, la libertad, problemas que ocupan un sitio importante en este siglo. Los automatismos financieros se enriquecen a través de la destrucción del valor producido, privatizan los bienes comunes, aniquilando a las personas.

La experiencia del trabajo ha cambiado, despidos constantes en nuestros sitios laborales. La figura del jubilado no existe en estas generaciones. Despidos injustificados, contratos temporales, sin derecho a la seguridad social o prestaciones. El trabajador no existe como persona, existe como un número, como una cifra, su trabajo es un producto más para la red de explotadores profesionales. El trabajador es obligado a someterse a los caprichos de los jefes de producción, la cara del capitalismo más voraz no podría ser más siniestra que esta forma arbitraria de tratar a los trabajadores como objetos desechables.

La democracia y la política son imaginarios sociales. Cuando las personas salen a protestar, el poder, ese violento mecanismo que ejerce obscuras redes desde sitios inaccesibles para el entendimiento del ciudadanos promedio, el poder, ese podrido sistema: se ríe de las personas.

No creo que al poder le importe el deseo de cambio social. Es un imaginario colectivo creer que las redes sociales o la protesta puede cambiar la realidad de un país ultra violento como México. Somos un país clasista, corrupto, feminicida, idólatra, homófobo, futbolero, nuestra religión es la caja idiota. Las minorías vulnerables son aplastadas. Se le da más importancia a un gol que a una mujer desaparecida.

Los contrastes económicos son alucinantes. Cinturones de miseria alrededor de pequeñas y lujosas ciudades blindadas para que las personas no tengan necesidad de salir de los circuitos comerciales creados para evadir la realidad de millones de personas, que no es necesariamente nuestra realidad. Vivimos rodeados de construcciones sociales.

Lo real y lo aparente son espejismos sociales. La guillotina podría ser un espectáculo violento, aunque no más violento que la indiferencia, tal vez la guillotina sería efectiva en los curules de las ratoneras más grandes: los bancos, palacio legislativo y la asamblea legislativa. Los esclavos del siglo XXI viven enfermos en esta cyber realidad engañosa. Protestan desde sus tabletas. Aguantan por un miserable cheque a fin de mes, se arrastran, las personas ni siquiera luchan por sus derechos laborales, no los conocen, son aplastados por un sistema al que obedecen ciegamente.

No cuestionan, obedecen. El cuerpo social está desintegrado, es esclavo de un sistema VORAZ y atroz de consumo. Basta ver cómo tratamos a los animales no-humanos, ¿y nos asombran los cuerpos descuartizados? ¿Por qué somos tan crueles, por qué aparecen personas descuartizadas?, ¿han visitado un rastro? Háganlo, los que trabajan ahí son humanos denigrados a existir como una sub-especie aberrante, ahí está la respuesta a la cadena de violencia, no somos capaces de respetar a las especies más vulnerables, ¿cómo podemos pedir que se respete la vida humana? Es una enorme contradicción.

Por el momento no puedo esperar nada, no importa quién nos gobierne, el poder es una trampa, una enfermedad que ataca al hombre con los deseos más honestos. Espero que algún día nuestros hermanos de infierno en la tierra, los animales no-humanos sean liberados del sufrimiento que les hemos impuesto, nosotros como especie hemos fallado. Esa es la raíz de la violencia, el trato a sus especies más vulnerables. Sólo los ciegos no pueden verla.

El infierno está aquí. En el infierno de Dante no existe una niña de dos años, violada, cuyo cuerpo torturado fue abandonado en una maleta en la colonia Juárez. Las cámaras de la ciudad jamás nos dieron respuesta sobre el caso llamado "Ángela". Si un ser humano no se detiene para violar a un perro, ¿por qué creemos que un niño o niña está a salvo de algo tan vil? La ley jamás ha respetado a las víctimas de este país, se ha burlado de su dolor, ¿dónde esta la justicia? ¿Qué es la justicia? No existe para quienes no pueden pagarla.

No sé si tiene sentido tener una clave en el padrón electoral, ante el robo de boletas, llamadas parecidas a la extorsión, ejecuciones de candidatos, violencia, pobreza, compra de votos, acarreo, el panorama de la “democracia mexicana” desolador desde siempre. Me rebelo, luego existo. En este mundo globalizado no hay sitio ya para el rebelde, ¿qué es ser rebelde? ¿Nos preocupa realmente el otro? Nos rebelamos, luego somos. Morir sin carnet de identidad, sin clave en el padrón electoral, negarse a ser una cifra de lo sistemas de producción es más honorable que votar por patrones conservadores que no están interesados en dar solución a los problemas de un país colapsado por la violencia.

Votar lejos de la corrupción podría ser un proceso político valioso. La democracia debería estar al servicio de los más vulnerables, pero en nuestro país está al servicio de minorías rapaces y abusivas. Las personas deben saber que no existe la necesidad de respetar la ley que no los respeta como individuos o en colectividad. Las instituciones están quebradas, las personas tienen que entender que ya no funcionan los modelos sociales caducos, que no debería existir esa necesidad vital de competir y ser uberproductivo para un sistema corrompido. Ser un producto es colocarse una bomba de tiempo en el corazón. La resistencia ya no es opción, necesitamos armas ideológicas más radicales.

Es posible vivir con menos dinero y con más solidaridad. Ojalá despierten antes de que el consumismo, la indiferencia, depresión y ansiedad —las enfermedades de los esclavos del siglo XXI—, continúen asesinando a más personas.

*Susana Iglesias. Escritora, cronista, columnista en Milenio Diario. profesora de Literatura y Escritura Creativa en la UIA y el Claustro de Sor Juana. Su opinión no representa la ideología de las instituciones o medios con los que colabora.