Salinger de David Shields y Shane Salerno
Idealmente, la principal función de una biografía es transformar a un personaje en una persona; sin embargo, es común que al acercarnos a un texto biográfico apenas saciemos nuestro morbo o acrecentemos el mito alrededor de un nombre. El asunto es más complicado cuando el personaje en cuestión fue especialmente famoso por evitar la fama. Tratándose de J.D. Salinger, leer o no su biografía es todo un dilema: ¿cómo acercarse a la historia de alguien que pasó la mitad de su vida evitando las cámaras, los reflectores, las entrevistas? A priori, uno siente que está fisgoneando en el lugar indebido; y eso, claro está, sólo puede aumentar nuestra curiosidad.
Porque, antes que ser famoso por odiar la fama, J.D. Salinger, uno de los escritores norteamericanos más brillantes del siglo pasado, se ganó la posteridad inmediata por una novela fundamental: El guardián en el centeno, una novela conocida por ser la abuela directa de la rebeldía moderna, por ser leída con fervor cada año por nuevas hordas de fans adolescentes, por su triste conexión con el asesinato de John Lennon. A eso hay que agregar los formidables cuentos que escribió Salinger y que le hubieran bastado para entrar al selecto grupo de los mejores cuentistas de su tiempo. Salinger nos enseñó que basta escribir muy poco, pero muy bien, para dejar huella. Supo muy temprano que su obra le pertenecía más a sus lectores que a él y se recluyó en una cabaña en el bosque, lejos de sus fanáticos, de la farándula e incluso lejos de la literatura misma. De ahí la fascinación que suscita leer Salinger (Seix Barral), escrita por David Shields y Shane Salerno.
En buena medida, Salinger se lee como un relato detectivesco: escrita de forma coral y con una documentación impresionante, la biografía se aboca a resolver misterios muy específicos: quién era Salinger antes de El guardían, los motivos de su aislamiento y, ante todo, si siguió escribiendo. A todo esto hay respuestas, algunas harto promocionadas a estas alturas: se sabe, por ejemplo, que en los próximos años saldrán nuevos libros de Salinger.
Pero, si bien son los enigmas alrededor del autor de Nueve cuentos los que mueven a leer la biografía, son los detalles y las mínimas anécdotas los que vuelven a Salinger un documento valioso: su romance fallido con Oona O'Neill (¡quien lo abandona para casarse con Charles Chaplin!), sus encuentros con Hemingway, sus inicios como escritor, su participación en la Segunda Guerra Mundial (estuvo presente en cada evento paradigmático de la guerra en suelo europeo, desde Normandía hasta la liberación de París y el descubrimiento de los campos de exterminio). Hacia ese punto uno deja de lado el morbo y se interesa más en la forma en que la guerra afectó a Salinger: podría decirse que toda su obra fue una forma de lidiar con el trauma de la guerra. Pocas imágenes más poderosas que la de Salinger redactando la primera versión de El guardían en medio de un ataque alemán: mientras las bombas caían, él escribía. Entonces uno comprende la raíz del poder que emana El guardián en el centeno: Mientras muchos ex combatientes escribieron grandes novelas bélicas, Salinger decidió descargar la frustración y el trauma de una guerra en una novela sobre un adolescente perdido.
Por supuesto, no deja de ser irónico que la biografía sobre un autor misterioso casi duplique en volumen la totalidad de su ora conocida. Aun así, Salinger trata con justicia la figura del autor neoyorkino y nos muestra que la vida de un autor tan escurridizo puede ser igual de asombrosa que sus libros.
Por Eduardo de Gortari (@edegortari)