Los B52'S a cuarenta años de su debut por primera vez en México
¡Cuarenta años son nada! Menos si habíamos de música. Para los B-52'S cuatro décadas desde su debut discográfico han sido una muestra de juventud perpetua, de ritmo, playa, una obsesión por los años sesenta, las rolas de Brian Hyland y los tonos esquivelianos.
Diversión, sofisticación y vanguardia son adjetivos que identifican a esta agrupación originaria —cosas paradójicas—, del estado sureño y fácil de ligar al supremacismo blanco, Georgia, precisamente de Athens, de dónde también son sus paisanos R. E. M.
México será testigo de la primera visita de los B-52's a un festival en nuestro país. Donde seguramente un numeroso público bailará desenfrenado al ritmo del "Rock de la langosta", en un espectáculo que ha ido dando la vuelta al mundo en el último año, llevando su locura musical a miles que probablemente no habían nacido cuando su primer y homónimo álbum salió al mercado.
En la era de lo new wave, del final de la música disco, del reinado del sintetizador y lo bailable, lo digital, lo verdaderamente moderno con sus robots y sus Moroder y Kraftwerk, un quinteto le quitó a sus contemporáneos lo digital y lo moderno, para darle un toque "ultramoderno" al final de los setenta.
De portada extraña, amarilla chillante, casi lastimosa a los ojos, con dos chicas bellas peinadas como si fueran las Supremes o las Chordettes, con un estilo musical que bien podría catalogarse como The Flintstones Meet The Jetsons, o como los punks conocen a Henry Mancini, el primer disco de los B-52's irrumpió un mercado dominado ya entonces por Blondie, The Knack y Donna Summer.
Desde el primer track nos adentramos a una fantasía rockera qué bien pudo imaginar el Marajá de Pocajú: "Planet Claire", le regresó al rock parte de su esencia, de sus orígenes. Las atmósferas sesenteras, del garage, del Space Age Pop, de la era Eisenhower-Kennedy, de los programas de tele qué se volvieron de culto como Peter Gunn, son parte de una nueva era del rock.
John Lennon escuchó "Rock Lobster" en un antro, quedó pasmado. Se dijo así mismo que luego de cinco años de retiro ya estaba obsoleto, se intimidó por el revolucionario sonido de una canción que solo pretende el baile, el desenfreno. Decidió regresar a grabar después de oír a los B-52's.
Disco de culto, básico en las noches del Under, el Centro de Salud o la UTA, obra de arte qué encumbra una de las más sólidas propuestas del new wave sin necesidad de los robots, lo absolutamente electrónico o la oscuridad depresiva, The B-52's llegó para quedarse y no envejecer jamás.
El trío formado por Kate Pierson, Fred Schneider, y Cindy Wilson ya como unos ancianos, que se mueven a todo lo que el cuerpo les deje. Como unos crononautas que viajaron al pasado desde su tiempo original, y regresaron a él para retar a sus contemporáneos, y viajaron al futuro para darle diversión a la generación de la selfie.